Las universidades privadas le deben una explicación al país. La República publicó recientemente lo que ganan por hora los profesores con doctorados, en distintos centros de educación superior del país, que además, de paso, solo contratan a quienes son PhD, como en Los Andes. Estas remuneraciones van desde los vergonzosos $38.000 pesos en EAFIT, hasta los $180.000 en el Externado. En el intermedio siguen la Universidad de los Andes, $125.000; la Universidad La Sabana, $113.000; la Universidad del Rosario, $105.000; la Universidad Nacional $85.000; y la Javeriana, $59.000.
Lo que debe hacerse es comparar estos niveles de remuneración de los profesores con PhD, con los costos de las matrículas que cobran. Sin duda, los Andes es la más costosa y esto se justificaría para algunos porque se reconoce como la mejor, pero, al tiempo, no es la que tiene las remuneraciones más altas. EAFIT tiene matrículas más bajas, casi la mitad de la promedio de los Andes pero le paga a sus doctores un 30 % de lo que reciben en los Andes. Ahora, el problema radica en que muchos de estos profesionales con PhD, obtienen unos ingresos que en nada se comparan con lo que ganan por hora cuando no se dedican a la docencia, sin contar lo que cobran los superabogados cuyas remuneraciones son una cifras con colección de ceros. Sin embargo, lo pertinente es su relación con las matrículas: Uniandes por semestre en pregrado cobra $13.144.000 y en Medicina, $18.000.000; el Rosario en Medicina, $16.000.000 y en otras carreras, como Administración, $8.800.000; La Sabana, en Medicina $12.000.000 y en otras carreras como Comunicación Social $9.600.000; y EAFIT cobra $ 7.000.000.
Obviamente se requiere un análisis mucho más elaborado para poder entender las finanzas de las universidades. Sin embargo, de esta abismal diferencia entre el pago por hora a sus profesores de mayor nivel y el costo de las matrículas sí se pueden plantear varias preguntas que derivan en conclusiones obvias. La primera, es que en Colombia se necesita mucha vocación para que nuestros PhD –que todavía son relativamente pocos–, se dediquen exclusivamente a la docencia. Por consiguiente, ¿cómo se pretende mejorar el nivel de la educación superior en el país cuando el costo de oportunidad –o sea lo que les pagarían a estos profesionales en otras actividades–, puede ser mucho más de 100 veces por hora? Muchos, es posible, lo hacen como una actividad marginal, eso sí por vocación, pero nunca su labor será comparable a la de esos profesores gringos que hacen carrera hasta tener un tenure.
¿En qué se gastarán los recursos adicionales que reciben estas universidades que tienen miles de estudiantes? Esa es la pregunta del millón. Muchas dirán que en investigación. Sin embargo, las que más se destacan en este campo como los Andes, reciben donaciones de fundaciones internacionales. ¿Y lo demás? Obviamente en desarrollo de su infraestructura pero también en desarrollo urbano. ¿Alguien ha seguido, en el caso de Bogotá, los desarrollos urbanísticos que han logrado algunas de ellas como la Tadeo Lozano o como lo planea hacer la Universidad de los Andes? Claro que estas son contribuciones reales al país, sin duda, pero la pregunta es: en términos de la calidad educativa, ¿cuánto están invirtiendo estas universidades, incluso nuestras mejores que no compiten ni siquiera con Chile o Brasil, para no hablar de aquellas del mundo desarrollado?
Finalmente, existe una profunda contradicción: mandamos a nuestros mejores estudiantes a los centros de excelencia como Harvard, Princeton, Columbia, London School, Oxford, etc., para que vengan a convertirse en los CEO o CFO de grandes empresas, en vez de retenerlos en un sistema universitario. ¿No es esto una gran contradicción mientras el crecimiento físico de nuestras universidades es asombroso?
Me perdonarán, pero ojalá que estudios serios no demuestren que las universidades colombianas se comportan como los bancos: le dan una miseria a sus ahorradores mientras cobran mucho cuando dan créditos. El símil en este caso sería: cobran muchísimo a sus estudiantes mientras les pagan miserias a sus profesores.
Cecilia López Montaño
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