Más sobre Mockus
Opinión

Más sobre Mockus

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febrero 25, 2015
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En anterior columna traté el tema de la pirámide de Maslow sobre las etapas de desarrollo del ser humano, sugiriendo que podría aplicarse a la sociología; y que en el caso colombiano coincidía bastante con la clasificación por estratos que tenemos. La conclusión adelantada es que nuestros prohombres (en general, pero sobre todo los políticos) no llegan a dar el último paso de la pirámide en el que, superando el ansia de reconocimiento, de aplauso, de poder o de éxito, desarrollan y se concretan en una actividad para lo cual ella misma está orientada, en vez de buscar en ese ejercicio satisfacciones ajenas a ella (por ejemplo, dinero o protagonismo).

Ese era el tema. Pero para no dejarlo en abstracto lo ilustré con lo que en ese momento era el tema de más actualidad como era el de la relación entre los aportes que recibía 'visionarios' (que había sido el partido y la fundación de Mockus) y la marcha por la Paz que proponía. Pocas veces se habían producido tantas columnas, unas defendiendo y otras atacando a Mockus y me pareció ilustrativo el caso.

Como las reacciones recibidas fueron interesantes, aprovecho para profundizar mi opinión.

Un comentario fue: "En la cúspide de la Pirámide dice: Moralidad, creatividad, espontaneidad, falta de prejuicios, aceptación de hechos, resolución de problemas... si hay alguien en este país que cumple con esas seis características es Mockus. Casarse sobre un elefante es creatividad, lanzar agua a un contradictor es espontaneidad y bajarse los calzones es falta de prejuicios y además aceptación de los hechos..." (No menciona el orinarse desde los balcones). Como argumento puede ser algo forzado, pero aceptable como válido: es posible que Mockus se sienta 'autorrealizado' en los términos de Maslow.

Pero el punto es que eso no lo hace un modelo —ni menos un profesor— de cultura ciudadana. Tampoco el gobernar una ciudad y reivindicar como única gestión el no haber robado, o el abandonar un cargo a mitad del mandato por aspirar a cargos más altos puede considerarse como    prueba de buena cultura política.

Si de pergaminos para verlo como buen candidato se trata (o de reconocer que llegó al cuarto nivel de la pirámide), lo fue su gestión como rector de la Universidad Nacional. Logró el primer y tal vez único superávit de su historia; durante su gobierno como cosa única funcionaron en armonía los diferentes estamentos de la institución; tanto que, también como caso único, no tuvo ninguna huelga ni manifestaciones durante su periodo; y hasta solucionó el problema de las residencias universitarias que nunca se había podido manejar.

Sobre su inteligencia y habilidades no hay discusión. Como también es claro que ni está en la política para hacer plata, ni que la política que hace depende de lo que le paguen por ello.

El problema es que su gran capacidad se desborda en el campo mediático. Creo haber visto (no estoy seguro) que su doctorado en filosofía fue planteando que, al igual que en las matemáticas (que fue su carrera), todo lenguaje es básicamente una construcción que al mismo tiempo que permite, también limita la comunicación, porque la reduce al campo que ella crea; por eso más eficiente puede ser una lenguaje hiperbólico o simbólico que trasmite la idea y la intención sin enredarse en la terminología.

Tan brillante es tal tesis que logró probarla hasta la saciedad. Con sus desplantes, sus disfraces, sus espadas rosadas, o sus calzones abajo, logró más contacto con la ciudadanía que con cualquier discurso (para lo cual es bastante malo).

Pero justamente al evaluarlo como político y como ex y eventual candidato a casi todo, es donde se plantea el tema de ¿cómo ubicarlo ya no sólo en la Pirámide de Maslow sino en las expectativas de Colombia?

Porque es una persona que no ha presentado ni propuesto ningún planteamiento sobre los problemas sociales o económicos del país. Una cosa es decir que las cosas no deberían ser como son, y otra hacer propuestas de cómo deberían serlo, y sobre todo con qué programas se llegaría a lograrlo; Mockus se ha convertido en el candidato de la moral (o lo han convertido los medios) pero la moral no es un programa (aunque retóricamente suene muy bonito); y si lo fuera nadie estaría en contra (nadie presenta la corrupción como agenda o la delincuencia como plan de desarrollo).

Ya desde otro punto de vista, la moral es del ámbito individual y subjetivo. Cosa diferente es la ética ciudadana que sí debe ser parte de la cultura que debe promover un gobierno (Mockus también la defiende: 'los recursos públicos son sagrados'). Pero es la diferencia entre lo que convencionalmente distingue más las posiciones de 'izquierda' y de 'derecha': mientras para la primera un gobierno depende de la idoneidad de las instituciones, para los segundos depende de la calidad —y sobre todo de la moralidad— de los gobernantes. Es la diferencia entre quien como respuesta a los problemas que nos aquejan propone su presencia mesiánica, y quien ofrece la solución a través de proyectos y políticas que pueden ser evaluadas y debatidas.

Las confusiones que produce Mockus —por el vacío de propuestas que lo caracteriza— es tal que, si algo ideológicamente es, es derecha, pero se supone que los que lo cuestionan es por su 'izquierdismo' (como si el rechazo a la corrupción tuviera filiación ideológica o partidista).

Otro comentario fue: "Le sugiero al columnista que relea su artículo donde clama porque "ojalá nuestros ‘informadores’ tuvieran menos pasión por los calificativos y apreciaran más la ponderación en lo que trasmiten a la ciudadanía". Que Mockus se valora —y admira— a sí mismo no parece muy dudoso; que está lejos de él cualquier verdadera y aún falsa modestia parece evidente; en ese sentido el vocablo de 'ególatra' no es algo calificativo sino descriptivo. El paso al nivel cuarto de la pirámide —que supone la necesidad de buscar éxito y reconocimiento—- hace que en alguna forma sea inevitable algo de egolatría; la cuestión si esta se supera (y cuándo).

 

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