Marta Miranda, es una poeta y gestora cultural argentina, nacida en Mendoza, que estuvo participando hace un par de años en la edición séptima del Festival Internacional de Poesía en el Caribe, PoeMaRío, en cuyas lecturas nos dejó los ecos sutiles y perturbadores de una poesía desconfiada, escéptica, breve, parabólica y llena de ironía. Eran los poemas de su libro Nadadora en el que desde el agua, y a muy diversas honduras, dejaba señales que el lector puede ir acomodando, en sus sentidos traslaticios, en los más distintos niveles de significación y en los más insospechados momentos de la existencia del poeta o del lector. Como está dicho que sea.
En Nadadora sorprende casi todo el tiempo el laconismo, la brevedad, la casi extrema economía de las formas. En ese libro, no importa qué lejos de la orilla estés, igual en una sola línea o en varias siempre estás en peligro de ahogarte, porque en medio del misterio de la poesía puedes irte a lo abisal en tan solo un dedo de agua.
Recostada sobre el cemento tibio
estira una mano y la sumerge
Al retirarla
iluminado
trae consigo un guante líquido el universo brilla en una mano
La ola cae
rompiendo sobre mí mojándome como cuando se ama
La nadadora emerge
rasga el agua con sus brazos
La cabeza se desplaza
sobre el filo del agua
el cuerpo desde lo profundo la acompaña
¿Qué distingue a la que nada
del pez recién nacido?
La que nada sabe
que es preciso
alcanzar la orilla
Y esa estética de lograr mucho con poco se desborda, abunda y se derrama con otros sentidos y con otros logros de escritura hacia este nuevo libro titulado El lado oscuro del mundo, publicado en 2015 en Buenos Aires (Argentina) por la editorial Bajo La Luna. Este es también un libro hecho de aguas: el río poderoso, el muelle, la canoa, la lluvia, el Mediterráneo, el ojo de agua, el naufragio, el ahogamiento, la marea, el pozo.
Un libro que tiene al tiempo una dureza, un cierto desencanto que es igual al de las aguas que viene nadando desde su libro anterior, pero aquí en este con una brazada más larga en su alcance, más resuelta a andar sin concesiones agua adentro, pareciera ser que sin que importe mucho el logro de la orilla. Máximo propósito de la Nadadora. Acá se nombran los dolores por su nombre y de pronto te llega la imagen más esperanzadora en un poema, o bien el puntillazo de degüelle.
Como en ese poema de la página 31 que se repite en la contraportada del libro, en el que toda la desesperación se disimula en una inquietud sin aspavientos, y el abismo inminente es un simple pozo oscuro en el que la noche asoma una estrella blanca:
Inquieta
a punto de caer
con el corazón sacudido
como un perro
atenta a la señal
que nunca llega
más amable
llega la noche
una estrella blanca
se refleja
en el fondo de este pozo oscuro.
Pero es en poemas como “No recuerdo la sonrisa de mi padre” o “Duda” en los que Miranda Mirandita lo arriesga todo y nos pone entre la espada y el poema:
Duda
Mi vida cabe en dos bolsas
Dijo el asesino cuando lo trasladaban
al corredor de la muerte
Miro el bolso pequeño
que preparé para ir a verte, me pregunto
qué tuve que matar
para hacer este viaje
Ya en tierra, este libro me parece más profundo en sus repercusiones en el alma del lector. Descarnado, sin tretas ni retretas, este libro tiene una alta precisión en sus palabras, una manera de hacer fácil lo difícil; una manera de conmovernos con las situaciones del poema y con las situaciones en que queda la palabra en el poema.