Las diferencias al interior de las FARC son ya innegables. De un lado están Timochenko, Mauricio Jaramillo, Pastor Alape, Carlos Antonio Lozada, Pablo Catatumbo y Rodrigo Granda empeñado en hacer respetar los Acuerdos y comprometer al gobierno y al Estado a cumplir.
Son activos en la vida pública, dan ruedas de prensa, conceden entrevistas, visitan los Espacios Territoriales, ejercen como legisladores, se reúnen con distintas instancias gubernamentales y en general hacen política.
Del otro lado está el sector liderado por Iván Márquez, Jesús Santrich y El Paisa, al que se le han unido al menos nueve mandos de peso en las FARC: Romaña, Aldinever, Albeiro Córdoba, Efraín Guzmán, Iván Merchán, Iván Alí, Rusbel Ramírez y Enrique Marulanda, Se han ido apartando de las líneas de dirección de Timochenko y abandonado los espacios territoriales y están en la clandestinidad buscando salidas individuales y han empezado a firmar comunicaciones como un grupo.
Últimamente apareció un nuevo grupo liderado por Joaquín Gómez y Bertulfo Álvarez, dos antiguos miembros del Secretariado de las FARC, ubicados en Espacios Territoriales en la zona de Fonseca en La Guajira. En su carta enviada al último pleno del partido, al que no quisieron asistir, expresan una inconformidad total con el trabajo de la actual dirección de las FARC, pero de manera diferente al grupo de Márquez.
La distancia entre las dos líneas se remonta al Pleno de 2015 realizado en La Habana. Por solicitud de las FARC, Santos autorizó el traslado de los miembros del Estado Mayor Central a la isla, quienes llegaron vía Caracas. Se reunían por primera vez después de más de una década porque la guerra los mantenía separados, cada uno federalizado en su territorio. La cumbre se realizó con la máxima reserva.
Con el auspicio de Nicolás Maduro, los comandantes procedentes de los distintos escenarios de la guerra, se juntaron en Caracas. De allí viajaron a Cuba. Los diálogos llevaban dos años y habían pactado temas de la droga y la participación política, y ya operaban las subcomisiones de género, cese al fuego bilateral y el fin del conflicto que avanzaba lentamente, con complicaciones que a veces parecían insalvables, en el tema de víctimas del conflicto. El pleno debía ratificar la apuesta por la solución política.
En ese Pleno de Estado Mayor se expresaron por primera vez las diferencias que afloraron tres años después con la implementación. Las FARC se descarnaron internamente para dar cuenta de sus grandes problemas. No se ocultó nada; los golpes y reveses sufridos, su significado en vidas de numerosos cuadros y combatientes valiosísimos, el encarcelamiento de muchos, la desaparición de unidades enteras, su desmantelamiento financiero, logístico y organizativo, la pérdida de control sobre muchas áreas y la migración de su población. Esto sin desconocer su permanencia y resistencia en el escenario de la confrontación.
Reconocieron que en la etapa que siguió a la ruptura del despeje del Caguán habían cometido una serie de fallas de orden operacional y táctico, tales como: ubicación de frentes en Cundinamarca sin que existieran todas las condiciones; demostraciones innecesarias de fuerza en el Caguán; haber privilegiado el trabajo militar sobre el político organizativo; llevar a cabo grandes concentraciones guerrilleras sin tener en cuenta las capacidades del enemigo, desconociendo sus cambios operacionales y sus adelantos técnicos; así como el descuido y abandono de principios básicos de la guerra de guerrillas como la movilidad, la sorpresa, la irregularidad, el secreto, la compartimentación.
A ello agregaron el impacto político negativo de los siguientes hechos: Emmanuel el hijo de Clara Rojas, la Operación Jaque, los diputados del Valle, los indigenistas norteamericanos, el fracaso de las unidades que iban del Bloque Oriental al Magdalena Medio en el páramo de Berlín, además de la caída en manos del enemigo de cantidades incalculables de información.
Impresionó el análisis de las causas que la organización guerrillera le atribuyó tales errores: deficiencias ideológicas y falta de dominio de la línea político militar de las FARC-EP por parte de muchos mandos; machismo, menosprecio por el estudio de la teoría militar, entronización de concepciones extrañas a la ideología proletaria y propagación de conductas y comportamientos propios de la mentalidad burguesa y el lumpen; acomodamiento de algunos mandos y debilitamiento de principios básicos de esa organización, como el centralismo democrático, la dirección colectiva, la crítica y la autocrítica.
Específicamente se registraron en sus conclusiones una serie de comportamientos de mandos y combatientes que destruían la organización y su disciplina: la apelación permanente a palabras soeces, el uso de apodos, su pasión por el licor, la fiesta y la vida fácil, recurrir a la prostitución, el derroche de recursos, la obsesión por las modas, los lujos, los carros, la pornografía, las prendas, los aparatos y chécheres, el machismo y la arrogancia, las distintas formas de discriminación, entre otras muchas conductas semejantes. Al respecto se dijo: Conductas como esas deben ser radicalmente combatidas y excluidas de nuestra vida cotidiana. Mandos y combatientes trabajarán sin tregua en ese sentido, empleando la educación, la crítica y las medidas disciplinarias necesarias.
Y se tomaron algunas decisiones drásticas. Sanciones disciplinarias como el retiro del Estado Mayor Central de mandos de renombre, como Grannoble, Rafael Político, Fabián Ramírez y Víctor Tirado. Contando el hecho de que cuadros como Jerónimo Galeano, Jacobo Arango y Carlos Patiño habían perecido en combate, decidió completarse el Estado Mayor Central con varios nombres dentro de los que se incluyeron a Gentil Duarte, Albeiro Córdoba y Leonel Páez. Como quedó claro a futuro, la depuración no fue lo suficientemente profunda.
Se puso sobre el tapete un tema insólito para el materialismo histórico y dialéctico de una guerrilla comunista: el espiritismo de Márquez y Santrich en la Serranía del Perijá. Los dos comandantes habían estrechado lazos por los días compartidos a sol y luna en el Bloque Martín Caballero en el Caribe. En un aparte del informe se decía textualmente:
"Hacia el año 2009 Iván Márquez y Jesús Santrich, por entonces ubicados con el Bloque Martín Caballero en la serranía del Perijá, presuntamente en la frontera norte con Venezuela, cayeron en manos de un charlatán profesional, capaz de convencerlos de sus dotes parasicológicos. Los llevó hasta realizar sesiones de espiritismo en las que invocaban el espíritu de Simón Bolívar en pleno desierto de La Guajira".
Fue el espíritu de Libertador el que les indicó un lugar donde supuestamente estaban sepultados los restos de Bolívar, un lugar distinto al mausoleo de Caracas. Los dos miembros del Estado Mayor Central de las FARC emprendieron expediciones hasta lograr encontrar unos huesos viejos, que ubicaron en su campamento, obligando al personal bajo sus órdenes a rendirles guardia de honor. Asimismo fue este espíritu quien los guio hasta hacerse a la espada que terminaron exhibiendo por Youtube, y por cuya autenticidad mantuvieron una polémica con el general Fredy Padilla de León.
Le sacaron en cara a Iván Márquez sus días de delirio cuando creyó haber encontrado los restos y la espada de Bolívar en la frontera norte colombo-venezolana. Video
Sólo tiempo después, Iván Márquez y Santrich se percataron del engaño en el que habían caído, razón por la cual procedieron a deshacerse de los falsos restos y espada, al tiempo que procuraron hundir el episodio en el olvido, aunque no lo consiguieron del todo. Lo que muchos mandos de las FARC consideraron una grave desviación ideológica, que daba cuenta de su propensión a dar por ciertas las más inverosímiles historias, terminó debatiéndose en el pleno de La Habana. Iván Márquez y Santrich interpretaron la crítica como un intento por removerlos de su responsabilidad al frente de las conversaciones de La Habana, alegando conspiraciones ideadas por otros jefes ambiciosos de figuración. El Pleno resolvió el asunto en la forma discreta para evitar que pasara a contradicciones mayores. Este fue el texto en el que se abordó el tema:
“Fueron ventilados los errores de prácticas espiritistas en relación con los restos de Bolívar, en que cayeron los camaradas Iván Márquez y Jesús Santrich. Señalándose que son asuntos del pasado, no habiendo elementos de juicio para decir que hayan vuelto a incurrir en ellos; afortunadamente la situación no tuvo desenlaces fatales y que los camaradas han demostrado en la práctica su lealtad y fidelidad los principios de las FARC-EP, se acogen las aclaraciones y la autocrítica presentada por los camaradas Iván Márquez y Jesús Santrich ante la reunión de consulta interna, igual que el llamado de atención por el camarada Timo y se invita a todo el colectivo a dar por concluido este tema”.
Iván Márquez había tenido a su cargo la elaboración del informe central del Secretariado al Pleno. En su análisis del contexto internacional insertó varias posiciones que no resultaron de buen recibo para los demás. Para Márquez y sus seguidores, el capitalismo aparecía como un sistema a punto de derrumbarse. La decadencia de los Estados Unidos y Europa occidental era evidente. Todo indicaba que la clase obrera y trabajadora del mundo entero se hallaba a las puertas de una insurrección anticapitalista y socialista mundial. América Latina estaba destinada a iniciar el victorioso levantamiento internacional contra el capitalismo, en el cual las FARC-EP, la guerrilla más antigua del mundo, jugarían el histórico papel de vanguardia armada.
La consecuencia inmediata de la aceptación de esas tesis tenía que ser obviamente el descarte de la solución política al conflicto armado. Si las FARC desaparecían del escenario de la guerra popular prolongada, estarían dándole la espalda y traicionando al resto del movimiento insurreccional mundial que vería así aplazadas sus posibilidades reales de destruir el capitalismo.
La posición extremista de Márquez fue derrotada. En el año 2015, la inmensa mayoría del cuerpo de mandos de más alta jerarquía en las FARC-EP fue consciente de la inaplazable necesidad de pactar una solución política al conflicto interno colombiano. La situación militar en los diferentes teatros de guerra del país no era la más favorable. La disparidad de recursos económicos, tecnológicos y militares alejaba cada vez más las posibilidades de una victoria por parte de la insurgencia. Las FARC concebían como probable la continuación de la resistencia armada, pero eran cada vez más conscientes de que esta se iría tornando en un desangre interminable sin un final satisfactorio a la vista.
A ello se sumaban los signos internos de descomposición ideológica y política en muchos de sus mandos y combatientes. La guerra había desestructurado de manera lenta los controles que el mando central podía ejercer sobre innumerables bloques, frentes, columnas, compañías y guerrillas, muchas de las cuales comenzaban a incurrir en conductas abiertamente contrarias a los principios y la ética que inspiraron el nacimiento de las FARC. Era necesario pactar una solución definitiva a la confrontación, que dejara sin espacios a quienes desde dentro de las filas insurgentes apuntaban a la práctica de conductas que minaban el prestigio de la organización.
Sin entrar aquí a considerar las otras realidades del entorno nacional e internacional que imponían el fin de la guerra, y de las que eran conscientes los mandos más sensatos de las FARC, es claro que los análisis de su propia situación interna indicaban a la mayoría de los miembros de esta guerrilla, la necesidad de avanzar hacia la solución negociada del conflicto armado.
Y fue esta la posición que terminó por imponerse en los siguientes debates internos producidos en las FARC hasta la Décima Conferencia en el Yarí, donde sin una sola voz disidente, la votación por la aprobación de los Acuerdos de La Habana fue unánime. Según la lógica marxista leninista que profesaron siempre las FARC, las minorías derrotadas no tenían otro recurso que someterse a la decisión de las mayorías. A eso lo llaman centralismo democrático.
Aunque guardaron silencio, no todos obedecieron. El problema interno de las FARC consiste en que las voces que reiteradamente fueron vencidas en los distintos espacios democráticos de la organización, se negaron y niegan a cumplir con lo aprobado por el colectivo. Una posición que ha asumido cada vez con mayor radicalidad Iván Márquez y su nuevo grupo que se expresó en la carta enviada la JEP y firmada por los nueve excomandantes.
Iván Márquez siempre quiso ser el máximo comandante de las FARC