La cirugía anunciada comenzará con la eliminación de 78 cargos que, según Lizcano, supondrán un ahorro de $9.208 millones al año en gastos de funcionamiento. Las consejerías presidenciales ya no serán 14 sino cinco.
El cargo de director del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República (Dapre), el que Lizcano ostenta, se convertirá en el de jefe de gabinete, secretario general y jefe del despacho presidencial.
El anuncio busca una pincelada social son el anuncio en el sentido de que 224 cargos de auxiliares, secretarias y servicios generales tendrán aumentos salariales que oscilarán entre los 200.000 y el millón de pesos.
Después de la bulla inicial, la reestructuración irá por ahora hasta ahí y no parece tener los alcances anunciados cando el propio Lizcano llevó al bunker de la Fiscalía la nómina que dejó Iván Duque, antecesor de Petro, con una solicitud para que investigara penalmente una posible malversación de recursos.
La Fiscalía le dio traslado a la Contraloría que en breve dirá si la nómina que dejó Duque, recortada ahora en 78 cargos, constituyó o no un detrimento patrimonial. En la movida uno de los grandes favorecidos es el propio promotor de la misma: Mauricio Lizcano
El síndrome de “modernización del Estado” empezó con el gobierno de César Gaviria e 1990, cuando se creó una consejería presidencial que se encargaría de impulsar un proceso sistemático de reducción del aparato burocrático y de la desregulación de trámites, con el argumento de que el Estado se haría más eficiente.
Los recortes de cargos y plazas de trabajo se redujeron, pero la eficiencia solo se advirtió en algunos trámites de comercio exterior porque el proceso coincidió con la apertura económica. De lo que si se conservan vestigios hasta hoy es de millonarias demandas contra la Nación por parte de quienes dicen haber perdido sus empleos y haber visto socavados sus derechos laborales como funcionarios de carrera. Lo cierto es que desde Gaviria, cada gobernante ha ajustado la estructura de acuerdo a sus prioridades sin que hasta el saldo final sea el de grandes ahorros, como al parecer tampoco ocurrirá con Gustavo Petro.