Lo vi por primera vez en persona en una fiesta en pleno festival, recién fallecido su padre, cuando hacía par con Juancho De La Espriella. Era alegre, tenía un carácter solar, tranquilo y paciente. Abrazó a la gente que se aproximaba como si les conociera, con ese carisma que sin duda heredó de Diomedes, y destacaba mucho por su sencillez genuina. Pero lo más extraordinario era sin duda alguna su talento. Siempre creí que él era el heredero de su padre, de su voz, de su energía, de su capacidad asombrosa para cantarle al amor. Tal vez por eso su muerte prematura me parece inverosímil. ¿Cómo es posible que un hombre tan joven y en la plenitud de su vida, fallezca de esa manera tan absurda?.
Con tantos afectos por esas tierras del Valle, la muerte de Martín me hizo pensar que son demasiados los accidentes de los que uno conoce cada semana y que se producen por las carreteras de la costa Caribe, y en particular del Cesar, por lo que decidí consultar las cifras para tratar de entender si se trataba de un sesgo, o si en realidad tenemos un problema de carácter epidémico.
El Ministerio de Transporte ha creado una agencia especializada, la Agencia Nacional de Seguridad Vial, para llevar las estadísticas del sector, pero lo primero que me sorprendió es que los números no están actualizados, y genera confusión la manera como han operacionalizado algunos conceptos, por lo que decidí contrastar sus cifras con las publicadas por el Instituto de Medicina Legal y la Policía. En efecto, todas las fuentes confirman que tenemos una verdadera epidemia en seguridad vial.
Lo más impactante es confirmar que tenemos las peores cifras de mortalidad vial en casi 20 años, con unos 6.680 accidentes registrados tan solo el año pasado (téngase en cuenta que muchos accidentes jamás son registrados porque se surte algún tipo de arreglo entre los conductores, o sencillamente no se presenta ningún tipo de denuncia). Todos los progresos en materia de seguridad vial y cultura ciudadana al conducir (la mayoría de los accidentes se producen en zonas urbanas) han desaparecido en una década. Cada día ocurren un promedio de 534 accidentes en los que fallecen 18 personas y 114 resultan heridas. Tan solo el año pasado se produjeron alrededor de 41 600 personas heridas en accidentes sobre los que existe algún registro de denuncia.
La mayoría de las personas que fallecen en accidentes son los conductores de moto, generalmente varones entre los 15 y los 42 años, lo que convierte a los accidentes de tránsito en la causa más importante de muerte en varones jóvenes. Las cifras han mantenido un aumento sostenido desde el año 2005 cuando estuvieron en su punto más bajo.
La mayoría de los accidentes ocurren por exceso de velocidad,
seguido por las infracciones y la embriaguez
La mayoría de los accidentes ocurren por un exceso de velocidad, seguido por las infracciones y la embriaguez. Esta última categoría, casi el 10 % de los accidentes, sorprende porque continua en ascenso a pesar de que las normas se han endurecido notablemente, lo que significa que el endurecimiento de la ley no necesariamente previene o alcanza el efecto disuasivo esperado por los legisladores. En el caso de las infracciones, es muy preocupante que muchas están relacionadas con condiciones que distraen a los conductores, siendo la más importante, que los conductores involucrados estaban atendiendo el teléfono. Sobresalen también las muertes por imprudencia: el sobrecupo en los buses, taxis y colectivos, los varados sin señales de advertencia, la reversa sin precaución.
Se solicita un cambio en el enfoque de la seguridad vial con especial énfasis
en la eliminación o la mitigación de riesgos
que atienda el aspecto del diseño de calles y carreteras
En la mayoría de todos los accidentes hay una motocicleta involucrada. Bien sea generando una reacción en cadena que produce el choque de terceros, o en los que se ve involucrada una moto como causa del incidente, como sucedió en el caso de Martín Elías. Las conclusiones del reporte de Medicina Legal son de enorme relevancia en el análisis del fenómeno, en ellas se solicita un cambio en el enfoque de la seguridad vial con especial énfasis en la eliminación o la mitigación de riesgos que atienda el aspecto del diseño de calles y carreteras, pero también del diseño vehicular. Tal y como lo denunciaba en esta misma columna hace algunas semanas, se permitió el ingreso de grandes cantidades de autos que no cumplen con los estándares internacionales de seguridad y nadie sabe por qué se permite su importación y venta en el país. Muchos de esos carros han sido empleados en el servicio público y su desempeño en accidentes es catastrófico porque carecen de los más básicos estándares de seguridad como cinturones de seguridad y bolsas de aire o estructuras resistentes al impacto.
Cada día mueren muchos jóvenes por causa de accidentes que habrían podido prevenirse. Son muchachos jóvenes, llenos de sueños, con carreras en apogeo, como Martín. Además de llorarlo, harían bien nuestros políticos si en su nombre y en el de tantos muchachos jóvenes que fallecen cada día en circunstancias similares, se emprende un plan de emergencia vial para atender este desastre que está acabando con tantas vidas jóvenes. Ninguna mamá debería tener que enterrar a su hijo, ningún hijito merece perder a su padre así. Duele mucho esta pérdida. ¡Que nada de esto sea en vano!