Matar líderes sociales en Colombia se volvió un hobbie

Matar líderes sociales en Colombia se volvió un hobbie

Parece que matar líderes sociales en Colombia es algo normal: van 17 desde que el congreso refrendó el proceso de paz según la unidad de víctimas, y nadie dice nada

Por: Brandon Stiven Ortiz
marzo 24, 2017
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Matar líderes sociales en Colombia se volvió un hobbie

Muchos creímos impensable que el país desmovilizara a la guerrilla más antigua del continente, pero afortunadamente eso que se creía ficticio está ocurriendo. Sin embargo, ¿es suficiente sólo este hecho para garantizar la seguridad de los territorios y de la libertad de expresión? Claramente pareciera que no, que aquél sueño con el que muchos apoyamos el proceso de paz no existiera y hubiéramos luchado por algo en vano. Hasta ahora, sólo hemos visto retrasos en las zonas veredales de transición a la normalidad (que aunque muchos digan que la guerrilla está acostumbrada a vivir en esas condiciones, fue un compromiso adquirido por el gobierno), peleas y discusiones en el panorama nacional, corrupción por do quiere y muerte. Muerte de aquellos ciudadanos, campesinos e indígenas que lo dieron todo por defender nuestro país y rescatar el compromiso social, un compromiso social que hoy los deja sin vida, pero a quiénes no permitiremos morir en nuestras mentes y corazones. Éste, es un texto dirigido en honor a todos aquellos que han caído creyendo fielmente en la noble defensa de los derechos humanos.

Muchos han sido los ejemplos en nuestro país para dar testimonio de la constante lucha que les toca librar a los líderes sociales, entre los pueden encontrarse héroes o heroínas como la Pola, Gaitán, Galán, Jaime Garzón, entre muchos otros conocidos que aunque vivieron en épocas y realidades distintas buscaban algo en común: Ayudar al pueblo colombiano. Pero esa linda y significada causa en común se convirtió en un patrón horrible entre ellos: Todos resultaron asesinados.

De igual manera, hoy podemos evidenciar aquellos actos como si de una fórmula establecida se tratara, es decir, como si la causa para ser asesinado en nuestro país del sagrado corazón fuera el de batallar por querer algo mejor.  Y aunque la historia se repite, tal como pasó con el exterminio de la Unión Patriótica y los líderes antes mencionados, el gobierno se esmera en hacernos creer que los asesinatos son casos aislados con ninguna relación entre sí y que aquí no pasa nada. Para que muy probablemente el estado termine después pidiendo perdón y crea que con eso es suficiente para hacernos olvidar y callar.

Como diría Nelson Mandela, “Deja que la libertad reine. El sol nunca se pone sobre tan glorioso logro humano”. Pues esto, mis queridos compatriotas es exactamente lo no que está pasando. Ellos hablan y defienden, los matan, lloramos, creemos hacer la paz y el ciclo vuelve y comienza. Y esto ocurre porque nunca hemos sido capaces de unificarnos como colombianos y exigir una verdadera y efectiva solución a éste problema. El proceso de paz aún con sus caídas y decepciones fue el primer paso. El segundo y los demás los damos nosotros, y lo hacemos cuando empezamos a caminar juntos con diferencias pero con argumentos hacia la construcción de un mejor, nuevo y verdadero país, ese que precisamente respeta y acepta al otro por pensar, decir y actuar diferente, aquel que no mata por defender los derechos fundamentales, ese país que logra mantenerse informado y que se organiza mediante la cultura ciudadana, es esa Colombia con la que todos hemos soñado.

Aquí los nombres para que se queden grabados y demos todo por seguir su legado de quiénes nos han ayudado en la búsqueda constante por recuperar nuestro país: Vicente Borrego, Luis Carlos Tenorio, Samir López, José Abdón Hoyos, Nataly Salas, Eder Mangones, Guillermo Veldaño, Anuar Álvarez, Yaneth Calvache, Olmedo Pito, Aldemar Parra, Juan Mosquera, José Yimer Cartagena, Emilsen Manyoma, Joe Javier Rodallega, Hernán Agámez y Porfirio Jaramillo (1 diciembre 2016-2017).

Valientes, es la única manera en que podemos llamar a nuestros líderes sociales muertos, y los que aún persisten. Todos aquellos a los que me les quito el sombrero e intentaré honrar el resto de mi vida, entregándome también como ellos lo hicieron por el gran sueño de tener una mejor Colombia.

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