Admiro al caricaturista Matador no solo por la calidad gráfica de sus obras sino por su postura crítica con relación al mundo político. Acompañé su lucha cuando denunció las arbitrariedades del sistema de salud con relación a la solicitud de eutanasia de su padre y creo que es uno de los mejores caricaturistas de Colombia. Pero todo esto no me impide cuestionar su postura frente a las mujeres astronautas. Creo que en este tema se pifió y las mujeres que lo han cuestionado, como Las Igualadas, tienen razón.
Ahora, decir que conscientemente lo hizo es, en mi parecer, una equivocación porque el machismo es una condición, la mayoría de las veces, inconsciente en la forma de ver las cosas de muchas personas, hombres o mujeres. Porque el machismo no es exclusivo de los hombres, muchas mujeres actúan y piensan de una manera machista y, lo peor, es que no se dan cuenta.
Pocas personas reconocen abiertamente que son machistas, así como el racismo tampoco es reconocido explícitamente y hay que develarlo en nuestras actitudes cotidianas o de lo contrario salta a escena en el momento menos pensado. Así también el machismo salta a escena en el momento menos pensado.
No hay un “tipo” de mujer,
sino multiplicidad de formas de ser mujer
como ya se ha demostrado en la ciencia, la literatura, la política o la economía
Eso es lo que parece que le pasó a Matador cuando cayó en el estereotipo al mostrar que las astronautas no tenían mejor cosa que hacer que irse de compras. No se dio cuenta que eso es algo que lleva él muy adentro, una imagen estereotipada sobre lo que las mujeres somos. Porque no hay un “tipo” de mujer, sino multiplicidad de formas de ser mujer como ya se ha demostrado en los campos de la ciencia, la literatura, la política o la economía. No hay una mujer, hay mujeres.
Banalizar el papel tan grande que han alcanzado estas astronautas, que por primera vez hacen una caminata espacial, es reducir su importancia, porque llegar allá, al espacio, no debe haber sido un camino fácil, como el de salir de compras. Ha sido sin duda un recorrido de mucho esfuerzo, de mucho sacrificio personal, de anteponer su vocación profesional a las demandas familiares y sobre todo superar aquellas personas que, como Matador, tienen en su subconsciente un papel restringido para la mujer.
No se trata de quemar en la hoguera al caricaturista, como lo mostró el mismo Matador que de paso dibujó un nuevo estereotipo de mujer, la que el llamó feminista radical: Gorda, fea, odiando a los hombres y dispuesta a tomar venganza contra cualquier machista. De lo que se trata es de seguir en la lucha por hacer visibles esos estereotipos que tienen a la mujer relegada a una única forma de ser y derivar de ahí exclusiones y discriminaciones.
Si no se hace el ejercicio de señalar las múltiples formas en las que se escuda el machismo, éste seguirá vivito y coleando. Por eso, a pesar de seguir admirando el trabajo de Matador, tengo que unirme al coro de mujeres que lo cuestionaron y pedirle que revise su mensaje, así el siga sosteniendo que es una víctima perseguida por el feminismo radical.
