Más allá o acá, de las fechas que se predigan por el presidente, responsable constitucional de obtenerla vía negociación política con las Farc – Epaz, la paz va.
Ojala el 20 de julio, y es lo que queremos la imperativa mayoría de colombianos que diremos SÍ al mecanismo de refrendación, plebiscito, de los acuerdos de La Habana, por fin se hayan terminado las puntadas finales que darán en zurcir el manto que envolverá por siempre la paz de Colombia.
Y se pondrá punto final al más largo y penoso conflicto armado que, por seis décadas, ha arrastrado al país por las vertientes de la guerra y la confrontación violenta, el exterminio, desplazamiento y despojo de millones de compatriotas, la vulnerabilidad y exposición permanente del aparato productivo nacional, su sostenibilidad, crecimiento y productividad.
Entre tantas calamidades que en ese largo periodo de destrucción y muerte, hemos padecido sucesivas generaciones de colombianos desde el siglo pasado por cuenta de una confrontación irracional, nutrida con vidas de compatriotas de todas las condiciones sociales, raciales y geográficas.
Si bien el compromiso de la guerrilla por la paz es inamovible y su decisión de firmarla es irrevocable, no es menos cierto y apenas entendible que no se aventure a correr el riesgo de la seguridad de sus combatientes, entre otros “detalles” por acordar, en las zonas campamentarias, transitorias o permanentes, que se convengan cualquiera sea el número de estas, su localización, urbana o rural, y termino de duración de las mismas.
Para estimar en su real dimensión ese considerado “detalle” de poco peso específico en la costura final del Acuerdo, es pertinente remitirse a la cruzada de exterminio contra la UP, más de tres mil asesinatos, en la que devino haber dejado sin garantías reales y efectivas de seguridad por parte del Estado, a los desmovilizados del proceso de paz que adelantó la guerrilla de las Farc con el presidente Betancur.
Habrá detalles que para la fecha anticipada
por el presidente Santos no van a estar concluidos,
pero serán susceptibles de acordar por las partes
Es de presumir que del mismo tenor, habrá detalles que para la fecha anticipada por el presidente Santos no van a estar concluidos, lo cual no quiere decir que los mismos no sean susceptibles de acordar por las partes.
Es el caso probable de uno que va más allá de la connotación semántica: el de la “entrega”, “dejación”, “destrucción”, “transformación” de las armas en poder de la guerrilla, habida cuenta del peso simbólico, histórico, de sobrevivencia, que a lo largo de seis décadas estas han significado para la guerrilla que, con el acuerdo en cierne, las depone.
De cuanto debemos estar seguros, es que tales detalles no van a dar al traste con la firma final del Acuerdo de Paz, al cual si bien es cierto le falta “pelo pal moño”, damos los colombianos por descontado que es el deber ser, el imperativo histórico de los supremos responsables del mismo: el presidente Santos y Timochenko.
Que ocurra en julio o más adelante, es también entendible: los tiempos, lógica y dinámicas de la guerra, cualquiera sea su naturaleza, regular o irregular, no son los mismos que puedan dar origen a una negociación política por razones distintas de las que convocan a Estado y guerrilla alzada en armas, a convenir un acuerdo para la finalización del conflicto armado y a construir los escenarios políticos para emprender la solución al social que lo ha generado y mantenido.
Que el cese al fuego bilateral por fin esté en tránsito seguro hacia su firma y ratificación, y la conversión de las Farc – EP, en Frente Amplio por la Reconciliación de Colombia – Emprendedores de Paz, es señal que la paz superará los detalles y se consolidará definitivamente.
Más allá o acá del 20J, ¡la Paz va!
Poeta
@Cristo GarciaTap