Es contradictorio ver cómo en un país que se ufana de ser laical, es decir, independiente de toda doctrina religiosa, se debata con tanto ahínco sobre un tema difícil de desligar del ámbito religioso como lo es el matrimonio.
Solo bastó que la Corte Constitucional terminara de hacer el anuncio que da vía libre al matrimonio igualitario para que se desbandara una cantidad de comentarios, debates y diatribas, que más allá de sentar posturas a favor o en contra de la decisión tomada por la Corte, deja ver el grado de conservadurismo y confusión en el que vive la inmensa mayoría de los colombianos, y la hipocresía en la que se revuelcan nuestros dignatarios.
Causa curiosidad que una comunidad como la LGBTI, por ejemplo, considerada liberal, posmoderna, iconoclasta, se entusiasme y celebre con tanto fervor por la legalidad del matrimonio entre iguales, cuando esa figura entre los heterosexuales –tradicionales– es cada vez menos usada, es más, pareciera pasada de moda, como lo señala Child Trends y Social Trends Institute, en su informe El Mapa Mundial de la Familia 2015. Este ubica a Colombia como el país con mayor índice de relaciones en unión libre (35%), en una escala de 49 países; mientras que los divorcios en el país crecieron más del 11% el año pasado, según datos de la Superintendencia de Notariado y Registro. Dato no menor, teniendo en cuenta las responsabilidades que requiere contraer nupcias, las cuales van más allá del vestido blanco o el anillo de boda.
Por otro lado, el partido Conservador, la Iglesia Católica, Viviane Morales, Álvaro Uribe, el procurador, se rasgan las vestiduras tras semejante anuncio. ¿Cómo es posible que la Corte ultraje de esa manera las buenas costumbres de nuestro país? Así se preguntan, olvidando que es Colombia, precisamente, el país de América Latina donde nacen más niños fuera del matrimonio (84%), según Child Trends y Social Trends Institute. Es decir, 8 de cada 10 bebés colombianos nacen de madres solteras. Además, el 11% de los niños colombianos crecen sin la presencia de sus dos padres, según el mismo instituto, entonces, ¿cuáles son las buenas costumbres que se estarían perdiendo en Colombia con la aprobación de matrimonio gay?
Por eso, más que debatir acerca de la conveniencia o no de la decisión tomada por la Corte Constitucional, es necesario revisar los valores que rigen al país, pues, al parecer, están bastantes distorsionados, o sino, cómo se explica que los homosexuales anhelen casarse, mientras los heterosexuales “normales” le rehúyan a esta opción.