La construcción de comunidades basadas en la unidad geográfica, étnica y religiosa actualmente choca con la realidad multiétnica y multicultural del planeta, cuyos legados están siendo radicalmente cuestionados. Legados en los que reinos católicos del pasado como los hispánicos (coronas de Castilla y de León; corona de Aragón que incluía los reinos de Cataluña, Valencia y Mallorca; reinos de Portugal y de Navarra), durante la baja edad media (siglo XV) basaron su unificación en la expulsión de judíos, musulmanes y vasallos moriscos del emirato del al-Ándalus. Hasta que las luces liberales de la ilustración asentadas en la revolución francesa (mediados del siglo XVIII), abrieron en Europa otros caminos contra el flagelo de la discriminación, pero con muchas dificultades.
Discriminación basada en “castas raciales” que ha sido la causa de muchos de los problemas globales más apremiantes en materia de derechos humanos, y que en el continente americano (o Abya Yala según los pueblos originarios) se remonta al pasado remoto. Donde zapotecas, mayas, los sanguinarios aztecas y otros grupos nativos como los incas, capturaban prisioneros para sacrificarlos a sus dioses o para someterlos a la condición de esclavos como sirvientes de la nobleza. Práctica de esclavitud “racial” (considerada legal en Europa desde el 200 a.C. hasta el siglo XIX), que con el arribo de los primeros exploradores después de 1492 (ingleses, franceses, portugueses, holandeses), se expandió por todo el nuevo mundo. Siendo, de hecho, la primera actividad comercial de Cristóbal Colón como “Almirante del Mar Océano”, quién envió a Europa cuatro carabelas con una remesa de 550 esclavos indígenas para subastarlos en los mercados del Mediterráneo (enclave donde se podían encontrar por aquel entonces esclavos guanches o canarios, africanos, asiáticos y del medio oriente).
Incursiones esclavistas en las que la identificación de los rasgos físicos, especialmente la “piel oscura”, fue la base de la discriminación racial en el continente africano desde la edad antigua (IV milenio a.C.), individuos a los que tribus guerreras sometían mediante diferentes sistemas de esclavitud y en múltiples lugares. Inhumano tráfico de esclavos realizado en África por sus propios pueblos como los ashanti de Ghana y los yorubas de Nigeria, en alianza con otros grupos como los imbangala de Angola y los nyamwezi de Tanzania (que servían como intermediarios o bandas de mercenarios errantes), a fin de crear conflictos contra otras etnias africanas y justificar la captura de personas para exportarlas a través del mercado transahariano de esclavos.
Comercio de personas realizado igualmente por piratas berberiscos musulmanes, recurriendo a incursiones conocidas como razzias, quienes capturaron entre los siglos XVI y XIX cientos de miles de cristianos en ciudades y pueblos costeros europeos, principalmente en Italia, Francia, España y Portugal, pero también en las Islas Británicas, los Países Bajos, e Islandia, condenándolos en países del norte de África a una vida de torturas y trabajos forzados. Bereberes conocidos por las antiguas civilizaciones del mediterráneo como “garamantes”, de quienes el historiador griego Heródoto contó en el siglo V a. C., “que habían esclavizado a los etíopes persiguiéndolos con carros tirados por caballos” (etíopes que al vivir en cuevas los griegos los llamaban trogloditas, de trōglē “caverna”).
También durante la conquista de América, amerindios de las vencidas etnias quechuas o incas de la región andina de Perú y Bolivia (de igual manera que los tonacas, txitximecas y txascaltecas de Méjico), “se integraron a las tropas conquistadoras españolas” como cargueros, vigías auxiliares, o “fuerza de choque de aliados fiables” (que buscaban venganza contra crueles pueblos —algunos hasta caníbales* como los caribes en Colombia—), con el fin de prestar apoyo en los avances de la tropa y garantizar el éxito de las incursiones militares. A quienes los mapuches (o araucanos del cono sur) denominaban yanaconas o yanayacos en su acepción de “serviles o cobardes” (pueblos yanaconas hoy concentrados en un 85,6% en el departamento del Cauca).
Esclavitud que comenzó siendo “blanca” en Europa, debido a la esclavización de diversos pueblos por los romanos, y posteriormente, durante la época medieval, pobladores no cristianos del este y del centro del continente (rusos, circasianos, tártaros, albanos, búlgaros, bosnios...) fueron capturados y vendidos como esclavos en Europa occidental a reinos cristianos. Que en documentos que datan del año 492, dan cuenta sobre que comerciantes judíos conocidos como radhanitas (en hebreo, רדהני) dominaron el comercio entre el mundo cristiano y el musulmán entre 600 y 1000 de la era cristiana.
Práctica ignorada (?) actualmente por muchos ciudadanos estadounidenses y europeos, países donde la gente cuando se refiere a esclavitud, solo piensa en africanos y pocas veces en la que fueron también víctimas o también sufrieron algunos indígenas en sus territorios nativos. Ya que estos al no cruzar el Atlántico y no ser registrados en bitácoras de los barcos, ni tasados por los registros portuarios, tampoco aparecían en las facturas de venta, ni menos aún en los testamentos de los esclavistas de esta aciaga época. Pueblos indígenas de América que en la medida que comenzaron a adquirir caballos y armas, de la misma manera se convirtieron en proveedores independientes de esclavos, llegando a dominar la mayoría de las rutas internas del tráfico durante los siglos XVIII y XIX.
Pueblos como los comanches (Texas) y los yutas (navajos de Utah y Arizona), y posteriormente los apaches (Nuevo Méjico), que en el norte de México y lo que ahora es el suroeste de los Estados Unidos, fueron proveedores regionales de esclavos abasteciendo a otras comunidades indígenas, así como a españoles, ingleses, franceses, y más tarde a mexicanos y estadounidenses. Esclavitud que fue formalmente abolida en todas las colonias españolas en 1837, salvo en Cuba y Puerto Rico, donde los emigrantes españoles (indianos) y los traficantes gallegos, catalanes y portugueses (negreros), continuaron enriqueciéndose a su costa hasta 1885, abasteciendo a estas islas de esclavos desde los mercados del sur de Estados Unidos. Siendo uno de los aspectos más relevantes de esta “otra esclavitud” que, al nunca ser reconocida legalmente tampoco se derogó formalmente, como sí se hizo con la esclavitud africana.
Historiografía de los indígenas de Hispanoamérica durante la época colonial, que da cuenta de las transformaciones que registro su mundo, donde los individuos eran definidos considerando únicamente su grupo étnico de pertenencia, hasta desembocar durante el siglo XVIII en diversos cuadros de mestizaje y sus correspondientes "castas". En las que “el tributo” constituía la forma de reconocimiento, de la obediencia y el sometimiento que como vasallos debían a los “encomenderos” de la corona española. Obligación que eximía a los caciques, que gozaban de exenciones que les otorgaba Las leyes de Indias, ya que eran reconocidos como “súbditos libres del rey”, si bien eran considerados como de menor categoría. Prohibiendo la residencia de los españoles, negros y mestizos en los pueblos de indios, y a los indígenas dentro del casco de las ciudades. Alejamiento que motivo el estancamiento de los cabildos indígenas, en gran parte debido a los afanes de los caciques por controlarlos y mantenerse a la cabeza de sus súbditos. Replegándose con el tiempo algunos poblados hacia las profundidades de las selvas, o de las montañas, donde intentaron resistir a las infecciones víricas (varicela, sarampión, sífilis) y a los procesos de mestizaje y de dominación sociocultural.
Conflictos raciales que no encajan fácilmente en los modelos analíticos tradicionales de los estudios étnicos/raciales de las ciencias sociales, que los enmarca dentro del paradigma del proceso de “modernización de las naciones”. Dado que, según estos modelos, los grupos étnicos pueden basar su identidad en el idioma, como en Bélgica (flamencos y valones) o en Suiza (alemanes y franceses); o en la religión, como los sikhs, los musulmanes y los hindúes en India, y los cristianos y los musulmanes en Líbano; o en la nacionalidad como en Unión Soviética; o en la “raza”, como sucede en Sudáfrica. Igualmente, pueden ubicarse dentro de un estado que no reconoce formalmente su propia composición multiétnica, como Francia, Japón, Indonesia, Turquía, Portugal y muchos países africanos. Casos en el que las minorías pueden tener una implantación regional, tales como los bretones y los corsos en Francia, o los escoceses en Gran Bretaña; o ser de características tribales, como los diversos grupos asentados en Afganistán.
Pueblos nativos y tribales del mundo que, dadas las circunstancias históricas de su conquista e incorporación a nuevas estructuras poblacionales, en la cuales se enfrentaban mundos muy diferentes pero compuestos igualmente por feroces guerreros curtidos en experiencias sangrientas. Hace que la incorporación de los pueblos vencidos, marque el comienzo del desmoronamiento de los pueblos nativos, encontrándose hoy disminuidos reductos en América, Australia y Nueva Zelanda (incluyendo los inuit y los samis de las regiones polares septentrionales). Pueblos en los que su aparente modestia y tolerancia “la permiten a su pesar”, al ser una “supuesta virtud de los grupos étnicos minoritarios” que forman parte de la discriminación de todas las sociedades del planeta. Sociedades que del mismo modo niegan la existencia de una práctica cotidiana de etno-racismo, contradiciendo sus creencias sobre el rechazo a lo diverso, en un planeta que como morada del ser humano en 6.000 años han pasado un sinfín de civilizaciones que siempre han impuesto “su modo de vida como cultura reinante”.
Notas al texto
* La percepción horrorizada que las narraciones ancestrales de muchas culturas muestran sobre el canibalismo, es común a varios grupos americanos que en sus relatos se refieren a una semi-humanidad, “que existe desde tiempos míticos y que debe ser exterminada por sus excesos”. Individuos que no se comportan como un ser humano digno de su condición, poseídos por un deseo sexual desmedido, que comen carne cruda humana y practican la endogamia. Transformándose radicalmente en un enemigo peligroso, que puede poner en riesgo la subsistencia de las comunidades “al volverse un jaguar-humano depredador de sus mismos parientes”. Existiendo aún en el presente tribus caníbales, como los Korowai en Papúa Nueva Guinea y los Amahuacas del Perú.