Por cuenta de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos se ha puesto de moda, en el discurso de Trump, el marxismo y la ideología de izquierda. Por supuesto, se trata del nuevo “macartismo”, que recordemos fue el término acuñado por los años 50 cuando un senador de apellido McCarthy, se dedicó a señalar, a todo el que no le gustara, de espía o traidor. De allí se generó la palabra macartismo que no significa otra cosa que acusar abusivamente de algo a alguien que no lo es. Gracias al macartismo muchos fueron a juicio, los condenaron o huyeron del país, como Charles Chaplin.
El movimiento salido de las entrañas del dolor afrodescendiente en los Estados Unidos se ha multiplicado tanto como se han multiplicado los casos de abuso policial en varias ciudades. “Las vidas negras importan” es un movimiento que no tiene ninguna raíz insurgente, ni pretende convertir al país en un régimen socialista, qué es de lo que lo acusa Trump. Eso sí, busca reformar las organizaciones policiales que, amparadas en el racismo estructural, condenan como delincuente al primer negro que vean en la calle y le pueden disparar o neutralizar.
Este movimiento coincidió con la campaña presidencial dónde se enfrentan, como siempre, demócratas y republicanos. En esta contienda uno de los dos lados está interesado en macartizar al otro, en decir que el candidato Joe Biden es el más grande revoltoso qué ha dado toda la historia de los Estados Unidos. Si no fuera porque se juega tanto en esta elección, incluido el futuro de buena parte del mundo, sería hasta chistoso que a un viejito inofensivo formado en las canteras de la burocracia, senador por muchos años y vicepresidente por ocho sea considerado una amenaza para la estabilidad democrática.
Eso es lo que pretende vender Donald Trump en una campaña en la que ya dejó ver sus garras de halcón proguerra. Frente a las últimas arbitrariedades policiales, como dispararle a un hombre negro siete veces por la espalda, Trump ha aplaudido feliz.
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Lo que resta de campaña se va a desenvolver entre terrorismo y orden, una estrategia impuesta por la ultraderecha, a la que no parece responder de forma adecuada el Partido Demócrata
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Esta receta de asustar con “el fantasma que recorre el mundo” como dijo Carlos Marx en su manifiesto comunista, Trump puede lograr lo que no ha logrado en estos últimos meses de pandemia, recuperar puntos en las encuestas. Ya sabemos en Colombia lo eficaz que resulta asustar a la población con el coco del comunismo. Entre nosotros, lograron torcer la voluntad popular hacia el plebiscito a punta de mentiras de esa índole.
Estoy segura que lo que resta de campaña se va a desenvolver entre terrorismo y orden, una estrategia impuesta por la ultraderecha, a la que no parece responder de forma adecuada el Partido Demócrata o sus muy tibios asesores.
Trump se dio cuenta que la tenía perdida en términos de respeto a los derechos humanos o garantías para minorías inmigrantes y se ha dedicado a asustar con mentiras, como la repetidas noche tras noche en la convención republicana.
En lugar de apaciguar la furia policial y la reacción ciudadana armada, ha venido ponderándolas como el legítimo derecho a defenderse frente al caos. A cada nuevo abuso policial, lo respalda como el legitima uso de la fuerza y señala de culpables a los demócratas que, según dice, están propiciando la anarquía y quieren acabar el sistema policial norteamericano.
Mucho me temo que poner de moda el marxismo como contenedor en las elecciones de noviembre lo lleve de nuevo a la presidencia. Pero, posiblemente no le bastará su estrategia para gobernar otros cuatro años. Entonces se inventará que el marxismo se ha tomado el mundo para justificar alguna guerra. La ciudadanía siempre tiene pavor al terrorismo y es de eso que acusan a la oposición demócrata. Estrategia conocida en Colombia donde algunos se visten de bomberos, pero viven echándole leña al fuego, dizque para apagarlo.