Que el concejal Campuzano llame al ojo por ojo y diente por diente contra el sicariato en Medellín, y que además mucha gente en las redes sociales apoye tal discurso. Que el ex candidato a la alcaldía Federico Gutiérrez haga reclamos airados con fotografías denunciando la nueva modalidad de robo en el poblado, en la que en la espera de un semáforo, de un trancón, tocan la ventanilla de tu carro los ladrones con el cañón de su arma, sin bajarse de la moto (Porque sépanlo la vía de las motos es cualquier espacio por donde quepan: llámese anden, espacio de más de 40 cm entre dos carros, puentes peatonales, etc), y te despojan de todo lo de valor que tengas, siempre que no se les dispare el arma. Puede revelar varias cosas, que los dos personajes de la ciudad; interpretan la impotencia que siente la sociedad ante la delincuencia, porque es un problema aún más grave que la guerrilla, deja más muertos y más pérdidas económicas, porque si somos una ciudad, un país, entre rejas en nuestras propias casas, en nuestros negocios, ahora también tocará blindar los vehículos. Otra cosa que puede revelar es que ambos se aprovechan de una zozobra que no es nueva, que viene desde los años 80 con el apogeo del narcotráfico que ensució la mente de los jóvenes de las comunas y que da réditos electorales importantes, porque somos una ciudad pasional, que se acostumbró a enarbolar las banderas de la muerte como única solución a los conflictos y donde ser autor intelectual no es lo mismo que ser un asesino. Lo otro que se puede concluir de esta situación es que los ricos tienen miedo, ya los están tocando, y para nadie es un secreto que un rico en Colombia vale 10 veces más que un pobre, lo dejó claro el presidente Santos cuándo en Córdoba fue asesinado el estudiante de la universidad de los Andes de apellido Matamala y su novia, el gobierno ofreció 500 millones de recompensa por información, un mes después fueron asesinados muy cerca de allí dos jóvenes estudiantes del Sena y ofrecieron solo 50 millones. Cuándo los ricos en Colombia tienen miedo, cosas muy terribles pasan, la última vez que temieron, se crearon las autodefensas y de cada 4 muertos en esa guerra, 3 eran civiles; campesinos, estudiantes, profesores, desempleados, etc. Las soluciones siempre son arrasar con todo, como lo ya ocurrido en la operación Orion en la comuna 13 dejando decenas de desaparecidos y no precisamente sicarios.
La pena de muerte es inaplicable en Colombia, porque tenemos un aparato judicial débil, que condena a inocentes, que excarcela a culpables, influenciable, laxo, corrupto, la pena de muerte es inaplicable en Colombia porque nuestra sociedad no tiene autoridad moral para condenar cuando es cómplice, cómplice porque esa misma sociedad compra lo robado, porque esa misma sociedad es la que le ha dado valores desbordados a los objetos como si fueran fuente de felicidad, porque esa misma sociedad no le deja otra salida a los niños de las comunas que abren la puerta y se topan con la realidad de que el pandillero, el bandolero, es el dueño de los recursos del barrio, es el dueño del miedo-respeto del barrio y cuándo cierra esa misma puerta en el interior de su casa llena de miseria, el televisor y la radio le muestran que los protagonistas son siempre los delincuentes, la ficción y la realidad se confabulan para marchitarles la mente, y la sociedad quieta, impávida, hasta que la sacuden sus crímenes intelectuales, sus crímenes indirectos y se da golpes de pecho y busca borrar sus errores a bala.
Es hora de reparar primero al uno, al hombre común, al trabajador, a la ama de casa, a la sociedad, porque eso nos aseguraría gobiernos sanos, jueces sanos, salvar las generaciones que aún no han sido contaminadas y pensar con cabeza fría y con un alma limpia que solución brindar a las generaciones perdidas, es hora de revisar que estamos haciendo mal ,en una ciudad como Medellín con la mayor inversión social del país, la muerte no puede seguir tan campante burlándose de nuestros esfuerzos.