Al Mono Jojoy lo mataron el 22 de septiembre del 2010, y exactamente 7 años después, vestidos de civil, los miembros de las FARC fueron a despedirlo a el cementerio el Apogeo, al sur de Bogotá. Fue un mito por todos estos años el paradero del cuerpo del que fue el más duro de los comandantes de las FARC, y el responsable de en algún momento llegar a poner en jaque al Ejército de Colombia.
En las redes sociales se sentía el rechazo: muchos de los defensores del proceso de paz y la reintegración de las FARC se pronunciaron contra este gesto que fue interpretado como un desafío lleno de prepotencia y orgullo. Pero para la familia de Jorge Briceño, como se llamaba en realidad el Mono Jojoy, era necesario honrar a su familiar con el decoro que ellos consideran. Fueron hasta Bosa y en la mañana, en una ceremonia privada, sacaron los restos de Briceño de una bóveda alquilada y olvidada, para luego enterrarlo en una tumba de dos pisos, donde su hijo Jorge Ernesto Suárez pidió que también lo entierren a él.
Así fue la ceremonia, donde sorprendió la ausencia de Pablo Catatumbo e Iván Márquez.
@jjjaramillo2