Noticia vieja no es noticia pues ni informa algo desconocido ni genera ninguna consecuencia nueva; el 28 de junio de 2017 es un día histórico porque se completa la entrega de armas de las Farc pero no tiene interés como noticia. Aunque los titulares y los editoriales hagan gran despliegue, la verdad es que la repetición de una y otra y otra ceremonia, de que se acaban 50 años de violencia, de que cambiará la historia de Colombia, de que comienza el posconflicto, que se remplazarán las balas por los votos, etc. no es una información ni un hecho que describa algo que no haya sido ya digerido y asumido hasta la saciedad. Tampoco es noticia el cuestionamiento porque los acuerdos han sido incumplidos por parte del gobierno nacional, ni que faltan los trámites que corresponden a las otras ramas del poder como el legislativo o la Corte Constitucional. Ni que la paz solo llegará según lo que se haga de ahora en adelante.
Más noticia es la alianza entre el uribismo y Pastrana. Es decir que se dio la largada para la carrera por la presidencia y comienzan las diferentes opciones a tener que tomar sus decisiones al respecto. Arrancó en punta la extrema derecha y fijó como objetivo el pedir respaldo para modificar lo acordado por el Gobierno Santos con las Farc. Se pone en juego el ‘Acuerdo de Paz’ y vendrán las posiciones y las estrategias respecto a lo que esa primera jugada significa.
Noticia debería ser la situación que se crea en el Partido Liberal
por la renuncia de su Tribunal de Garantías en pleno
ante la falta de cumplimiento de una Sentencia del Consejo de Estado
Y noticia debería ser la situación que se crea en el Partido Liberal por la renuncia de su Tribunal de Garantías en pleno ante la falta de cumplimiento de una Sentencia del Consejo de Estado.
O sea que en vísperas de elecciones el que otrora fuera elector mayoritario no tenga órgano de control que certifique el acatamiento tanto a sus normas internas como a las leyes. Y en este país donde los medios de comunicación se han autoasignado la función de denunciar (más que de informar) pocas cosas parecerían más graves que la desobediencia por parte de alguno de los partidos políticos —que suponen ser la columna vertebral sobre la cual se monta un sistema democrático— de una sentencia de una de las máximas Cortes —o sea de la base sobre la cual reside la legitimidad del mismo—.
Y como complemento noticioso, la expectativa de que se cree un movimiento de sectores inconformes con la situación creada, donde se agrupen los millones de votantes que prefirieron votar por Carlos Gaviria, o Clara López o contribuyeron a elegir candidatos de otras corrientes antes que aceptar el mal manejo de su agrupación. Porque la Dirección de ese partido -ya definida y calificada jurídicamente como de facto- es responsable de varios resultados que ameritan no solo su renuncia sino sanciones tanto del partido como del Estado.
De resultados lamentables en lo electoral: votación de 57 % del electorado nacional para la primera candidatura Serpa; 33 % para la segunda; 11 % para la tercera; 4,18 % para la de Pardo; y sin llegar a poder presentar candidato propio para las últimas. La última encuesta menciona que solo un 2 % de los colombianos creen en el Partido Liberal.
Y más grave aún en lo judicial: al no cumplimiento de las órdenes judiciales se adiciona que su origen fue una Sentencia por Violación a la Moralidad Administrativa (con calificativos de ‘contra los principios democráticos’; ‘contrarios al interés colectivo’; mediante actos inconstitucionales; etc.); siete fallos en contra en los recursos intentados (adición, aclaración, tutelas, impugnación); con demandas pendientes por desacato a orden judicial y por falsedad en documento público; y como si fuera poco en causal de pérdida de Personería Jurídica por haber dejado de sesionar su congreso por más de dos años (ocho teniendo en cuenta la sentencia del Consejo de Estado o cuatro si se acepta una presunción de legalidad anterior).
Esto bajo la camarilla de sucesivos relevos en la Dirección: de Serpa a César Gaviria quien repite, pasa a Pardo, a Simón Gaviria quien también repite, a Serpa de nuevo y ahora pretenden volverlo otra vez a César Gaviria.
Es de preguntarse qué hará el presidente Santos cuando depende totalmente del apoyo parlamentario que esa le brinda pero ha sido Gaviria el culpable de sus mayores problemas: fue director de su reelección cuando los ingresos de Odebrecht y nombrado responsable para sacar el SÍ en el plebiscito.
El mandatario se encuentra en una coyuntura en la que sus propios candidatos no muestran capacidad alguna para liderar una campaña; en la que los partidos que lo han apoyado están divididos y los miembros de la colectividad que supone dirigir simpatizan con diferentes corrientes, llegando al punto que la opción de disolverlo se plantea, pero la estampida que se produciría lo impide. Y ahora la encrucijada es la de ungir al candidato elegido por Gaviria —Humberto de la Calle—, o, si, como parece, esa candidatura no despega, apoyar a aquel con quien el César negocie la vicepresidencia de Simón.