El Salado es un pueblo que como muchos en donde ha quedado registrado el paso de la guerra, se encuentra ubicado en un lugar distante que tiene en su tierra la única posibilidad de progreso. Este lugar de la costa caribe, en los Montes de María, seria, en el año 2000, el escenario en el que durante 4 días y noches el horror y la lascivia desgarraban la memoria de pobladores en las mismas proporciones que lo hacían con sus cuerpos.
Esta tierra que brindaba promesas a sus pobladores, estuvo atravesada por una época de fertilidad en medio de la aridez de su región, sobre El Salado se encuentra documentado que tenía una infraestructura en educación y salud envidiable en comparación con otras regiones, asimismo se había hecho reconocer por sus plantaciones de maíz, yuca y tabaco al punto que una empresa tabaquera hacia presencia en el pueblo, además de las actividades ganaderas.
Pero la violencia del país no podía dejar de pasar por estas tierras, según el Centro Nacional de Memoria Histórica grupos armados como el EPL y PRT tuvieron presencia en la zona hasta 1990, año en el que se desmovilizaron; ante ese vacío los frentes 35 y 37 de las FARC coparon el territorio, con la presencia de la insurgencia las elites locales fueron foco de secuestro y robo de ganado hasta el año 1997 en donde se reacciona con la creación de bloques paramilitares y en marzo de ese año se realiza la primera acción paramilitar.
Para 1999 y 2000 la crudeza de las masacres era más notoria y asediaba a toda la región, en enero del año 2000 en la vía que de El Carmen de Bolívar conduce a El Salado, un tramo de 18km, se presentó desplazamientos y asesinatos, este fue el ambiente que de alguna manera alertaba a los saladeños haciéndolos presentir la llegada de horribles noches.
Y fue precisamente entre el 16 y 21 de febrero que el Bloque Norte de las AUC, con la complicidad de las FFMM (Primera Brigada de Infantería de Marina), llega a El Salado en el marco de su persecución a la retaguardia Caribe de las FARC. La barbarie de esta “operación militar” tuvo el uso de motosierras para decapitaciones y luego proceder a “jugar” futbol con las cabezas, mujeres fueron empaladas y violadas, los asesinatos se hicieron por sorteos y también se hicieron estrangulamientos con cuerdas, todo esto con la población presente en la cancha principal siendo espectadores de un crimen sin par.
Las acciones violentas no pararon después de esos días, de hecho, se prolongaron hasta el año 2003 donde siguieron sucediendo asesinatos, amenazas, detenciones y todo tipo de persecuciones que llevaron al desplazamiento de 4000 personas cuando la población de El salado era de 5000 habitantes. La violencia paramilitar desapareció una construcción colectiva, rompió el tejido entre la gente y su tierra acabando con una economía campesina y destrozando la estructura agraria. Algunas de las familias desplazadas lo hicieron vendiendo sus tierras a bajos precios, mientras otras los hicieron por el destierro, el despojo, y dando paso a la aparición de propietarios latifundistas. Ante el “vaciamiento del territorio”, la reconfiguración territorial resultante se manifestó como “descampesinización”, es decir tierra arrasada.
24 años después es justo hacer el ejercicio de la memoria como elemento que ayuda al esclarecimiento en búsqueda de Verdad, Justicia y Reparación. La memoria debe servirnos como componente histórico para resistir a la guerra, no la debemos entender como la recapitulación de sucesos, sino como ejercicio de ética colectiva para sanarle las heridas a un país que no puede dejarse envolver en las malezas del olvido. El futuro del país debe ser uno de paz. #SinOlvido.
Fuente: Centro Nacional de Memoria Histórica (2018), Regiones y conflicto armado. Balance de la contribución del CNMH al esclarecimiento histórico, Bogotá, CNMH.
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