Estimado, Matador.
Mi nombre es Edna Yiced Martínez. Soy una mujer negra, colombiana y doctora en Sociología.
Seguramente ya sabe el tema por cual que me dirijo a usted.
Me imagino que ya ha recibido muchas cartas y comunicaciones de personas y colectivos afrodescendientes manifestándole el malestar por una de las caricaturas que usted hizo en relación a la participación de la gente afro en el paro nacional que actualmente vive Colombia. Yo no quiero repetir lo que mucha gente ya le ha dicho y que usted parece no cansarse de escuchar.
Con esta carta tengo dos intenciones:la primera es contarle una parte de la historia que usted, como persona blanca-mestiza y como hombre, desconoce sobre la gente negra en Colombia y de paso sobre las mujeres negras del país; la segunda es hacerle una invitación que tengo la esperanza acepte.
En muchas ocasiones sus dibujos me han hecho reír. Me gusta la forma en la que su lápiz a veces refleja y desnuda al país y al mundo. Pero tengo que confesarle que muchas otras veces sus caricaturas me han hecho llorar, porque en ellas los monstruos contra los que he tenido que luchar casi toda la vida vuelven a cobrar vida.
Cuando veo la forma en la que usted pinta a la gente negra me vienen a la memoria imágenes de mis libros primaria, de secundaria e incluso de universidad. También de las caricaturas que leí durante la infancia, en donde no había ninguna referencia positiva sobre la gente negra-afro, y de mujeres negras científicas, bueno ya se imaginará.
Cuando en los libros se hacía referencia a los componentes raciales o étnicos de la sociedad colombiana, la gente negra era presentada de forma grotesca e ihmunana. Gente semidesnuda, con características zoomorfas, incapaces de cultura, conocimiento, perezosos, pobres por voluntad y naturaleza, criminales y ladrones de poca monta. Lo mismo ocurría en la televisión, en cine, en la literatura, en las artes plásticas, etc.
Cuando veo sus caricaturas siento un dolor profundo porque me recuerdan todos las lágrimas que de niña lloré cuando mis compañeros de clase , entre los 6 y los 18 años (durante 12 años) me insultaban por mi color de piel, y utilizaban todo un rosario de insultos que mezclaban mi condición étnica, de género y socioeconómica. Pero sobre todo me parte el alma pensar que ahora millones de niños y niñas afro están sufriendo los insultos, vejámenes, humillaciones que yo sufrí porque la gente que hace representaciones del país sigue insistiendo en humillarnos, en vernos y presentarnos como usted lo hace.
Usted y yo fuimos adoctrinados con las mismas ideas sobre quién es gente, quién es ser humano en Colombia y quién no. A los dos nos enseñaron que el poder es blanco, masculino y terrateniente, empresarial, banquero y eclesiástico. Pero los dos, por caminos y estrategias diferentes hemos logrado salir de esa matriz, construir un pensamiento propio y utilizar nuestras herramientas para combatir esa estructura; en mi caso la palabra, en el suyo el dibujo.
El humor es un bálsamo para la sociedad y la persona que hace buen humor, como usted a veces atina a hacerlo, posee un don maravilloso. Pero el humor también es poder porque puede decidir y definir el objeto de la burla... es muy fácil burlarse de aquellos que han sido objeto de risas toda la vida.
Sobre la gente negra hay millones de formas no racistas y no discriminatorias de hacer humor, pero para encontrarlas se necesita inteligencia, entendimiento y voluntad. Yo pienso que usted tiene la primera, le invito para que consiga las dos últimas.
Cordiales saludos.