A través de un video propagandístico ampliamente difundido en las redes sociales, el país volvió a escuchar a los cabecillas de la Segunda Marquetalia: Iván Márquez y Jesús Santrich. Los exnegociadores del acuerdo de paz que no soportaron los entrampamientos de exfiscal Néstor Humberto Martínez y las tensiones que han profundizado las divisiones al interior del partido Farc. Esgrimiendo la tesis de una perfidia sistemática; el desconocimiento del acuerdo de paz como un acuerdo especial en los términos de los Convenios de Ginebra; y, las presiones de sectores políticos y económicos descontentos con la paz, decidieron armarse y constituir una “guerrilla” sobre los cimientos o las trizas de un acuerdo al que consideran completamente fallido. Una verdad a medias.
Ahora, enfierrados hasta los dientes, son los principales promotores de un alzamiento armado anacrónico y sin la más mínima legitimidad social o política. Se asumen como cabecillas de una organización que a casi dos años de su creación no ha cumplido con el objetivo de encausar la lucha histórica de las extintas Farc-Ep o articular en un proyecto a escala nacional el entramado de remanentes de la guerrilla disperso por todo el país. Ningún sector social o político hace eco de sus planteamientos, y paradójicamente, a los únicos que les resultan funcionales para atizar la polarización y desinformar son al uribismo y la extrema derecha. Para ellos, Márquez y Santrich fungen como una especie de “voceros”. Sin el coco de las Farc el uribismo no es nada.
Nadie cuestiona que en la base ideal y práctica del uribismo subyace un odio histórico hacia las Farc. La irrupción del fenómeno electoral de Uribe en 2002 solo se explica a partir de la decepción generada por el show del Caguán y la deslegitimidad de una salida negociada al conflicto. Tras el desarme de las Farc y su conversión en partido político (erróneamente conservando la misma sigla), el uribismo más duro se quedó sin un factor de cohesión ideal; sin embargo, con gran capacidad de reinventar emociones negativas, crearon el fantasma del castrochavismo y la narrativa de la entrega del país a la guerrilla. Miedos que orbitaron en la contienda presidencial en 2018 y que movieron millones de incautos a las urnas. Algo similar buscan reeditar en 2022 y de ahí la importancia de hacerle eco a la vocería de los jerarcas de la Segunda Marquetalia.
Con sus declaraciones, siempre pretenciosas y arrogantes, el dúo Márquez-Santrich le hace un gran daño al bloque alternativo y de centro-izquierda de cara a las presidenciales del 2022. Esto porque pretenden que sus exigencias tengan asidero entre esos sectores (olvidando que cuando se armaron les dieron la espalda) e impulsando procesos como debates de control en Congreso (en el cual decidieron no estar) o la revocatoria de Duque como si fueran causas propias. Son declaraciones que ante la volátil opinión pública de un país todavía polarizado hacen un enorme daño y erosionan la legitimidad de esos sectores. Además, que le otorgan sentido ideal al uribismo y la extrema derecha para cuestionar la validez del proceso de paz (en situación crítica, pero no acabado) e infundir temores de una Farc en la legalidad y otra en armas. Atizando los miedos que serán empleados en la estrategia de desinformación del uribismo para el 2022.
Por eso, ante el rechazo generalizado a su alzamiento armado y tras su traición al acuerdo de paz, cualquier declaración de la Segunda Marquetalia será un golpe a los sectores que creen y defienden la paz. Se interpreta más como un “favor” que le hacen al uribismo quienes se marginaron de las grandes movilizaciones sociales para alzar un fusil y diseñar una “nueva sociedad” desde el monte. Sin olvidar que ambos tuvieron la oportunidad de asumir sendos escaños en el Congreso e integrarse a los grandes cambios que necesita el país. Tras su traición nadie quiere recibir su apoyo, respaldo o saludo. Tan solo el uribismo, ansioso por generar caos y desinformar. Para la extrema derecha cualquier declaración de la dupla Márquez-Santrich es una ganancia. Al punto, que están ansiosos de que en el 2022 figuren como sus “jefes de debate”.