La conocidísima creación del inmemorial poeta colombiano Rafael Pombo pareciera describir a pincel exacto las peculiaridades más protuberantes de la vicepresidenta Marta Lucia Ramírez y su trono hoy vulnerado por hechos claros que rayan en la ausencia de la ética y la moral, requeridos para ocupar cargos de relevancia nacional.
Ella entre lágrimas de cocodrilo y sentencias ilustres reclamaba hace unos días con consternación y dolor su biografía intacta de mujer proba e impoluta, que merecía llevar la bandera ejemplarizante del maltrecho historial de las mujeres en el mundo (claro, antes de salir a la luz pública que su hermano Bernardo Ramírez fue un narcotraficante, que usaba mulas humanas y que ella pagó su libertad por un valor de 250 mil dólares por los años 90).
Ahondando en el caso, según la cadena de televisión estadounidense Univisión Noticias, una carta de la odontóloga Alejandra Vargas Osorio habría develado cómo resultó involucrada en este mencionado caso de tráfico de heroína hacia el país del norte, misiva que había sido enviada desde una prisión a un juez federal de Miami en el mes de junio del año 2015. También narraba cómo el hermano de la distinguida ejecutiva era un hombre muy peligroso que sacó ventaja de Alejandra por su condición de alcohólica y drogadicta, incluso asegurando que ella huyó por 17 años de la justicia americana por miedo a las represalias de Bernardo Ramírez, refugiándose en un pueblito muy distante de Colombia.
No conforme, Marta Lucia Ramírez en su probada intrepidez política sigue navegando sobre las aguas turbulentas de sus lágrimas fingidas y sobre el triunfalismo enrevesado del obtuso uribismo que hoy todo lo convierte en caos; pero no deja de ser incoherente que se le pida al líder de la oposición Gustavo Petro que demuestre en su historia clínica si realmente estaba enfermo de cáncer cuando estuvo en Cuba, mientras que ella aún no da explicaciones si para la fecha en que pagó la fianza reportó este dinero en su patrimonio o el origen de esta gran suma (al cambio de hoy serían 920 millones de pesos). Ya sabemos por la algarada de expresidentes que salieron en su defensa que ellos estaban al tanto de este incidente, que no es otra cosa que un grave delito minimizado por el uribismo y sus aliados con el remoquete de “tragedia familiar” y cometido por un “jovencito” que para la fecha del ilícito tenía 36 años y ya sumaba antecedentes por robo de mercancías, según el medio Univisión, en la tienda por departamentos JC Penny de Fort Lauderdale, en el estado de Florida.
Por supuesto que esto no configura hasta ahora delito alguno para esta abogada, que levitando como una sombra desamparada ha logrado escalar relativamente rápido casi todos los cargos de alto nivel de la política nacional, exceptuando la presidencia. Sin embargo, las investigaciones empiezan y se entrelazan con otro capítulo que estimula negativamente la imagen de Ramírez, en el hecho ya conocido del narco Memo Fantasma, quien habría desarrollado un proyecto de construcción con la empresa constructora de la vicepresidenta.
Este caso avanza lentamente y podría configurar un escenario muy complejo para la exministra, tomando en cuenta que este fantasma cada día se hace más visible y podría ser el eslabón definitivo de uno de los carteles más importantes del pasado y el presente del narcotráfico. Vale mencionar que apenas a unos minutos de terminar esta columna una nueva información originada por el periodista británico Jeremy McDermott señala que Álvaro Rincón (esposo de la funcionaria) se reunió con Memo Fantasma y su mano derecha Jhon Jairo Flores (alias Súper), quien había pagado una condena por narcotráfico. ¡En síntesis, ellos debían saber de las actividades ilícitas de los mencionados!
Solo esperamos que pueda explicar cada señalamiento y que haciendo uso de todos sus derechos pueda ejercer su defensa. Sin embargo, debe aterrizar su discurso epígrafe de inmaculada, ya que para merecer tal rótulo tendría que despedazar con alevosía los decretos presidenciales que favorecieron a los bancos y a los más ricos de Colombia, entre otras cosas a los financistas de su campaña vicepresidencial, y qué decir de romper todas las reformas tributarias que contradicen el discurso que ella y su fórmula Iván Duque vendieron en campaña de forma ligera y populista. “Menos impuestos, más salario”, “no fracking” y “no glifosato”, por mencionar algunos deslices de las vivacidades proselitistas, admitiendo que esto la acercaría tan solo un milímetro a las heroínas de verdad, que yacen petrificadas en la historia como es el caso de Manuela Sáenz, Policarpa Salavarrieta y Manuela Beltrán, entre otras.
No obstante, en perspectiva esto nos muestra a una clase política gobernante ajustada cómodamente a la tesis de la maldad buena y la maldad mala y al escenario de los delincuentes VIP y delincuentes vulgares. ¿Todo el glifosato del mundo para los campesinos ya sean cocaleros o no, pero inmoderada consideración con los secretos ventajosos de la vicepresidenta? ¿Dónde queda la rectitud del discurso ético que esta mujer vendió a la sociedad ocupando cargos de alto nivel? ¿Por qué por sus intereses puede afectar la imagen Colombia al haber guardado tamaño secreto sin más ni menos? ¿Qué perversión puede significar este hecho, en medio de una sangrienta lucha contra el tráfico de estupefacientes?
Empero, que no hay delitos de sangre, esbozan los uribistas pura sangre. Les respondo que legalmente no, pero para mí debió contarle al país, ya que estas convenientes omisiones las tendremos que cargar en medio de tantos muertos.
Finalmente, dejándolo gravitar en el pensamiento colectivo y pensando en tantas tribulaciones que pagan los humildes e inocentes, reconozco que el futuro de nuestro país es desolador y se confunde entre lágrimas de cocodrilo, heroínas ventajosas y delincuentes VIP.