Antes de que Iván Márquez asumiera como jefe negociador iniciando la fase pública del proceso de paz en La Habana, la entonces guerrilla ya había adelantado un importante trabajo de acercamiento con los primeros emisarios del gobierno. A esta etapa se le llamó la fase secreta (entre febrero y junio de 2012) y concluyó con el diseño de un acuerdo general mínimo de seis puntos. Eventual carta de navegación, brújula y pararrayos durante toda la fase pública del proceso de paz. La guerrilla encomendó esa importante fase, esencial para propiciar un deshielo y medir el pulso del gobierno, a Mauricio Jaramillo también conocido como el Médico (es médico de profesión), por la fecha, integrante del secretariado y comandante del Bloque Oriental, tal vez la estructura militar más poderosa de la extinta guerrilla y referente indiscutible del conflicto armado desde mediados de los 90.
Fue el mismo Bloque orientado por el Mono Jojoy hasta el día de su muerte y el que tenía la responsabilidad de cercar a Bogotá para avanzar en la toma estratégica del poder. El Bloque más rico y militarmente más grande de la guerrilla. Tras la muerte del temido jefe guerrillero en 2010 a raíz de la Operación Sodoma, Jaramillo asumió la comandancia de la poderosa estructura que pasó a llamarse Bloque Comandante Jorge Briceño y su misión más importante, sin duda, no consistió en cercar la capital en sintonía con el planteamiento estratégico esbozado en la octava conferencia guerrillera (1993), sino llegar a un acuerdo general mínimo con los voceros del gobierno Santos que consistentemente creara las condiciones suficientes para iniciar el último y definitivo proceso de paz en la historia de las Farc.
La misión no resultaba sencilla porque la desconfianza de la guerrilla se profundizó tras la Operación Odiseo y el asesinato de Alfonso Cano, sucesor de Marulanda en la cabeza del secretariado; sin embargo, la voluntad de seguir adelante con los acercamientos secretos, iniciados por Cano y ratificados por la dupla Pablo Catatumbo - Timochenko, se convirtió en una especie de homenaje póstumo a quien los guerrilleros consideraban y siguen considerando como el “arquitecto de la paz”. Para Santos fue “la decisión más difícil” según afirmó en su libro, “La Batalla por la paz”, pero en la muerte de Cano vio la oportunidad de llevar una guerrilla doblegada a una mesa de negociaciones. De ahí que la misión de Jaramillo resultara especialmente compleja, a lo que se agrega que no tenía experiencia en procesos de negociación, pues tanto en los fallidos procesos de Caracas (1991) y El Caguán (1998-2002) asumió un bajo perfil.
A pesar de ese contexto, el Médico cumplió con la misión y en poco más de seis meses lideró el equipo de la guerrilla, al lado de Rodrigo Granda, Sandra Ramírez y Andrés París, que le dio vida al acuerdo general mínimo (2012). Seguro fue un proceso inicial difícil porque en la contraparte se encontraba Sergio Jaramillo, con su personalidad inexpugnable y su clásica arrogancia intelectual, tan preocupado en esos meses por las comas y los puntos, pero tan desinteresado por abordar las causas estructurales del conflicto. Tras concluir la misión, Jaramillo retornó al área de operaciones del Bloque Oriental y no volvió a tener un papel destacado en la fase pública del proceso, asumida en propiedad por Márquez (quien si tenía experiencia en procesos de negociación), Santrich y posteriormente por Pastor Alape y Pablo Catatumbo. El otro dirigente del Bloque Oriental que tendría un papel destacado al cierre del proceso sería Carlos Antonio Lozada. ¿Por qué Jaramillo no tuvo un rol más activo en la fase pública?
Desde algunos medios se afirmaba que no estaba de acuerdo con la forma como se estaba llevando el proceso. Lo cierto es que nunca perdió el interés en las negociaciones y así lo confirmó al coordinar la zona veredal de Colinas (Guaviare) donde se concentró para dejar las armas. Tras la conversión de la guerrilla en el partido Farc (ahora Comunes), pensé que tendría un papel más destacado, asumiendo alguno de los escaños en el Congreso o un perfil más visible en la dirección del partido; su formación política, que Olga Behar calificó en su libro La paz no se rinde como talentosa y conciliadora, me hacían pensar en un rol más relevante en el nuevo partido. Jaramillo cuyo nombre real es Jaime Parra, al parecer, se ha mantenido al margen de la pugna por el poder que ha dividido a los comunes y en la opinión pública no ha destacado por nada. A pesar de eso, gracias a su tenacidad y empeño, se logró llegar a un acuerdo general mínimo que trazó una hoja de ruta que concluyó en el desarme de la guerrilla, un logró histórico para quien tenía la misión de cercar a Bogotá y avanzar en la toma estratégica del poder.
Sin duda, fue el hombre clave que hizo posible la apertura de la negociación. Pues sin un principio no hay un final. No es un mérito menor.