Hace no menos de dos meses se vio a una oficial de la Policía Nacional con su cabello suelto en una ceremonia de ascenso de la institución. Por ser la primera mujer afro en servicio en lucir su cabello al natural, la noticia se presentó como una conducta que rompió esquemas al interior de la fuerza pública.
La mujer en grado de mayor es la edecán de la vicepresidente, de quien por supuesto recibió el apoyo para revelarse en contra de las disposiciones que la institución exige a su personal femenino. Como sustento, la oficial manifestó que el uso del cabello recogido le generaba un perjuicio en su salud y atentaba contra su identidad y estética cultural.
A pesar de lo anterior, no hay que perder de vista que en la fuerza pública existen códigos de conducta a cumplir. Por ejemplo, reza el artículo 3 de la Resolución 3372 de 2006 (que trata sobre la reglamentación en el uso de uniformes, insignias, condecoraciones y distintivos para el personal de la Policía Nacional) que las disposiciones contenidas en esta son obligatorias y que su inobservancia acarrea sanciones de ley.
Más adelante, en lo que respecta al personal femenino, señala el artículo 7 que estas tendrán que hacer uso del cabello recogido en todo momento. Además, se expone que deberán usar de manera obligatoria un cubrecabezas, exigencia que recae sobre todo el personal femenino sin distinción de grados o de razas.
La regulación en cuestión tiene una razón de ser, que es el mantenimiento de la disciplina, entendida esta como: "El conjunto de disposiciones constitucionales, legales y reglamentarias que debe asumir todo el personal uniformado, indistintamente de su situación laboral o administrativa. La disciplina policial permite el correcto funcionamiento de la institución" (Ley 2196 de 2022).
Mantener la disciplina al interior de la fuerza pública no es un tema minúsculo. Esta es el soporte sobre el que descansa la institucionalidad y sin ella no habría razón para la subsistencia de dichas entidades. Empero, la oficial citada encontró en este gobierno un aliado para reclamar por la discriminación que sufren las mujeres afro, colocando a las demás mujeres dentro de la institución en condiciones de desigualdad.
Que una oficial con 14 años de servicio reclame hoy que por ser una mujer afro no la están dejando ser, por la obligación de mantener el cabello recogido, me parece no solo una conducta desleal con la institución en la cual ha podido desarrollar su proyecto de vida, sino una grotesca socavación de la disciplina.
Por cierto, esta oficial exige un cambio en el uniforme para las mujeres afro, porque según ella son quienes más sufren. Olvida la oficial que también hay otras mujeres en la institución que no son afro y no tienen un cabello liso. ¿Por qué siempre se apela al racismo y la discriminación para solicitar algo que con lógica pudiese sustentarse?
Casualmente, mientras escribía estas líneas, tuve la oportunidad de preguntarle a una patrullera de la institución policial qué pensaba del tema. La mujer me dijo: "No estoy de acuerdo, ¿qué tal si en un procedimiento policial me agarran del cabello y quedo en estado de indefensión?". Esta es una reflexión realista de una mujer que patrulla en moto las calles de la ciudad.
Tal parece que donde esté Francia Márquez ahí tendremos el discurso de la discriminación y el racismo, así como la reclamación de la deuda ancestral. Parece que esa será la bandera para cambiar las cosas como ellos quieren y como les dé la gana.