Hermanos, en tal desmedida lucha,
amé vuestro coraje ardiente,
bajo la metralla rugiente y tonante,
con las rojas banderas flameando al viento
Volveremos por todos los caminos
Volveremos.
—Epígrafe, Louise M.
Hoy un pueblo se levanta con la bandera de la dignidad. Las masas están en plena ebullición. Salen a las calles con rabia, con ira y con alegría. Otras, quizás, con miedo, pero están ahí, al calor de la lucha ferviente. Es un pueblo que ya perdió el miedo. Con la fuerza de un huracán y con el aleteo libertario del cóndor surcando el país andino (Colombia) deja desplegar sus alas de conciencia y dignidad.
Obreros, indígenas, afros, artistas, mujeres, hombres, estudiantes y la fuerza de una juventud, con su canto primaveral rebelde desde las trincheras de la barriada, con paso y voz de gigante, hacen estremecer los cimientos de una élite mafiosa, corrupta y asesina que se ha anquilosado en el poder, ultrajando, humillando y asesinando la esperanza que otra Colombia es posible.
El paro del 28 de abril del 2021 será recordado como uno de los más agitados de Colombia. No hay rincón de una ciudad en donde no se sienta el golpeteo de cacerolas, pitos y sirenas.
Ha despertado una nueva ciudadanía que exige no solo tumbar una reforma tributaria; quizás muchos de los jóvenes no les interese ni saber que es ese esperpento económico. No, ellos exigen más que eso. Ellos exigen un país más incluyente, donde puedan soñar con nuevas alboradas, que se respete la naturaleza y que la política no sea un juego de intereses de poder político corrupto. También exigen "inventar paz así sea a punta de ponchazos", que no les frustren sus sueños e ideas, y que la educación sea liberadora, transformadora y enmacipadora.
“Este no es un gobierno que camina pa adelante; este es un gobierno que camina para atrás” es el estribillo reiterativo de esa masa emergente, que a pesar de la brutal represión no se amilana. ¿Quién dijo que una revolución social era un camino de rosas?
“Las revoluciones son cambios de paradigma en las que se produce una transformación radical en un ámbito cultural o en una sociedad en general. Muchas veces generan un enfrentamiento a causa de las contradicciones que superan, pero también hacen más probable el progreso”.
Desafortunadamente todo progreso es doloroso... Y tortuoso. Colombia no es la excepción.
Hoy, los ojos del mundo tienen la mirada puesta en Colombia, viendo cómo esa nueva ciudadanía emerge con entusiasmo a pesar de la represión de un Estado matón, que se ha camuflado bajo el manto de la "democracia" más perfida de América Latina.
Como dijera Bob Marley: “Mejor morir luchando por la libertad que ser un prisionero todos los días de tu vida”. Sí, el pueblo colombiano no puede seguir siendo prisionero de sus propias desgracias, así sea derramando algo de sangre en el pavimento de la infamia.
Algunos se rasgan las vestiduras gritando a los cuatro vientos, ¡esos son unos vándalos!, ¡terroristas!, ¡malandros!, donde infortunadamente se deja ver la miseria humana (que de por sí históricamente el Estado se desentiende de esa clase marginada y desclasada). Yo me pregunto: cuando la protesta se torna violenta, ¿es vandalismo o es insurreción?
El expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien dio vitamina para nutrir el paramilitarismo y tuvo que ver con la creación de esta máquina de guerra y terror en Colombia, salió a los cuatro vientos a invocar al ejército a la calle para reprimir la protesta.
Esto me hizo recordar al Marqués de Sade: "Imperioso, colérico, irascible, extremo en todo, con una imaginación tan perversa como nunca se ha visto, ahí me tenéis en una cáscara de nuez... Mátenme de nuevo o tómenme como soy, porque no cambiaré". Cualquier parecido con la historia, no deja de ser una mera realidad.
El joven policía, el joven estudiante y el joven "vándalo" son hijos del mismo vástago, ¡del pueblo! No se dejen oprimir por las mismas cadenas de la injusticia social. No pueden seguir transitando en las brasas de la barbarie, ni mucho menos hacerle el juego a los alquimistas de la guerra.
El expresidente demócrata de los Estados Unidos, John F. Kennedy, alguna vez le dijo al mundo: “Los que hacen la revolución pacífica imposible, harán inevitable la revolución violenta”. Interesante frase de uno de los exhalcones del imperio más poderoso del mundo, en los últimos 150 años y, en el cual los gobiernos de Colombia han sido sus cipayos y lacayos.
Mi reflexión final: ¡Volveremos a la calle!
¡Pasarán los segundos, los minutos, las horas, los días, los meses, los años!
¡Crecerá la maleza encima de nuestros muertos!
...Nos multiplicamos en heroica lucha...
Los pájaros llegarán a los bosques picoteando el tronco de la injusticia.
...Pasarán millones de noches oscuras, haciendo polvo las estrellas.
Hombres y mujeres pasarán como vendavales
...Desfilando los proscritos, las prostitutas, los diversos, los afros, los amerindios, los obreros, los estudiantes, los ambientalistas, los mendigos, los niños olvidados, y los muertos en cortejo fúnebre...
Dando su último grito estampado en heroicas luchas
¡volveremos!, ¡volveremos!
¡Volveremos! en murmullo de ciclón, en un millón de voces rebeldes
¡Volveremos! por las alamedas y caminos,
con espíritu de titánica lucha... Saldremos de la oscuridad.
¡Volveremos! apretando para siempre los puños.
En curtidos rostros
"sangramos la bandera"
de blancas ideas.
La paz en sus flancos,
ondea la lucha.
¡Todo se extingue!
las trincheras son fuertes,
y muchos son los valientes...
Todos han caído,
¡oh! mis camaradas...
Pero ellos se levantan.
¡Ya no nos arrastramos como esclavos...!
pero hoy sueño,
camaradas míos.
Somos hijos del pueblo victorioso,
fieros y valientes
como nuestros héroes marchamos...
con la dignidad en los ojos.