Más allá de Mandela: 'Cry Freedom', 45 años sin Steven Biko (el gran activista sudafricano)

Más allá de Mandela: 'Cry Freedom', 45 años sin Steven Biko (el gran activista sudafricano)

Con Denzel Washington como el líder sudafricano Stephen ‘Steve’ Biko, el filme de Attenborough se impone como una crónica periodística de principio a fin

Por: Luis Carlos Muñoz Sarmiento
marzo 15, 2022
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Más allá de Mandela: 'Cry Freedom', 45 años sin Steven Biko (el gran activista sudafricano)
Foto: Cortesía

Cry Freedom (1987): Esa extraña elocuencia del silencio oficial


La verdad es similar al sol. No se deja ver, pero lo hace ver todo

(Victor Hugo)

La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles
(Fiódor Dostoievski)

No hay mayor desgraciado que el que cambia su forma de pensar para complacer al resto
(Marqués de Sade)

 

El ciclo ‘El periodismo visto por el cine’, del cineclub Al filo del tiempo, inicia con Cry Freedom (Gritos de libertad) (1987), del inglés Richard Attenborough (1923-2014).

Luego vendrán los filmes Sostiene Pereira (1996), de Roberto Faenza; Un día más con vida (2018), de Raúl de la Fuente y Damian Nenow; y Mank (2020), de David Fincher.

Con Denzel Washington como el líder sudafricano Stephen ‘Steve’ Biko, el filme de Attenborough se impone como una crónica periodística/cinematográfica de cabo a rabo. El tecleo de la máquina de escribir es homologable al sonido de la ametralladora que dispara sobre la población en los disturbios de Soweto en junio de 1976.

Su trepidante ritmo en el montaje, su coral banda sonora, así como la solidaridad entre los personajes conforman una obra entrañable. La que pone de presente que en la guerra la primera víctima es el pueblo, antes que la verdad, y que pocas veces la elocuencia del silencio oficial resulta tan perniciosa.

La historia se inicia en noviembre de 1975 en Crossroads, provincia de El Cabo, Sudáfrica. Los personajes que aparecen y están involucrados en la ficción, son tomados en blanco y negro, mientras el resto del metraje transcurre en color, lo cual de por sí reitera el carácter de crónica que alterna con la puesta en escena fílmica. De primeros planos sucesivos se pasa a un plano general abierto, para mostrar a los niños y a los grupos que transitan por las calles atestadas de escombros producto de la guerra de los afrikáners contra el pueblo negro.

Con todo lo que implica y que va desde la militancia comprometida de Steve Biko a la estadía en la cárcel y luego al dudoso compromiso político de Nelson Mandela. (1) Tal como se intentará aclarar con la mayor ecuanimidad un episodio turbio que la historia oficial, como siempre, lavó hasta el hartazgo.

De entrada, los símbolos sintetizan una historia de valor civil, humanismo, compromiso político, anhelo de hermandad entre negros y blancos, urgencia de la prensa libre y democrática de verdad, no de papel, represión policial, hipocresía de los políticos, ilegalidad en los desalojos y abuso en las redadas, desafueros del Poder, paternalismo blanco frente al negro, relevancia de la conciencia negra, prejuicios del racismo, peligros del supremacismo blanco, arbitrariedades del apartheid, en fin, fomento del odio racial en detrimento del negro.

Cabría citar, también, el castigo al blanco, pero no por sus propias faltas sino por su ‘ilícita’ asociación con el negro: caso concreto del periodista/editor Donald Woods, quien pasa de la duda (no tan) razonable a la más potente amistad, en su relación con el líder Steve Biko. (2)

Entonces, dichos símbolos se manifiestan de diversas formas: una niña, no un niño, estudia, lo que habla de la búsqueda del equilibrio entre hombres y mujeres, antes que de una hipotética igualdad; y mientras ello ocurre, al fondo se ve la foto de Nelson Mandela, quien pasó 28 de sus 95 años de vida en la cárcel; luego, a partir de un travelling de der. a izq. alguien pone en una ventana la imagen de Steve Biko, el líder que abrió la puerta para un mejor entendimiento, un mayor respeto entre blancos y negros, una superior preocupación por cambiar la historia inventada por el ‘más rosado que blanco’; en fin, el ánimo por suprimir una idea: que hay seres humanos superiores a otros para, de paso, acabar con el supremacismo blanco, al menos en Sudáfrica, dada la historia de pernicia y turbiedad que rodea a dicho país.

Un niño cabecea. De repente, se sobresalta por el ruido de camiones milicos y corre a avisar a la gente. Ya se sabe que viene la guerra contra el pueblo. Como la que hoy, mientras EEUU vía OTAN la aúpa en Ucrania, el narcotráfico la causa en Fosa Común: pero de ella no se habla por el capricho de la jerarquía noticiosa dictada por el Tío Sam y su trauma con el gasoducto Nord-Eastern-II alemán y ruso, por el imperio de la pauta que subyuga y encauza mal la información para derivar en desinformación. (3)

Lo que, por otras vías y razones, toca Cry Freedom, como cuando a través del ‘servicio en [inglés] de Radio Sudáfrica’ anuncia la redada en Crossroads, ‘poblado ilegal’, tras ordenar un desalojo en favor de ‘la salud pública’. Muchos, sin permiso de trabajo, son reubicados: nadie se opuso a la redada, se dice, pero, ¿acaso alguien podría hacerlo?, es lo que la mujer parece cavilar y a la vez no puede creerlo.

Julian Assange: “Casi todas las guerras de los últimos 50 años fueron resultado de las mentiras de los medios”. (4) Lo que tiene que ver con la manera como el gobierno surafricano, aunque aplica a todos, reprime a Woods, por estar humanitaria/filosófica y afectivamente, en fin, por solidaridad, con Biko.

Así, se le proscribe y prohíbe por un lustro relacionarse/estar con más de una persona a la vez, excepto con miembros de su familia o escribir algo personal o para publicar. Fotos de Biko ya muerto tras ser torturado en la cárcel, a causa de Kruger y del Cap. De Wet, adalides de la esclavitud, no de la libertad: para lo que se supone están. Por contraste, la unión de la familia de Donald y Wendy.

Todos sus hijos son distintos (como hace 50 años supe cuando un campesino me mostró su mano) y aun así dejan atrás sus disputas tras un objetivo: la libertad de su padre y la publicación de Biko, que hará ‘cagar a los Bóers’, como entre carcajadas señala el viejo que lleva a Wood al puente sobre el río Telle: “Los Bóers se cagarán… Kruger, Vorster y Botha, todos ellos, se cagarán de miedo”.

Una de las virtudes del filme es la complejidad de los personajes, no esas criaturas maniqueas que a diario fabrica Hollywood. Cuando no se sabe dónde está Biko y el gobierno rechaza la apelación para liberar a Mandela, surge la figura poderosa de una mujer, la Dra. Ramphele, para enfrentar a D. Woods, quien a su vez habla, con sorna, de los ‘prejuicios negros’ atribuidos con sesgo a Biko, según lo desmentirá él mismo.

Dice Ramphele, como quien le aclara al patriarcado, al machismo y al andro/falo/centrismo: ‘Soy una muestra del interés paternalista de los blancos por los nativos de Sudáfrica’. Para ella, Steve Biko es uno de los pocos que aún puede salvar al país y señala que está en su zona restringida, en Leopold Street.

El más virtuoso para disipar ese maniqueísmo de que se habló, así como para andar libre de prejuicios o sea en libertad es Biko cuando habla con Woods, para de paso inocularle la idea de que no hay ‘hembras bantúes’.

Como con ese tono peyorativo dirá uno de los policías que entra a la casa de Woods a acosar a Evalina, una ‘mujer’, como le aclara con revólver en mano, entonces, Biko le dice: ‘Cuando intentaba sacar un título para los empleos que ustedes nos dejan tener, me di cuenta de que no solo los buenos empleos eran blancos. La única historia que leíamos era la del hombre blanco, escrita por él. TV, carros, medicinas, todo inventado por el hombre blanco’. El prejuicio detrás del racismo y este obstáculo para la libertad. La que sí encarna Biko y no tiene Woods. Debido a eso, es que su cercanía no se da ya ni es mágica, sino dolorosa y concreta, razones por las cuales se hará aún más entrañable.

Biko: ‘La libertad solo para el hombre blanco. Incluso el fútbol… entonces, no es difícil creer [ser] inferior por haber nacido negro. […] Les cortamos el césped, cocinamos, limpiamos la casa’. Su objetivo nuclear político es acabar, se reitera, con la idea de un hombre superior a otro y de paso con el supremacismo blanco. El que llega hasta el ‘Pato Donald’ ‘Hitler’ Trump, dicho por ser el estereotipo del mundo Disney surgido como entertainer de la ‘caja tonta’ así como del nazi/fascismo.

Aupado por la plutocracia evasora de impuestos gringa, en este caso de la construcción y del proxenetismo, como quiera que su abuelo poseía un prostíbulo y, además, era inmigrante, lo que no fue óbice para que su nieto los odiara.

Y esa idea de extirpar el supremacismo no se la perdonará el Apartheid ni en concreto Kruger, De Wet ni, menos, los expresidentes Balthazar J. Vorster, quien duró un año en el poder y dimitió en 1989, y Pieter Willem Botha, quien dimitió en 1989 luego de casi cinco años de gobierno.

Aun así, Biko no se queda en la teoría, sino que va a la práctica, lo que recuerda a Jung: ‘Tú eres aquello que haces, no lo que dices que harás’. Lo que nada le simpatiza al régimen, como queda claro en uno de los clímax de Grita libertad. Biko: ‘Creo que Sudáfrica es un país en el que negros y blancos deberían convivir juntos’. Una sociedad pluralista ‘a la que pueden aportar algo todos los segmentos de la Comunidad’.

No obstante, advertía ‘con inquietud y repugnancia el patente terrorismo del gobierno’. Aquí recobra un valor inusitado su postura al señalar lo que ya c. 1964 advertían Malcolm X y MLK: había que llenar de orgullo a la Comunidad Negra, de ahí tanto énfasis a lo largo del filme sobre la ‘conciencia negra’. Lo que hoy se resume en su sentido de cooperación vs. prurito de acumulación capitalista: Ubuntu o ‘Soy porque somos’, muy distinto del ladrillazo neoliberal ‘Sálvese quien pueda’.

Que hoy, como por ‘encanto’, pasa del virus/negocio que no prosperó, a la esperanza, siempre renovada bajo cualquier pretexto, de la guerra, por la ‘invasión de Rusia a Ucrania’. (5) Hasta el más tonto infiere que se trata del ardid gringo: echar uno de sus brazos armados, la OTAN, seguido por el payaso Zelenski y sus perros de la guerra nazis, sobre Rusia para atribuirle de modo hipócrita la ‘culpa’ de bombardearla, hasta llegar al ridículo extremo de endilgarle lo que jamás ha hecho Rusia: una guerra nuclear. (6)

Contra tal irracionalidad, en Grita libertad se insta a enseñar/transmitir a los niños la historia negra, hablarles de los héroes negros, de la cultura negra, para que ya frente al blanco no se sientan lo que no son: o sea, inferiores.

Otro clímax: al ser detenido Biko por hablar fuera de su zona restringida (él insiste en ir por donde quiera pues es su país) y por exigirle a De Wet respeto, recibe una cachetada y es acusado de lo que solo sabe hacer el blanco: fomentar el odio racial. Biko mantiene la calma y cuando los esbirros de De Wet bajan la guardia, asume una actitud que poco o nada se ve en un espacio judicial o policial: le devuelve una trompada y lo arroja contra la ventana.

La clave está en cambiar la forma de pensar de la gente

De Wet ‘confiesa’ (el asesino siempre se confiesa) un rumor: que Mapetla se ahorcó. Pero, Biko le comunica a Woods: ‘El día antes de que muriera, la policía le enseñó a otro preso un muñeco de Mapetla ahorcado’. Policía y autoridades en general, siempre tan previsibles, deshonestas, dependientes del engaño, como hoy se ve en todo lugar.

Ello se infiere de lo ocurrido en Pretoria, en septiembre de 1977, al anunciarse que ‘Bantú S. B.’, como dice su nombre a un policía, ‘muere en la cárcel’. Pero, no muere. Lo asesina la policía por instigación previa de Kruger, Min Seguridad, vaya eufemismo, y del Cap. De Wet, jefe de la policía. El afrikáner miente, como la prensa que lo secunda, al reflejar su hipocresía: ‘La muerte de Biko me ha dejado frío. Murió tras una huelga de hambre’. El informe oficial no es menos rastrero: ‘Bantú S. B., […] negro de 30 años, murió por una lesión cerebral que le provocó insuficiencia renal. Que dadas las pruebas disponibles su muerte no puede atribuirse a ningún acto u omisión que suponga un delito por parte de ninguna persona’. He ahí uno de los ‘flashbacks’ en que Woods recuerda a su ahora ya no solo entrañable sino indesligable Biko.

Woods recuerda una vez más a Biko cuando en el juicio le preguntan sobre ‘lo negro es bello’ a bordo de la camioneta en que un policía lo lleva a Queenstown, con dos detenidos negros. ‘Porque se suele asociar lo negro con cosas negativas’, como ya decía Muhammad Ali, de modo insuperable y con humor antirracista, en ‘¿Por qué Dios es blanco?’ (7)

Biko: ‘El mercado negro, la oveja negra de la familia, todo lo que se supone malo’. El juez: ‘¿por qué se llaman negros? Son más cafés que negros’. ‘¿Por qué se llaman blancos?, responde Biko: ‘Son más rosados que blancos’. El togado acepta con desgano. Biko lo mira con benevolente ironía. Sus recuerdos apremian a Woods, como cuando le advierte sobre el prurito del blanco por arrebatarles a los colonizados su lengua madre: ‘Donald, lo importante es no aceptar sus restricciones.

Por ello, los niños de Soweto se niegan a que les enseñen en afrikáans, se están quitando unas cadenas mentales que nadie podrá volverles a poner’. Como hace el keniano Ngũgĩ Wa Thiong’o en su charla magistral titulada África, escritura y emancipación. (8)

Él escribe en kikuyu y swahili, tras haber pasado 25 años en Reino Unido y regresar a su tierra, para encontrarse con su verdugo, el dictador Daniel arap (sic) Moi. Al terminar Biko, Woods señala: ‘Lo he conseguido’, refiriéndose a que la memoria del líder sobrevivirá por siempre.

‘¿Ya sabes la noticia? Recuerda, hablamos por teléfono’, suena Biko en la cabeza de Woods mientras va en avión al exilio forzado, con su familia. Sí, lo sabe, pero le pregunta por las fuentes. Los niños de Soweto están en huelga y citan la ‘conciencia negra’. Se niegan a estudiar afrikáans, a que solo les enseñen a ser sirvientes del Sistema. ‘El nombre de Biko se ha pronunciado aquí y allá’, dice Woods a Biko. ‘Es el principio del fin. Si cambias la forma de pensar de la gente, ya nada será lo mismo’, le enfatiza Biko con una lógica que abruma.

afrikáans es el idioma del opresor’, dice el cartel. PG abierto sobre las masas de niños y jóvenes que se suman al acto de rebeldía, aunque más justo sería, ‘revolucionario’. ‘desobedezcan leyes injustas’, reza otro.

Sí, porque lo que no resulte justo en el accionar de un gobierno es sensato/válido e imprescindible desobedecerlo. La policía dispara. La primera víctima es un niño. Aunque se diga, hay que reiterarlo, que la primera víctima de la guerra es la verdad, antes lo es el pueblo: niños, jóvenes, mujeres y viejos.

En la represión sobre Soweto, de junio de 1976, murieron más de 700 escolares y más de 4.000 resultaron heridos. Por eso, Biko: ‘Pero tú, niño negro, listo o tonto, naces aquí y, listo o tonto, morirás aquí’. Vuelta al presente de la narración: Woods en la avioneta sueña despierto con Biko.

Por una ley del Parlamento, de 1962, Sudáfrica legalizó el encarcelar sin juicio. En adelante, los eufemismos oficiales fueron los mismos de la dictadura brasileña (1964-1985): ‘Cayó siete pisos’, claro por empujón; ‘Causas naturales’, luego de golpearle el cráneo sin descanso; ‘Se ahorcó’, quién no cuando lo hace otro; ‘Suicidio’, por suicidado… y así, en lo que va del 5 de septiembre al 26 de marzo de 1987: 14 años, por lo menos, de impunidad oficial.

Todo esto, para terminar, trae a la memoria al mago de la Ilustración Voltaire, quien nos revuelca la amnesia: ‘La civilización no suprimió la barbarie [sino que] la perfeccionó e hizo más cruel y bárbara’. Como pasó, v. gr., con el periodista de origen serbio Vladimir Herzog, quien estando preso apareció ‘colgado con su propio cinturón’, o sea, uno que no debía tener si se atiende al mandato de la DOP o Departamento de Orden Público, vaya ironía, en tanto que al entrar todo detenido recibía su piyama de rayas: sí, como la del niño aquel en poder de los nazis.

Conclusiones: Steve Biko, una lección de tolerancia

Cry Freedom es una crónica fílmica de largo aliento, en dos partes: una, hasta el asesinato de Biko; otra, hasta el epílogo, con el recurso a su memoria por Woods.

Un ritmo basado como pocos en el montaje intelectual, a la Eisenstein en El acorazado Potiomkin, como lo hace Attenborough al intentar rescatar esa otra víctima de la guerra, la verdad, de la que habló Esquilo antes que Hiram Johnson o ‘Gabo’, al contraponer la miseria en que han hundido a Soweto frente a la opulencia en que viven políticos, autoridades y policía. Una narración basada en flashbacks, a través de los cuales Woods honra a su amigo y ante todo rinde tributo a la resistencia del pueblo surafricano: el que pasó de la ética por honesta radicalidad de Biko a la misma lucha en la cárcel por Mandela, desdibujada, eso sí, al filo del tiempo: para poder subir al trono tuvo que ceder a las ‘peticiones’ de los Bóers, F. de Klerk dixit, hasta voltear las cifras sobre el poder de la tierra: 85% quedó en poder de los granjeros blancos y solo un 15 % en manos de los negros, los que no solo cocinaron y limpiaron las casas de aquellos sino que siempre labraron la tierra tal como ya lo hicieron/hacen en todos los rincones del mundo.

Mención aparte merece el valor del guion, basado en el vínculo Historia/Cine. Como señala Peter Burke ‘muchos historiadores profesionales nos hemos percatado de que no tenemos el monopolio sobre la reflexión o las interpretaciones del pasado’. (9)

No solo se representan a través del medio escrito, sino por diversos recursos: cine, arte, radio, TV, exposiciones, escenificaciones, performances, etc. En igual sentido, no hay desde la Historia ni el cine, un modo concreto/impecable de interpretar el pasado, y aquí Burke cita al erudito en filosofía e historia, Johannes Martin Chladenius: ‘No hay […] una historia de la Reforma en singular, sino solo diversas historias de la Reforma en plural’.

Y, sin embargo, Attenborough hace una mixtura entre Historia y Cine que sorprende por la brillantez de los diálogos dialécticos entre Biko y Woods; por la riqueza de los personajes no solo principales ni secundarios, sino de (no tan) simples extras que hacen algo más que adornar la pantalla: ilustrar con su figura o acciones un aspecto clave de la historia que se narra. Por ejemplo: la tensión que se crea con el policía que maneja la camioneta con jaula, en la que suben aquellos dos negros golpeados.

Algo que tiene que ver con los ‘puntos de giro’ en la hechura del guion y que van en favor de la dramaturgia y en contravía de la obviedad; también, con los ‘puntos de vista’, como en Rashomon (1950), basado en el cuento En el bosque, de Ryūnosuke Akutagawa (10), en torno al grado de dificultad que hay para acceder a la verdad sobre un hecho: en el filme de Kurosawa, cuatro; en Grita libertad, muchos ‘puntos de vista’: uno, documentado (J. Vigo), a través del cual Attenborough saca a flote la mayoría de lo que esconde el ‘Iceberg’ de la verdad sobre Biko, sepultado por décadas en el mar de la mentira, la componenda, el ardid, alrededor de un hombre que fue ético por honesto hasta el punto de entregar su vida… hasta el punto de que se la quitaran, cuando tenía apenas 30 años.

Un hombre, ser humano, persona íntegra, que jamás escatimó como oprimido fuerza alguna para gritarle al opresor todo lo que sentía, pensaba y creía, no sin medir, claro, las consecuencias con el valor de sus argumentos.

En Gritos de libertad (existe otro filme homónimo, de Ch. Burnett), hay una búsqueda sobre el atropello al negro, los desafueros del poder, las extralimitaciones de su fuerza bruta (bien bruta) policial, sin irrespetar/transgredir la Historia conocida y otra descubierta a través del coloso Biko: su desbordante sinceridad, su honestidad a toda prueba, su ética política, hacen palidecer a cualquier político y traen optimismo a mujeres/jóvenes y viejos.

Que son siempre las primeras víctimas de la guerra, del atropello gubernamental y de sus autoridades, a toda hora amparadas por la impunidad que, creen, les confiere su uniforme, aunque a veces duden entre cambiar o dejarlo para disparar junto a civiles.

La forma en que el cine ve al periodismo en Grita libertad obedece a postulados éticos, a una visión reflexiva/crítica de la Historia, del Apartheid, del actuar de los medios: estos, siempre escondiendo la verdad detrás de la pauta y sin renunciar jamás a desvirtuar los hechos primarios; a actuar en connivencia con los políticos para obedecer antes sus órdenes que ir en pos de la verdad/libertad de opinión y expresión, de la tan mentada objetividad que ellos vuelven manipulación/desinformación.

Es de resaltar el rigor de Attenborough para realizar esta crónica, o velado Biopic, sobre la vida y pesares de Biko, así como ya había dado trazas de lujo en Gandhi (1982), biografía basada en la de Louis Fischer. Al que podría no gustarle Gandhi ni Grita libertad, sería al imperio inglés. O a su heredero gringo. O al español del ‘lavador’ que huyó a Dubái.

En fin, a ningún imperio: les recuerda su miseria sin fondo, su riqueza con altura… ¡delincuencial! ¿Cómo podría gustarle al ‘poderoso’ la historia de un personaje, elaborada por el guionista John Briley, enjuto, casi famélico, que enfrentó al ogro inglés sin otra arma que la ‘ahiṃsā’, o no violencia, prohibió comprarle su sal y sus telas, le enrostró la Masacre de Amritsar en que cayeron miles de indios, que la historia oficial br(u)tánica cifró en cientos, boicoteó al Imperio, logró la independencia, forzó, de modo indirecto, el nacimiento de Pakistán? (11)

Con las contradicciones de aquel personaje al romper inofensivo e íntegro, que se indigna con el Imperio por el trato dado a sus compatriotas, como echa de casa a su esposa luego de un trivial forcejeo doméstico; que fue capaz de elaborar una nueva constitución para su país, pero incapaz de prohibir y prohibirse las relaciones con menores, débil para enfrentar un mal extendido que reúne tanto a religiosos como a laicos del orbe en pleno siglo XXI: la pedofilia.

La trayectoria de Woods va en contravía de la que señala el Marqués de Sade en el epígrafe: jamás cedió a presiones/ofensas/agresiones ni quiso complacer a nadie; y, pese a las tensiones iniciales, logró ponerse de acuerdo con Wendy para rescatar la figura de Biko y permitir conocer la verdad sobre los horrores del gobierno sudafricano, la miserable/repugnante actitud de Kruger, el fascista proceder del capitán De Wet. Por último, cómo no volver sobre el reparto de la historia en dos partes muy claras y equilibradas: hasta el asesinato de Biko, primero, y, luego, la incesante búsqueda/lucha de y por la verdad que realiza Woods, con base en la fragilidad de sus recuerdos de cara a la memoria y a la lucha de Biko.

Todo ello con una carga de emocionalidad difícil de hallar en otros filmes, más que nada gringos pues entre los europeos hay toda una cantera de trabajos marcados por el rigor y la objetividad tanto histórica como de respeto a la memoria/lucha y resistencia de líderes y de sus pueblos.

El nivel de tolerancia de Biko es una áspera lección para tozudos y caraduras como Kruger, De Wet, Vorster, Botha, De Klerk, a quienes nunca, pese a la evidencia, Biko trataría alguna vez de imbéciles ni ante los que pasaría por inteligente: bien supo lo que hizo en 30 años, sin pasar jamás por el hombre que entre más promete/habla, menos cumple/hace. Entre Biko y Woods se estableció una alianza humanista/humanitaria, llena de contradicciones y matices, rica en cooperación y solidaridad, fuente de dialéctica al servicio de la práctica más que de la teoría.

La que, en el epílogo, deja una estela de verdad que, si se parece al sol, quizás, por contraste, también impide verlo todo: aun así, no sobra decirlo, de eso no son responsables ellos dos. Dicha responsabilidad recae apenas en la extraña elocuencia del silencio oficial que al filo del tiempo ha pecado por acción u omisión, sin que su aliada la Iglesia se ruborice.

Trabajo dedicado a Santiago, a quien le he cumplido mucho más de lo que hubiera podido prometerle. 


Notas, enlaces y bibliografía:

(1) https://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/12/130611_nelson_mandela_suenos_no_cumplidos_mr

(2) Donald J. Woods (1933-2001), editor del Daily Dispatch, muy conocido por su amistad con Steve Biko. A la muerte de éste, siguió su labor contra el Apartheid en Londres y en 1978 llegó a ser el primer ciudadano privado en dirigirse al Consejo de Seguridad de la ONU: ese mismo año publicó su libro Biko.

(3) http://socompa.info/internacional/a-que-jugo-y-juega-ucrania/

(4) https://www.youtube.com/shorts/o1wdaiQqEWM

(5) https://www.youtube.com/watch?v=Ey7S1WIg7c0

(6) https://www.novacultura.info/post/2022/02/22/nao-a-agressao-dos-eua-otan-nao-a-guerra-na-ucrania?utm_campaign=0944b8f0-792e-4d74-934b-788d0b448ec1&utm_source=so&utm_medium=mail&cid=5bdc8809-8ae5-496a-b680-e92b7ac4e387

(7) https://www.youtube.com/watch?v=0k7Ir1bWjyM

(8) https://www.youtube.com/watch?v=Z5ifyjAmovY&t=2s

(9) BOLUFER, M. / GOMIS, J. / HERNÁNDEZ, T. M. (Editores). Historia y Cine – La construcción del pasado a través de la ficción. Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2015, pdf, 213 pp.: 18.

(10) https://rebelion.org/la-crucifixion-y-sus-sucedaneos-en-el-cine/

(11) https://rebelion.org/la-dignidad-de-una-bala-no-tan/


FICHA TÉCNICA:

Título original: Cry Freedom. En español: Grita libertad o Gritos de libertad. País: UK / Italia. Año: 1987. Dir.: Richard Attenborough. Guion: John Briley. Género: Biográfico / Drama. Formato: 35 mm; color / b/n; 157 min. Fot.: Ronnie Taylor. Mús.: George Fenton. Int.: Steve Biko (Denzel Washington); Donald Woods (Kevin Kline); Wendy Woods (Penelope Wilton); Dra. Ramphele (Josette Simon); Ntsiki Biko (Juanita Waterman); Tenjy (Wabei Siyolwe); Mapetla (John Matshikiza); Enfermeras (Evelyn Sithole / Xoliswa Sithole); Ken (Kevin McNally); Alec (Albert Ndinda); Jane Woods (Kate Hardie); Cap. De Wet (Timothy West); Padre Kani (Zakes Mokae); Mr. Kruger (John Thaw). Prod.: Universal Pictures. Dist.: Universal Pictures / Netflix / FandangoNow. Premios: Festival de Berlín, 1987: Mención Especial. Bafta, 1987: Mejor Sonido.

* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra) colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución fue lanzado por UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión, EE y Las2Orillas. E-mail: [email protected]

*Luis Carlos Muñoz Sarmiento – Especial para Las2Orillas

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