Los seres grandes cómo Mateo van dejando ver su brillo desde pequeños. Están guardados en mi memoria de maestra de primaria, recuerdos muy nítidos de la sonrisa de Mateo, de su respeto y suavidad para tratar a los demás y de cómo acariciaba mi cabeza mientras yo apoyaba la corrección de sus lúcidos textos.
Amante de la historia, gran lector y de un humor inteligente, Mateo dejó ver el gran ser humano que se gestaba en su interior. Por eso sé que, si desde entonces ya se mostraba sensible ante el dolor que sufrieran otros, incluidos los animales, era de esperarse que Mateo se doliera aún más ante las injusticias que abundan en nuestro país. Recuerdo que me dijo que quería estudiar historia y ser profesor. Sus ideales eran nobles y tengo la certeza de que siguen siendo así. Por eso sé que Mateo no está de acuerdo con el dolor e injusticia que ve en su país y quiere ayudar a transformar está situación, pero desde un aporte a la paz.
Creo que, como en los muchos casos también denunciados, las autoridades colombianas están abusando del poder e involucrando a inocentes, aumentando así su prontuario de injusticias contra nuestros jóvenes.
Mateo es un ser grande y saldrá aún más fortalecido de está absurda experiencia, que como madre y maestra, lamentó que suceda en mi país.