Match Point (2005): Un asesino, juguete de (concretos) poderes extraños (II Parte)

Match Point (2005): Un asesino, juguete de (concretos) poderes extraños (II Parte)

En esta segunda entrega, un ensayo detallado sobre las relaciones que se tejen en Match Point. Es uno de los filmes presentados en el Cine-Club Al Filo del Tiempo

Por: Luis Carlos Muñoz Sarmiento*
octubre 11, 2022
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Match Point (2005): Un asesino, juguete de (concretos) poderes extraños (II Parte)

Chris atraviesa la calle de las marcas, saluda a Henry, quien le pondera el carro y como van las cosas. Chris le cuenta sobre la novia y su belleza, con familia de dinero, criados, caballos, todo a pedir de boca o a pedido del Sistema. ‘Mejor que caer ante los campeones’, bromea Henry. Vuelve la metáfora: ‘Cambia la vida el que la bola rebase la red o vuelva a ti’. Por lo constante, siempre admiró el juego de Chris. Sereno pero creativo. ‘Un poeta de la raqueta’, como el australiano Laver (5). El mismo que dio origen a la ya mítica Laver Cup, en la que se despidió en sept.2022 Roger Federer, un tenista mayor de la historia. Henry y Chris son colegas del tenis y éste no se exigía con aquél: un calculador, como se dice, o un impostor. Chris le da su tarjeta e invita a comer; como Henry le dice que otra vez será, le notifica que puede agregar la invitación a la cuenta de gastos: lo que en sentido ético/práctico es arribismo o, en otro, nóminas paralelas, que el capitalismo tolera en aras de un efectismo ‘benefactor’.

Al pasar Chris, se ve al chofer con desgano por la pérdida de tiempo de quien ahora sube sin freno la escalera social, creyendo que ‘todo’ el mérito es suyo. Le pregunta a Chloe si sabe tocar el piano: ‘Lo hago muy mal’, dice. A Eleanor le interesa saber cuándo se casan pues ya son uña y carne. Pero, lo que urge la madre es un café cargado, para descargar su valija de gin-tonic. Alec dice que cuando bebe no calla y por eso ojalá esté como ausente: a la Neruda. Chris siempre quiere quedar bien con todos, como ciertas viejitas para ahorrarse disgustos por doquier, con esa miríada de cabronazis que azota al mundo, así que la pregunta de casarse o no es razonable. Alec cree que todos lo esperan, que a Tom le encantaría y que cuente con ellos para lo que sea. Ya se verá si Quevedo tiene razón: ‘Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir’. Chris no dice sino ‘gracias’ a todo y no sabe lo que cuesta cada favor recibido, ignora que se traduce por deuda eterna, cosa que el viejo más por diablo que por viejo sí sabe.

De ahí su paternalismo, bonhomía, tábano filantrópico. Chris baja pensativo, no de balde, la escalera y piano de fondo. Tom y Nola tiran en la despensa, lo que tanto le gusta porque nadie, excepto Chris, allí los pilla, como aclara Tom, cual si de un bocatto di cardinale se tratara… en caso de que eso les gustara a los cardenales y no, como suele pasar, un indefenso niño u otro apuesto joven, que podrían ser Tom o Chris. Nola achaca a Tom la idea de jugar con fuego, como hacen los pedófilos, pero éste tiene el pretexto perfecto: que todos los hombres quieren atacarla. En lo que no le falta razón. Lanza un KO a distancia: ‘¿Verdad, Christopher?’, con la pócima en el nombre completo. Éste parece estar mal, pero es que no bebe con la panza vacía. Lo que evidencia su posición de clase. Uno de clase alta con gesto similar sería grotesco. Casorio de Chris y Chloe. La nueva morada, con terraza y vista de impacto y el Támesis al fondo. Chris: Aquí me perderé, sin saber aún que eso es verdad pura.

Palabra dicha lleva su carga de acción. Además, sufre de vértigo, algo no gratuito en el guion, sino indicio sobre por dónde irá el drama. ‘Eso es un problema’, confirma Chloe, ansiosa de quedar embarazada, para él apresurado. Chloe: pues no es pronto y llevan siglos acostándose, aun con lo jóvenes que pintan. Por eso quieren tres hijos y pondera el saque potente de Chris. Tom le cuenta que rompió con Nola. Eleanor emponzoñó las aguas, señala avergonzado Tom. Y ni pensar en casarse con la prima lejana Olivia Allred. La verdad es que Tom ha conocido a otra. Chris busca a Nola, pero dejó su lugar sin decir nada a nadie. Dice que no piensa en nada, luego que en el trabajo y ya se sabe que es en Nola. Llevan una semana sin ‘hacer el amor’, dice Chloe. Así diga que la rehúye, él se declara ‘muerto’ y ella capta el mensaje. Chloe no entiende por qué sus primas sí quedan embarazadas. Chris le promete que ya llegará la hora y le da el beso de Judas, como se dice para denigrar del único que no traicionó a Jesús.

Pero que fue acusado por él de venderlo por 30 monedas, siendo que fue el pago por unas tierras de su familia. Tom y su otra se casan a tiempo pues ya la criatura asoma su patada. Chloe tiene líos de esterilidad: le preguntan si va a adoptar, tras probarlo todo. No, ella quiere sus propios hijos. Victoria está embarazada, le dice Carol en la muestra de arte abstracto. Tan abstracto como su anhelo de quedar embarazada. Estresado, Chris pide dos aspirinas. Ahora, da visos de claustrofobia. Van a la Tate: Chloe quiere enseñarle un pintor. Por el camino, ve a Nola y corre detrás. Pero, se topa a Chloe y Carol, quienes le citan pintores nuevos que sorprenden. Su móvil no tiene cobertura, inventa, para ir en pos de Nola y del gin de vinola. Dice que estuvo en EE.UU. y ahora vive en el Town. Pero, que no pregunte más o, ¿acaso no sigue casado con Chloe? En eso, Chloe y Carol le informan que Tom se casó con la otra y tienen una niña pues él es T.F.P. y ‘casa’ pero, claro, sin incluir en ella a la aspirante a actriz.

Chris dice a Nola que la llamará. Despide a Chloe con su chofer. En menos de lo que canta un gallo ya está en cama con Nola, le rasga la blusa y parece la bestia con su bella. Nola vive en un piso nice y el deterioro zonal no es el que decía. Bueno, hubo dos robos en el edificio y la vecina tiene ratas. La entrada no está mal y el sitio es ‘barato’, clave en época de crisis. ‘¿Qué hora es?’ La de irte, dice Nola a Chris. Chloe, en la nueva casa, le pregunta si ya vio lo del terremoto en China: sí, ‘horrible’, dice cual robot. A Alec le encanta alquilar el sitio para la galería: a Chloe, le irá bien, aventura Chris, para quedar bien. Chloe suelta otra metáfora de raro cuño: geo/político/erótico, cuando alude al ‘nuevo planeta descubierto’: en los guiones/fórmula no hay aserto gratuito. Recuerda un carpe diem sexual. Aprovechar el día: el médico le recomendó ‘hacerlo a menudo’ y ante todo por la mañana. Pero, mientras Chloe va, Nola y Chris vienen y van por la calle y por sus caras se ve que ya lo han hecho…

Ella le dice ‘la semana próxima a la misma hora’. El tiempo del cine no es el real. Lleva una hora en el hotel con Nola, pero su misil orgánico pide más, no logra evitarlo. Nola lo vuelve loco, predicción de factible cumplimiento. Entran al edificio. A trompicones eróticos, saludan a la Sra. Eastby, le pregunta por el raticida, pero prefiere trampas con grasa de cacahuete. Mejor que el queso, aunque la gente crea otra... Le presenta al ‘Sr. Harris’ o sea a Chris y se despiden. El follón, con taconeo improvisado, continúa, como en los mejores antros. Él la acorrala frente a la biblioteca y ella contraataca quitándole la corbata: ojalá no le haga perder la de ejecutivo, que va en BMW, con chofer y secretaria. Al voltear Chris, su corbata le tapa los ojos, mientras le desabrochan la camisa. Suficiente calentura. Tom cree que Burton Street es ideal para la galería que dirigirá Chloe, con éxito fijo pues escoge bien cuadros y baratijas: feas, como casi todas las del arte moderno. Lo muestra un filme moderno.

Pero, no feo: Full Metal Jacket, cuando el Sgto. Hartman le dice a Gomer Pyle que ‘está más feo que arte moderno’. Chloe tiene su propia mirada y cree que quedará grávida al inaugurar. Tom le dice que podrá con ambas cosas: Heather no se metió en líos con el trabajo por nada. Ni para tener a Rosie pues había mucho servicio. La niñera los dejó por un papel en un filme. Tom recuerda que hace poco se encontraron a Nola, trabaja en una boutique, Pandi Joe o algo así. Algo le cambió, tiene una mirada dura. Siempre ha bebido, como su madre: y la de Tom. Conserva la mirada de ‘mujer fatal’. ¿Saldrá con alguien? Tom no sabe, pero los tendrá informados y, en concreto, a Heather, cómo no. Son invitados a Hedley el mes próximo. Los cuatro harán lo posible. Más rápido que tarde se sabe con quién sale Nola. Y viene lo de que ‘el otro día te grité y no me oíste’ y él que ‘siempre me confunden con otro’, como quien se hace el piantao y no argentino, sino irlandés. Así, el que tomó el taxi de marras no era Chris.

Chloe ayuda, a joderlo: no sabe salir sin su chofer, ¡un fastidio! Pero, resulta que sí y, en ese caso, no requiere chofer. ‘¿Será un Alzheimer precoz? Seguro, eras tú’. Ya está sembrada la duda en torno a traiciones de Chris. Pregunta qué hay en la tarde y Samantha dice que vienen los de Sarazin a las dos. Pide atrasar la cita. A la salida, Alan Sinclair le llama la atención por dicha cita y repite que si no ha llegado empiecen sin él. Y le plantean la duda razonable, ‘¿en serio?’ e igual se va. ‘Confía en mí’, suelta. Nola dice a Chris que es ridículo volver a la casa de ella pues tendrán solo una hora. Y que ya basta de Chloe. ‘¿Mal humor?’ ‘Sí, he errado otra prueba’, cuenta Nola. Está harta del teatro, no le funciona, y de luchar. Y le da la razón a Eleanor o… ‘¿debo decir, tu suegra?’, ironiza con Chris, quien airado replica: ‘No sigamos por ahí’. No sabe qué hace con él, si nunca dejará a Chloe. ‘A lo mejor, sí’, responde el arribismo por Chris. ‘No lo digas, si no lo piensas’, le dice la sabia taoísta de Boulder, CO.

Chris dice que Chloe está loca por quedar encinta. Y a Nola que no sabría qué hacer si no la viera. Navidad en casa de Tom. Eleanor, su madre, le recuerda que si fuma no durará tanto. Chris piensa mucho a Nola y le desea feliz navidad. Ya se verán. Alec, por Chloe, dice saber de sus pérdidas en la Bolsa. Él cree que fue imprudente. Creía acertar, pero… ‘¿quién podría preverlo?’, le ayuda Alec. Que no se preocupe y le asegura respaldo eterno. Hacer feliz a Chloe es mucho para ellos. Hielo. Chris masajea a Nola y vuelta al hielo. Luego va al jardín, donde están Tom y Heather, Chloe y la pareja que lo vio tomar un taxi, o pensaron era él. Chloe cita las vacaciones: podrán dormir en los barcos o en los hoteles, dice la mujer de quien descubrió ese otro planeta que ahora habita Chris. Lo dice antes de acotar que él no ha estado en las islas griegas. Dice que le encantarán. Él: ‘son un paraíso’, dice para descrestar. Verán a los Winston en Cerdeña. Chloe le compró a Chris un antiguo amuleto griego de fertilidad.

No pasó nada con él. Nola llama a Chris, pero éste solo puede ir en tres días. Cuando Chloe le pregunta quién era, ya tiene la trampa: que olvidó unos papeles en la oficina y debe ir ya. No puede, es puente y hay trancón. Tienen planes y Chloe no habla solo de ese día. El teléfono no para de sonar donde los Hewett. Chris pasa y, sin anestesia, Nola le suelta que está embarazada. Cuelga, pero ya sabe qué dirá en la mesa: que es su secretaria y que mañana no irá a montar. Tom creía que Samantha iría a ver a sus padres. Chris dice que irá y volverá volando. Pero, cómo se embarazó si le dijo que tuvieran cuidado, es lo primero que le reclama el machismo patriarcal de Chris a Nola. Ella no llevaba caucho y él no esperó. Chris vuelve al refrito del destino al referir su maldita suerte. No logra embarazar a Chloe y a Nola en el primer tiro: ‘Porque me quieres y a ella no’, dice el ventrílocuo de su vanidad. ‘¿Eso crees?’, rabia Chris. La taoísta dice que su hijo es fruto de la pasión y no de un programa de fertilidad.

La diatriba va sobre Chloe. Chris le anticipa: si es lo de la Bolsa, no hay problema. Chris cree no poder seguir apoyándose en Alec, quien disfruta más ayudando a su familia que con sus propiedades. Que si tiene que ver con las llamadas o está liado con alguien. ‘No’, asegura el irlandés. ‘Sí que lo estás’. ‘No digas bobadas’, dice con calma: si enfurece, cae más rápido. Chloe solo quiere tener un hijo. No han tenido suerte. Tener un hijo debe ser causa de alegría mutua, no de tensión o angustia. Se abrazan: ella, sintiéndolo; él, aparentando. Chris le dice a Henry que tenía que hablar con alguien, por algo delicado: él le promete guardarse todo. Pensó dejar a su mujer, pero cuando fue a hacerlo, no resultó. No es nada fácil. Es algo muy loco. Chris no ve futuro con esa otra mujer, o sea, Nola. Quizás, porque todo está asegurado con Chloe y los Hewett. Tal vez sea el dilema amar/desear y/o la lucha eros/tánatos. Sobre lo material, ¿qué hará si deja a Chloe? ¿Prescindir de todo en su nueva vida a cambio de qué?

Hay que reconocerlo: ‘Soy el yerno del jefe. Y él me adora’, dice Chris. Henry no ve, cosa práctica más que psicoanalítica, que quiera a la otra, como para sacrificarlo todo. Chris dice que se van por tres semanas. Al volver le dirá todo a Chloe. ‘¿Cuando vuelvas?’, dice Nola. Que no juegue con ella pues ella no lo hace con él. Pero, para el fabulador no es fácil aterrizar. Si tanto se aburre con ella y tan loco está por Nola… pero, para el tibio todo se reduce a no hundirles las vacaciones a sus amigos. Será un bombazo e impactará a todos. ¿Cómo puede irse de viaje con la que dejará a la vuelta?, pregunta Nola, celosa/disgustada por solo pensar que se ama con Chloe. Aunque sea solo rutina, como escupe el proleto irlandés para justificar su pusilanimidad. Nola solo quiere saber qué viene, así deba esperar. Pero, el viaje se pospone porque M. Lewis será operado. Chloe propone ir a la ópera. Chris llama a Nola y le cuelga. Quizás para evitar que el colgado sea él, aunque termine siendo víctima y victimario a la vez.

O castigado por su crimen, para volver a Dostoievski. La familia va a la ópera. Alec incentiva a Chris con otra ‘chisga’ lucrativa: una sociedad, independiente, con japoneses. Hay mucho por gastar y quien esté desde el inicio, si se da lo previsto, ganará una cifra enorme. Aun así, a Eleanor le parece más grato si es abuela joven. ‘Ya lo eres’ le dice Chloe. Tom y Heather van por el segundo: Eleanor quiere es que su hija sea madre. Nola llama a Chris y ahora se sabe que está con su familia en una ‘ideal’ Grecia. La verá en 15 días. Nola, sola y angustiada, le pide decírselo a Chloe tan pronto vuelva del ‘viaje’. Pero, más rápido cae el mentiroso que el cojo. En efecto, de compras, ve Nola a Chris, lo llama y le pregunta que dónde lo pilla. Dice estar en Cerdeña y que vendrá en cinco días. Pero, como lo ha visto a media cuadra, entonces le cuelga. Ve al chofer, cogen hacia el carro. Aparece Nola, se le guinda al cuello y le grita ¡embustero, mentiroso! Él pide un taxi y ella, rotunda, dice que no irá a ningún lado.

El farsante dice que ha vuelto antes a propósito, que decidió acortar el periplo porque estaba atormentado, repite ya en el piso de Nola. Y que volvió hace dos días para enfrentarse con Chloe. Para él es más sencillo que Nola aborte: para ella, es impensable. No obstante, le dice que si tiene el niño, él la ayuda en modo metálico. Lo que no la satisface. Él le pide ser ‘razonable’. En medio de la reyerta, Chris le promete ‘hacer lo correcto’. El pobre ya no duerme, está flaco y ojeroso y solo escucha ópera, señal de que ya no cabalga, como en plural diría El Quijote a Sancho. Cuando Chloe busca a Chris, quien ha ido por un arma, se atraviesa Eleanor, como es habitual, aquí a manera de productora de suspenso, para pedirle opinión sobre un vestido. Chris, luego de engañar a Chloe con la camiseta en el maletín, con el cartucho que cae al piso y dice que es su caja de pastillas, le propone ir al teatro a ver el musical ‘La mujer de blanco’. Chris llama a Nola para verse: dice tener muy buenas noticias.

El negocio con los japoneses va bien. Alan destaca la energía de Chris, la que envidia. Va al piso de Nola, engaña a su vecina Eastby, que la TV, las noticias, el raticida, las drogas, el desorden, y cuando ella huele algo feo y le dice que si acaso no era el Sr. Harris, ya que ahora vuelve a ser Wilton, le mete un tiro, la mata y ‘consternado’ cae al piso. Así, el colega que le ensalzaba su energía, Alan, podría ver ahora cómo se incuba un asesino. A ello ha contribuido ese mundo en el que las cosas priman sobre las personas y no al revés, como debería ser. Pero, lo peor viene cuando monta su teatro de operaciones y saquea joyas, drogas y demás, como distractor judicial, para al cabo encarnar a la rata que ella quería eliminar con grasa de cacahuete y no queso. Que ahora come la piltrafa Chris Wilton, alias Embustero, Pusilánime, Mr. Harris. Nola coge un taxi a casa; Chloe va al teatro; Ian, vecino de la Sra. Eastby pregunta por ella, si está bien o necesita algo. Por último, dice que va a la esquina y que pronto volverá.

Sale y se topa con Nola, le habla del aparato de CD y se despiden. Chris se asoma, los ve y espera. Al salir Nola del ascensor, la llama y le dispara. Chloe espera al irlandés, ahora con otro alias: El Asesino, en serie. Otro producto de la vanidad, la competencia, ¿el éxito?, esos tres pilares del capitalismo. La única diferencia con el que antes despertaba bronca e indignación es que ahora inspira lástima y desprecio. Sus motivaciones para el crimen así lo certifican: arribismo, avaricia, ambición. E impostura. Pues su rol en esa familia endógama es el de un simple impostor que activa el botón de la emulación para, al final, comprobar que solo es una caricatura de aquellos a los que, infructuosamente, imitó perdiéndose a sí mismo en el intento. Ahora todos, público e investigadores, son testigos de la ‘carnicería’: robaron y asesinaron a la Sra. Eastby y en la escapada se toparon con la Srta. Rice y la mataron. Sea por miedo o por aumentar el botín. Ha vuelto en el peor momento, dice el inspector Banner.

Además, limpiaron la casa de fármacos. ‘Hay gente que no tiene suerte’, agrega el policía como yendo con los tópicos dominantes en la estructura del guion: metáforas deportivas, frases seudo filosóficas, repeticiones de patrones de conducta, estereotipos. O tipos estéreo, por la amplificación de su ruido interno que, en el caso de Chris, derivará en un bombazo que afectará a todos. Chloe y él hablan sobre el musical. Cuando coge el diario, ve el aviso del asesinato de Nola, lo que suscita la falsa sorpresa de su verdugo mientras se seca el pelo y se alista para lo que viene: ‘La mataron en un robo. Un robo por drogas’. Otro ardid de alias Embustero. Mientras en la familia saben de la tragedia, Chris, a espaldas de Chloe, pone arma y cartuchos en su sitio, como si nada e intenta desaparecer lo que lo involucra. Pero, parece ignorar que es imposible hacer eso con su responsabilidad, la que no lo dejará dormir, le impedirá volver a ser juguete de poderes extraños, efecto de paternalismo no de solidaridad.

De lo primero, sabe mucho el Sistema; de lo segundo, el capitalismo todo lo ignora. Chris le cuenta a Eleanor que Chloe está embarazada y que están entre nubes. La madre observa que ella sí está, pero su marido parece aturdido. Samantha llama a Chris y le notifica que lo llamó Mike Banner y que se comunique con la comisaría de Shepherds Bush. Lo llama, acuerda con él ir a buscarlo y al pasar frente al Támesis, Chris desocupa sus bolsillos. Por último, tira la argolla de oro de la Sra. Eastby, para que de paso se repita el ralentí del inicio. Pero, ya no con una inofensiva bola de tenis, sino con una comprometedora pieza producto de un robo, que llevó a un asesinato y derivó en otro que ahora lo tiene ad portas de una cadena perpetua. La argolla pega en la reja metálica, pero en vez de ir al río, cae en la zona peatonal. Chris jamás imaginó que, pese a todas las demás evidencias, ‘un detalle sin importancia puede echar a perder toda una vida’, como decía Wilde: ese detalle es el diario de la Srta. Nola Rice.

Aun con la insistencia de Banner, Chris siempre negó verse recién con ella: ahora se sabe que figura en todo el diario. Su coartada se va al piso. Cuando Banner observa si puede seguir sosteniendo que vio hace un año por última vez a Nola en la Tate, con altanería responde que no lo culpe por pretender ocultar que tuvo una relación con ella. Además, reclama protección policial. Alega que no lo vincularán a su muerte, ¿verdad? Voz que no figura en los subtítulos y solo con la cual se entiende el original. Chris le niega a Banner que haya prometido dejar a su mujer para casarse con Nola. Y de postre una perla: que no quería acabar la relación, pero tampoco destruir su hogar. Que no irrumpan los sabuesos para destrozar vidas humanas. No hay motivo, él no haría daño a nadie, mucho menos a Nola. Chris oye ruidos, mientras escribe. Va a la cocina en penumbra. Una mujer entra y lo llama: ‘Chris’. Sí, es Nola. Con la mayor naturalidad, aun en terrenos de lo fantástico/improbable, voltea y dice que no fue fácil.

Pero al llegar el momento pudo disparar, que solo en una crisis se conoce al prójimo, que se aprende a ocultar la conciencia bajo el tapete. Hay que hacerlo, si no eso aniquila. Nola repara por ella y por la Sra. Eastby: aparece ésta, para pedir justicia por los inocentes que caen. Chris, entre filosófico y político, señala que ellos son sacrificados, por una orden mayor y que ella es un daño colateral. Aquí, no se olvide a M. Foucault sobre el Poder: ‘No sabemos quién lo tiene, pero sí quién no lo tiene’. O ‘el poder es esencialmente lo que reprime’. (6) Sófocles: ‘No haber nacido nunca, puede ser el mayor de los favores’, cita Chris a propósito de lo que dijo Eastby: que un daño colateral también lo fue su hijo. El juicio que no hacen la justicia divina ni los terrícolas lo hace Nola, o sea una mujer, en torno a Chris y su imperativo kantiano: prepárese a pagar el precio, sus actos fueron torpes, llenos de fallos, de alguien que suplica ser descubierto y acusado. ‘Lo correcto sería ser descubierto y castigado’, Nola dixit.

Así habría una mínima señal de justicia, una mínima porción de esperanza en un posible sentido. Todo ello, se antoja de Woody mismo, con lo cual se reafirma que la autoconfesión es el sucedáneo perfecto de la creatividad. Lo que no significa, claro, que sea un asesino, ni en serie ni en serio ni en broma. Sino que su historia salpica su vida de episodios oscuros con sus musas y con Soon-Yi, hija adoptiva de André Previn y Mia Farrow (lo acusó de abusar de su hija Dylan), con la que se casó en 1997. (7) Despierta, el que tuvo este sueño fantástico sobre inocencia y culpa, confesión y ocultamiento, verdad y mentira: el inspector Banner, quien asegura que fue Chris quien las mató y cómo lo hizo: primero mató a Eastby y luego para despistar simuló un robo, sabía cuándo volvía Nola y la mató, como por descubrir un robo. Así lo planeó para llegar a tiempo al teatro y reforzar su coartada. Aún no resuelve lo del arma y sabe que es mucho pedir a un jurado, pero todo le vino en sueños y lo resolverá.

Pero, su colega le trae malas noticias: hubo otro crimen, una venta de drogas torcida, un drogadicto muerto: en su bolsillo el anillo de la anciana; dice que su argumento tenía motivos, pero el suyo también: heroína. Un yonqui con largo historial al que mató otro. ¿Y si Chris lo hizo, tiró las joyas y aquél las halló? Banner se rinde: Chris no lo hizo, solo es otro cabrón que engañó a Chloe: lo explican las fotos de Nola. Con quien no se casó ni fue feliz, pero se hizo filósofo. Alec abre champán y entra con su nieto. Solo importa que tenga suerte. Quizá se sugiere con su arribo que la vida triunfa sobre la muerte o la existencia sobre el crimen. Al final, flota la idea del lío para resolver crímenes o la ineptitud de policías, sabuesos, jueces. Es el caso de un asesino, impune, así sea culpable. Lo cual encierra una velada/inconsciente apología del delito, que a la vez oculta la culpa consciente del cineasta. Queda pendiente la condena para Chris, como se infiere del sueño de Banner y de la cita a Nola y a la Sra. Eastby.

Lo de la comisaría, deja claro que no siempre la mentira del cine es verdad o deriva en ella, sino que a veces sigue siendo mentira hasta el fin. Allen esgrime la fórmula del profesor de tenis que busca darle sentido a su vida, vía trabajo/negocios, y cree hacerlo en el asesinato. Como en Hombre irracional (2015), por otra vía, a través de Abe, profe de filosofía que cita a Beauvoir, Kant y Kierkegaard: igual en Match Point, recurre a Crimen y castigo para hablar de tormento y culpa, inocencia y sensatez, conciencia y crisis, al ser por último otra víctima del Sistema o, diría Marx, ‘juguete de poderes extraños’. Frase a la que Allen convierte en suerte. Lo que intenta demostrar al inicio y al final de ese Match Point: punto vital para ganar en la vida o para perder vía asesinato. O a causa del tenis, tomando al deporte como metáfora vital. Olvida que los motivos de la crisis en que cayó Chris han sido muy concretos. Así que Wilton es asesino, en serie y en serio, no en broma, juguete de (concretos) poderes extraños.

A Santiago, hijo adorado, por quien recuerdo a Jean-Luc-Godard (1930-2022): La crítica

es una forma de hacer cine y hacer cine es una forma de hacer crítica cinematográfica.

 

Notas, enlaces y bibliografía:

(5) Rodney G. Laver (n. 1938), único jugador en ganar los cuatro títulos del Grand Slam, en un mismo año, dos veces: en 1962 y en 1969; el Grand Slam Pro (1967) y el 3º en lograr los cuatro grandes premios.

(6) https://www.redalyc.org/pdf/993/99318557005.pdf

(7) https://www.revistavanityfair.es/sociedad/articulos/boda-woody-allen-y-soon-yi/42299

FICHA TÉCNICA: Título original: Match Point. País: UK / Luxemburgo. Año: 2005. Formato: 35 mm; color; 124 min. Gén.: Drama / Comedia dramática / Thriller psicológico / Suspenso. Guion y Dir.: Woody Allen. Mús.: G. Bizet / G. Donizetti / C. Gomes / Andrew Lloyd Weber / G. Rossini / G. Verdi. Mon.: Caroline Smith. Fot.: Remi Adefarasin. Vestuario: Jill Taylor. Efectos especiales: Rudi Holzapfel. Int.: Alec Hewett (Brian Cox); Mathew Goode (Tom Hewett); Nola Rice (Scarlett Ingrid Johansson); Chloe Hewett (Emily Mortimer); Chris Wilton (Jonathan Rhys Meyers); Eleanor (Penelope Wilton). Prod.: Letty Aronson / Lucy Darwin / Stephen Tenenbaum / Gareth Wiley. Productora: Dream Work Pictures / BBC Films / Thema Productions / Jada Productions. Dist.: Icon Film Distribution (UK / Australia / Nueva Zelanda / DreamWorks Pictures (EE.UU.). Estreno: 12.may.2005 en Cannes, fuera de concurso.

* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao Editores, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre Manuel Zapata O. y Changó, el gran putas, fue lanzado por la UFES (20.feb.21). Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión, EE, Las2Orillas. E-mail: [email protected]  

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