Más jóvenes tienen hoy acceso la educación superior colombiana. Sin embargo, no todo son réditos. Desempleo, monopolio de egresados de un puñado de universidades en posiciones ligadas al poder político y económico, ingresos desiguales, son solo algunas características de la alta inequidad de oportunidades de quienes acceden a la educación terciaria y egresan de ella.
Cerca de 350 000 títulos de educación superior son otorgados cada año en Colombia, incluyendo unos 60 000 del Sena. Se gradúan profesionales universitarios, tecnólogos, técnicos profesionales, magísteres y quienes cursan especializaciones y doctorados (los de verdad). Un número ínfimo de ellos puede acceder a la piñata de las mejores (y mejor pagas) colocas.
A juzgar por los indicadores, Colombia ha dado un salto dramático en solo quince años en materia de cobertura de la educación superior. Hoy en día, la mitad de los jóvenes en edad de pertenecer al sistema de educación tiene la oportunidad de ingresar a una universidad, institución técnica o tecnológica.
En números redondos, a finales de 2015 había 2 150 000 estudiantes en pregrado y la población total de jóvenes entre 17 y 21 años ascendía a 4 350 000. Es decir, 49,4 % en ese rango de edad estaban matriculados en la educación superior. Quince años atrás, esa tasa (cobertura en educación superior) era menos de la mitad: 23,7 %. Si se le suman los estudiantes de especializaciones, maestrías y doctorados, hay en Colombia cerca de 2,3 millones de estudiantes matriculados.
Comparando con datos de otras latitudes, el promedio de los paises de la OCDE, el club de países de alto ingreso al que Colombia aspira a pertenecer, la tasa de cobertura en pregrado es cercana al 70 %, aunque incluye estudiantes extranjeros. Excluyéndolos, es casi del 60 %. En América Latina, estamos quedados frente a Cuba (95 %), Argentina (76 %) y Chile (74 %) aunque le damos sopa y seco a México (29 %).
Otro cuento es cuántos terminan su pregrado, ingresan a un magister y, posteriormente a un doctorado. Mientras que en Alemania, el Reino Unido y Suiza la expectativa de que estudiantes de pregrado ingresen, finalmente, a un doctorado, es de 1 en 25, en países como Colombia, Chile y Colombia es de 1 en 200. Esa proporción guarda una relación íntima con la capacidad de investigación con la que cuenta un país.
El grueso de los estudiantes colombianos matriculados está en universidades (62 %), contra un 27 % en instituciones tecnológicas y 4 % técnicas profesionales. Solo 2,3 % hace maestrías y 0,2 % doctorados.
Las familias hacen un esfuerzo inmenso para que sus hijos vayan a la universidad o accedan a alguna carrera técnica o tecnológica. Miles de empleados asisten a las aulas en horarios nocturnos para cursar su pregrado y hacer especializaciones y magísteres. ¿Vale la pena?
Los cargos de decisión política están en manos de egresados de pocas universidades: como lo publicó las2orillas hace pocos días, (“La Javeriana y los Andes se reparten los cargos en el alto gobierno”), seis de los actuales ministros provienen de la U. de los Andes; Procuraduría, Defensoría, Fiscalía y varios ministerios están dirigidos por javerianos. Solo un ministro es egeresado de universidad pública (el de Minas, UniValle). No se recuerda que haya habido en décadas algún ministro egresado del Sena…
El desempleo castiga más a los jóvenes incluyendo a los universitarios y egresados de la educación superior. La tasa de desempleo abierto los jóvenes (14 a 28 años) es casi el doble de la que rige para la sociedad colombiana en su conjunto: 18 %. Para las mujeres jóvenes es superior al 20 %. A juzgar por las estadísticas de empleo, que muestran sus más notables éxitos, principalmente, en trabajos no calificados, los titulados de la educación superior son víctimas del flagelo. Sin contar con el subempleo, que es dramático… De ahí que con más frecuencia el conductor de taxi, incluyendo el servicio Uber, aclare que es contador, ingeniero u optómetra.
La disparidad en la calidad
de la educación que se imparte
es evidente
La disparidad en la calidad de la educación que se imparte es evidente. No solo el número de universidades acreditadas es aún relativamente bajo; centros de educación superior que ofrecen sus servicios de docencia a partir de la contratación de profesores - horas cátedra, a quienes les pagan una miseria, sin contar con profesores magísteres o doctorados en la nómina.
La cultura desempeña un papel. Varios prejuicios aportan a la inequidad. Por ejemplo, los egresados de ciertas universidades ven con malos ojos a los de otras y no les contratan en cargos importantes. O, también, el de los padres de familia que creen que convierten a sus hijos en “doctores”, simplemente porque asisten a una universidad. En contra de lo que ocurre en Alemania o el Reino Unido, las carreras técnicas y tecnológicas son, en el imaginario, socialmente inferiores.
Es necesario un plan de largo plazo que realmente promueva la equidad en el acceso a instituciones de educación superior de alta calidad.