Adela Torres Valoy agita el entusiasmo con su voz, su poderosa presencia se va tomando el auditorio, no da tregua a la distracción; vueltas hacia sus palabras, las mujeres, en medio de la pausa, aplauden.
También hay desahogos de risas sobre hechos narrados por Adela cuyos códigos a veces ignoro. Yo veo sus rostros y también las escucho, porque el lugar está preñado de sus reclamos: dieciocho años tiene la menor, trabaja en una finca bananera para ayudar a su familia, su padre no puede con todo, pero ella quiere estudiar; y los rostros más cansados, de algunas de las mujeres mayores de sesenta, que ya deberían gozar del buen retiro pero todavía libran otra lucha, que parece ser muy frecuente, la lucha por el derecho a la pensión, por hacer visibles las semanas cotizadas que se esconden como desaparecidas en la galera de un mago. Adela las escucha, habla y toma nota.
La estatua de los caídos se encuentra en el mercado de Ciénaga, la he visto en fotos, y siempre me ha parecido impresionante, un país en el interior de una estatua, el país de los obreros que pasan su vida trabajando y luchando por mejores condiciones laborales.
Y ahora aquí, bajo la obra del maestro Rodrigo Arenas Betancur, la enorme efigie de un cortero de banano blandiendo su machete con el cielo a sus espaldas, al escuchar a quienes rinden homenaje a los trabajadores masacrados en la noche del 5 al 6 de diciembre de 1928, viene a mí el eco de uno de los tantos relatos tejidos sobre esos hechos: un redoble de tambor, seguido de un toque de corneta, interrumpen los murmullos de la multitud de obreros que con sus mujeres e hijos esperan la madrugada para despedir a la Comisión de los dirigentes de la huelga que van a viajar desde la estación de tren de Ciénaga hasta Santa Marta, a reunirse con el gobernador que ha aceptado mediar entre los huelguistas y la United Fruit Company; apostados en los costados de la plaza de la estación cuatrocientos soldados escuchan la voz de su comandante, el coronel Carlos Cortés Vargas, quien ordena a la multitud que se disperse o de lo contrario ordenará abrir fuego, recibiendo como respuesta, a coro, el grito de “viva la huelga”; ordena de nuevo despejar la plaza en un minuto y una potente y solitaria voz se escucha: “les regalamos el último minuto”; a la orden de “Fuego” los sonidos de metralla y fusil, severos, mortales, y al cesar, el silencio, interrumpido sólo por los gritos de dolor y nuevos disparos, aislados, que impactan sobre quienes se levantan para huir.
Nunca se supo a ciencia cierta cuántas personas murieron esa noche y durante los días siguientes en que los huelguistas eran perseguidos por el ejército y ejecutados sin fórmula de juicio. Fue un episodio execrable de nuestra historia contemporánea en el que los intereses de una compañía extranjera estuvieron por encima de las vidas de unos humildes obreros que reclamaban condiciones laborales dignas; cada año, los sindicatos de la región se reúnen en esta plazoleta, alrededor de la estatua de los caídos, para que la Masacre de las Bananeras no se pierda de la memoria. En el marco de esta conmemoración, la secretaria general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Agropecuaria, Adela Torres Valoy, quien ha sido delegada por la dirección nacional de la organización para representarla en los actos conmemorativos, me concede la siguiente entrevista:
Ch: Se cumplen 93 años de la masacre de obreros bananeros perpetrada por el ejército colombiano en Ciénaga y ordenada por el gobierno nacional para frenar la huelga que estos trabajadores adelantaban para exigir a la empresa norteamericana United Fruit Company que negociara su pliego de peticiones ¿Cómo se puede rendir homenaje a esos trabajadores asesinados hace casi un siglo por defender sus derechos laborales?
ATV: El homenaje que podemos rendir a estos hombres, a estos guerreros bananeros, es seguir recordando su memoria, año tras año, no dejando esto en el olvido, es lo mejor que podemos hacer. Por eso este año estamos nuevamente aquí rindiendo homenaje a la memoria de estos trabajadores, ¿cuántos fueron? nunca se conoció porque muchos de los cuerpos fueron desaparecidos, lanzados al río, y también muchos al mar. Entonces, lo más grande que podemos hacer por ellos es que la historia no se olvide.
Ch: La huelga de los trabajadores bananeros de la United Fruit Company en 1928 tuvo el apoyo de la gran mayoría de la población. ¿Cuál fue la participación de las mujeres en esa lucha?
ATV: En esa huelga participaron hombres y mujeres; los hombres estuvieron acompañados por la solidaridad de las trabajadoras y no solo de ellas; fue una participación activa, muchas seguramente fueron esposas, hijas, sobrinas, fue una participación importante la de las mujeres en la huelga.
Ch: La organización sindical de los trabajadores para luchar por sus derechos ha avanzado mucho desde la Masacre de las Bananeras. ¿Cuáles cree usted que son las principales conquistas que se han conseguido desde entonces y qué falta por conseguir en materia de leyes laborales en Colombia?
ATV: Un legado importante de esta lucha es el haber podido avanzar en el tema de las convenciones colectivas, a partir de los pliegos de peticiones, donde se plasman conquistas para los trabajadores como la jornada de trabajo, la vinculación directa con las empresas, y que se tengan todas las garantías que se puedan lograr, todo lo que tiene que ver con seguridad social como atención en salud y pensión de jubilación.
Se ha venido ganando ese diálogo, haciendo valer el derecho de negociación colectiva, para llegar a acuerdos con los empresarios. Aquí en el Magdalena no ha sido fácil porque hay más de catorce mil trabajadores para organizar y sólo hay 3.500 afiliados al sindicato; pero seguimos en la tarea, estableciendo un plan de trabajo con miras al crecimiento de afiliados; se está buscando acercamiento con la parte empresarial, para que ellos puedan entender que el trabajador no va a hacer nada malo para la empresa por el hecho de estar sindicalizado; al contrario, se convierte en un beneficio para la empresa, porque es un trabajador que la va a cuidar y respetar, ya que cuenta con las garantías que le otorgan la ley y convención colectiva.
Y hablando de garantías y de leyes laborales, la legislación debe ser para la protección de los derechos de los trabajadores, porque en Colombia se ha retrocedido, con una flexibilización que suprime muchas conquistas laborales, por ejemplo, la ley 100, que rebajo el 100 % de un festivo al 75 % e introdujo otras reformas negativas; han venido quitando cosas que benefician al trabajador, y no le van dejando absolutamente nada, entonces se necesitan de nuevo leyes de protección para el trabajador; para ello debemos tener legisladores nuestros en el Congreso, personas que verdaderamente luchen para que la población trabajadora pueda tener mejores garantías y bienestar.
Ch: Buena parte de su vida la ha dedicado a la lucha por defender los derechos de los trabajadores ¿Cómo puede surgir una mujer en una organización sindical compuesta en su inmensa mayoría por hombres?
ATV: Yo pienso que en mi caso ha sido un tema de responsabilidad, de trabajo, de aprendizaje, de querer aprender y estar en los espacios donde verdaderamente se puede trabajar; también, sobre todo, de ser inteligente porque si uno se dedica a pelear con los compañeros o a hacer cosas que no son, entonces uno puede entrar en choque y eso no lo favorece.
He podido surgir a través del trabajo juicioso, la disciplina, el respeto sobre todo porque soy una mujer que me gusta respetar, y también por la convicción de que debo ir poco a poco, sin desesperarme, porque Dios me va llevando a ese punto que me tiene que llevar. Es duro, pero al final se logra, con muchas lágrimas, mucha decepción, mucho estrés, muchas cosas, yo creo que con 20 años de estar ahí siento que lo duro ya ha pasado, porque de pronto al principio me daba miedo cuando un compañero hablaba, pero ya eso es caso cerrado (risas)
CH: Además de dirigente sindical de los obreros bananeros es usted una mujer muy destacada en la lucha de la población afrocolombiana ¿Cómo está la situación de las mujeres afrocolombianas?
ATV: Las mujeres afrocolombianas hemos empezado un proceso de reconocimiento; nos estamos reconociendo y hemos entendido que tenemos un valor muy importante, que puedo estar en los escenarios que corresponden, reconociéndome como soy y si veo que me estigmatizan y tratan de hacerme sentir mal, tomo la actitud positiva de afirmarme como persona, como un ser humano, como una creación. Para esta lucha se ha tenido verraquera, hay muchas mujeres que han hecho un trabajo impresionante, que se han dado la pela en cualquier escenario para decir aquí estoy y aquí voy a estar.
Para las mujeres es más difícil porque los hombres se apoyan en ellas para que les hagan el trabajo, muy pocos son los que dicen “yo apoyo a esa lideresa para que ella siga adelante”. Pero hay mujeres afros que surgen con fuerza y entereza, hay que reconocerles esa lucha, debemos reconocernos y buscar que ante tantas dificultades nos apoyemos entre nosotras mismas. Cuando se lucha con firmeza y se cuenta con el apoyo de nuestra gente, se puede llegar lejos. Hoy, por ejemplo, donde yo vivo, en Apartadó, deberíamos tener una mujer afro de concejal; allí hay una población afro muy grande. Para resumirte, esa lucha ha sido frontal, ha sido dura; para las mujeres afros no ha sido fácil, yo soy una de esas, pero somos muchas, dispuestas a decir “aquí estoy y aquí me voy a quedar”.