Perdió lo que tenían y eso que tenían mucho. Su esposo llegó a tener tanto que no podía contar las tierras, pues todo lo que se veía en el horizonte era de él, les dijo a unos periodistas que había llegado desde Bogotá a conocerlo cuando celebraba su cumpleaños número cuarenta en una terraza.
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Lucía arrogante como uno de esos emperadores romanos que admiraba. Era de los Mancuso de Palermo, habitante de la 'Ndrangheta, amplia patria de la casta de la mafia calabresa y la emperatriz de ese imperio tenía apellido francés: Dereix.
Martha Dereix, la que fuera la esposa de Mancuso, ya no manda en su casa del exclusivo barrio La Castellana de Montería, una mansión de 2.000 metros cuadrados. Ahora está refugiada en un hotel en Bogotá, ciudad en donde trata de evadir sus viejos fantasmas, pues como una maldición, cada vez que enciende el televisor, el apellido de su esposo siempre está ahí.
Entre el 10 y el 11 de mayo de 2023, Mancuso volvió a ser tendencia. Desde Miami, en su última oportunidad de ser aceptado por la JEP, encendió un ventilador que amenaza con despelucar a generales, directivos empresariales, dueños de medios, una casa editorial y hasta un vicepresidente, Francisco Santos.
Dereix en los últimos años ha tenido que atestiguar contra su esposo y esas han sido sus únicas apariciones públicas. En ese lapso, ha salido a la palestra a decir que ella no tiene nada que ver con Enilce López, ‘la Gata’ ni con todo lo peor que dejó la oleada de masacres en las que está envuelto Salvatore Mancuso.
Se conocieron cuando ambos tenían nueve años y eran vecinos del barrio Costa de Oro. Se casaron a los 18 años y desde el principio, Martha aceptó el discreto rol asumido por las mujeres en una Córdoba donde el poder se lograba con el ganado o con los votos.
Mantenía la discreción alrededor de la casa y la crianza de los tres hijos de la naciente familia, Jean Louis, Gianluigi y Jean Paul, pero la elegancia y la ostentación la desplegaba en las actividades sociales en el Club de Tiro, posterior Campestre de Montería, y eso que ella era una Dereix.
Los Dereix eran una familia de origen francés cuyos antepasados llegaron al Sinú en el siglo XIX atraídos por el negocio de la madera y eran conocidos de los Mancuso. Hicieron su fortuna devastando bosques de cedro amarillo, caoba, ceiba veteada y carrero, palos finos que salían de las selvas del Sinú y tomaban rumbo a Europa desde Cartagena.
Abrieron una finca de 2.000 hectáreas bautizada Martha Magdalena, sembraron cacao y terminaron vendiéndosela al general Pedro Nel Ospina, antes de que el líder conservador llegara a la Presidencia. Los Dereix fueron los primeros en llevar a la ciudad el auto, la luz eléctrica y hasta fundaron el primer banco.
La riqueza acumulada se diversificó en varias fincas, que también abrieron a punta de hacha y una de éstas fue El Torno, donde Martha Dereix nació el 16 de febrero de 1964 y pasó sus primeros años hasta que su papá la llevó a la casa esquinera de Costa de Oro en donde conoció a Salvatore.
Los Mancuso vivieron un tiempo en Estados Unidos, regresaron a Colombia y a El Torno en 1995 cuando sus vidas tuvieron un cambio radical y Salvatore ya nunca volvería a ser el mismo. Con la ayuda del mayor Walter Fratini Lobaccio, amigo de infancia y discípulo
Con la ayuda de su amigo de infancia, el mayor Walter Fratini Lobaccio, discípulo del general Farouk Yanine Díaz, quien promovió un modelo paramilitar en el Magdalena Medio, que no sólo replegó a las Farc, sino que entronizó las nacientes Autodefensas con sus prácticas violentas.
Mancuso comenzó a ser un visitante frecuente de depósitos de la Brigada XI de Montería, que convirtió en su segunda casa. Allí recibía entrenamiento y afilaba su puntería en el polígono donde además encontró las razones para armarse y salir a perseguir la guerrilla de las Farc que asolaba a Córdoba. Y entonces, no sería el mismo joven que alguna vez soñó con ser ingeniero, y dirigía una máquina de guerra.
Martha Dereix prefirió hacer oídos sordos al eco de las noticias que salpicaba al esposo ausente, ya cabeza del Bloque Norte de las Autodefensas: masacre en Mapiripán, Meta; en La Gabarra, Catatumbo; en el Aro, Antioquia y el Salado en los Montes de María. Más de cien muertos y 70.000 personas que huían abandonando sus parcelas. Prefería no escuchar noticias y menos las que relacionaban a su marido con el envío de más de 119.000 kilos de cocaína a Centroamérica, el Caribe y Estados Unidos desde Urabá, Atlántico y La Guajira.
Al principio, cuando él estaba ausente, se conformaba con las rosas que le mandaba desde la clandestinidad. Un día le llegaron 20 arreglos florales y una carta de amor. Se hizo invisible, se guardaba en su amplia casa en Montería.
Todo se le derrumbó a Mancuso. Las AUC nunca terminaron de ser un movimiento político como alguna vez lo fueron las FARC y sus otros terroríficos enemigos.
Tenía un par de amigas y, las pocas veces que lo hacía, ella misma manejaba una camioneta negra e iba hasta el Centro Comercial Alamedas del Sinú en donde comía hamburguesas. Siempre de gafas oscuras, siempre con su pelo azabache tapándole la cara.
La guerra terminó distanciándolos. Ella se quedó con los hijos, él con las armas y entre tanta aventura, se topó con Margarita Zapata, una mujer mucho menor que él. En 2001, la separación se dio de manera formal y el Mono empezó a trazar su nueva vida: el camino de la política que terminó en la firma del proceso de paz con Álvaro Uribe y luego su momento de gloria efímera cuando entre aplausos pisó los escalones que lo llevaron hasta entonces el sagrado recinto del Capitolio para hablar ante un Congreso con 30 % de aliados suyos. Ya Martha no estaba con él.
En el 2014, a la humillación pública que constituyó la separación con Mancuso, le siguió el escarnio cuando la metieron presa por sus supuestos nexos con la empresaria del chance Enilce López. Salió libre un par de años después y desde entonces, ha tratado de huir de su pasado, pero él como un sabueso, siempre la encuentra.