“Voy a encabezar un movimiento para que se levante un monumento a Rafael Orozco en la ciudad de Valledupar”, dice Juan Piña, compositor e intérprete que debutó a los 15 años con la orquesta de Los Hermanos Martelo y que ha sido galardonado con el Congo de Oro en los Carnavales de Barranquilla en varias oportunidades y el Grammy Latino al mejor álbum de música vallenata en 2012.
Juan Piña es un hombre que jamás hace alarde de sus triunfos, carismático y noble, con una claridad verbal que conecta inmediatamente con la gente. Fue compadre del desaparecido Rafael Orozco, la voz líder del Binomio de Oro, muy allegado a su familia.
Un compadrazgo en doble sentido. “Él fue padrino de mi hija Katherine, a quien popularizó a través de las canciones que grabamos juntos; él cantando y yo haciendo los coros; yo le bauticé a la niña Loraine, la menor de sus tres hijas; pero más que compadres, fuimos hermanos”.
Recuerda emocionado recuerda a su entrañable amigo que desapareció trágicamente la noche del jueves 11 de junio de 1992, en Barranquilla. “Nos queríamos mucho, hacíamos cosas muy lindas por nuestras hijas y nuestros hogares, ayudábamos mucho a la gente”.
“Puedo decirle a quien no conoció a Rafael Orozco en el fondo de su alma, que era una de las mejores personas que tuvo la música; un tipo noble, sencillo, descomplicado, se cuidaba mucho —no tomaba, ni fumaba—, y era un árbol que tenía muchas ramas, sostenía su hogar, la familia de sus padres, era muy caritativo”.
Para el Maestro Juan Piña, Colombia tiene una deuda que no ha saldado, pues quien le imprimió elegancia al vallenato a nivel mundial fue Rafael Orozco con el Binomio de Oro. “El primer conjunto que pisó un club social, cuando los clubes sociales no eran partidarios de la música vallenata, fue el Binomio de Oro”, manifiesta.
De igual manera, destaca el impacto internacional que alcanzó esa agrupación musical en la década de los 80 y los 90. “Tuve la feliz oportunidad de acompañarlos en Nueva York, para un empresario de ese entonces, el señor Enrique Chapman, con quien hicimos una gira de más de un mes por los Estados Unidos”.
Juan Piña, un sucreño de enorme prestigio en el país, talentoso como cantante y compositor, quien prepara un nuevo trabajo discográfico para este año con cumbia, porro y bolero, quiebra la voz al recordar el día cuando los restos mortales de Rafael Orozco llegaron a Jardines del Recuerdo en Barranquilla.
“Fue una locura colectiva el despedir a una figura tan grande y tan querida como Rafael, no cabía la gente en las calles, en el cementerio; yo enloquecí de dolor, tenía que soportar el dolor propio, el de las hijas de Rafael, el sentir de mi hija Katherina Piña Fuminaya, que era la ñaña consentida de Rafael. Son 28 años y yo siento como si fuera ayer”.
Y es quizá motivado por ese recuerdo o, como un profundo conocedor de la música colombiana que, Juan Piña ha decidido emprender una cruzada nacional para que Rafael Orozco cuente con un monumento similar al de Diomedes Díaz en la ciudad de Valledupar, la capital mundial del vallenato.
Se espera, claro, que los círculos culturales y artísticos, los seguidores de Rafael y las mismas instituciones del gobierno del César y la costa norte de Colombia se unan para reconocer a quien ha sido y seguirá siendo la figura emblemática del vallenato en el país.