Acabo de leer La parábola de Pablo y El largo vuelo del cirirí, del exalcalde de Medellín y periodista Alonso Salazar Jaramillo. Y por ello he sido invitado a un conversatorio con él, dentro de la programación de la IX Feria de la lectura en Montería “Un río de libro”.
Confieso que me había abstenido de leer La parábola de Pablo porque me había visto, la serie “El patrón del mal”, más por las actuaciones de los protagonistas, que me parecieron excelentes, que por el desarrollo temático. Creía, equivocadamente, que no pasaría de ser una apología al delito y a lo que ahora llaman “cultura traqueta”. Y, pensé también, equivocadamente, que podría tratarse de pura “literatura de supermercado.
Y Frente a El largo vuelo del cirirí, me motivaba a leerla el acontecimiento tan reconocido en el país y en el exterior, como fue la lucha de 12 años de Fabiola Lalinde por su hijo desaparecido.
Pues bien, después de leer La parábola de Pablo, cambié de idea, porque es una obra que no hay que leerla solamente desde su contenido temático, que narra la trayectoria de Pablo Escobar como narcotraficante, sino desde el contexto histórico en el que en Colombia surgen fenómenos como el narcotráfico, la guerrilla y la corrupción.
La parábola de Pablo pone en evidencia elementos que llevan al lector a comprender el origen de la “Cultura traqueta “que invadió al país desde la década de los 80, porque ¿quién pude entender que sectores de la sociedad terminen rindiéndole pleitesías a un criminal con sentido de justicia? (Parábola de Pablo, pág. 373)
Un libro que nos lleva a pensar, con sentido crítico, que este es un país en el que “predominan e imponen verdades que se consideran “absolutas”. Y esto no es solo de La parábola de Pablo”, sino que se ve reflejado muy crítica y magistralmente en el “Largo vuelo del Cirirí”, en una escena cuando Fabiola Lalinde, madre de Luis Fernando Lalinde, enfrenta a un eufórico coronel Nelson Mejía Henao y le dice, en tono maternal que: “El que grita no tiene la razón”.
Creo que en ese instante Fabiola, a través de Alonso Salazar, nos deja la enseñanza de lo gritones que somos en Colombia, un país en el que el que grita e insulta se cree dueño de la verdad. En fin, a través de Fabiola Lalinde, nos da una lección, no solo de lo que es este país, sino de lo que no debería suceder.
Pero este libro también pone en evidencia las estrategias perversas de un Estado corrupto. Con estos dos libros también queda demostrado que la historia se puede estudiar a través de la Crónica, que es el género periodístico vecino del reportaje, y de la literatura. Es lo que Alonso Salazar hace magistralmente en sus libros, es decir, mirar la literatura y el periodismo como una depósito de experiencias pasada que permiten construir futuro.
De todas maneras, son dos libros bien estructurados, escritos en un tono y lenguaje periodístico que los hacen atractivos y que nos atrapan desde la primera hasta la última línea.
(*) Comunicador Social, Mg en Educación, docente de la Universidad del Sinú-Elías Bechara Zainum.