María Isabel Rueda, la periodista que quiere convertir a Colombia en Uribelandia

María Isabel Rueda, la periodista que quiere convertir a Colombia en Uribelandia

En cada una de sus intervenciones la comentarista de la W deja entrever su deseo de que el expresidente gobierne por los siglos de los siglos

Por: Juan Correa
julio 04, 2019
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María Isabel Rueda, la periodista que quiere convertir a Colombia en Uribelandia
Foto: Cristian Garavito / El Espectador

“Y entre tanto, ¿qué se estará preguntando María Isabel?”, ese es el cabezote que introduce la sección periodística de María Isabel Rueda en la W Radio. Pero más allá de lo múltiple que se pueda preguntar la periodista, creo, a mi manera de ver, que hay sobre todo una pregunta que la debe abordar con bastante frecuencia, o más que una pregunta, una expectativa: ¿cuándo volveremos a ver a nuestro Mesías sobre el trono del poder?

No conozco a la periodista, ni la he visto tan solo una vez, pero sus intervenciones en la radio y en los periódicos, que naturalmente están amparadas en la libertad de expresión, la muestran cada vez más como un adalid defensor de la persona y del legado del Mesías. No es reprochable. Cada cual es libre de escoger a quien sigue, a quien le cree, a quien obedece. Lo que sí es reprochable es que, bajo el escudo de la prensa libre, difunda proclamas propagandísticas cuyo interés es bastante claro y tendencioso. De una vez por todas debería invitar a sus lectores y radioescuchas a movilizarse en pro de la declaración oficial de Uribelandia, en vez de Colombia, la tierra cuyo único patrón sería Álvaro Uribe. Un hombre que, carismático en la clave de lectura del sociólogo Max Weber, y al mejor estilo de Trump, se destaca por tres elementos: solo él tiene la razón de lo que es y de lo que debiera ser la política nacional, razón por la cual descalifica a todos los otros, incluso a sus ungidos. Es el único capaz de establecer la escala de valores del Estado, declarando así un estado de opinión como superior al estado de derecho. Y finalmente, se considera como el enviado, el único poseedor, por alguna gracia especial, del poder de dirigir y gobernar al país. Por los siglos de los siglos.

Solo una prueba de la inquietud que seguramente aborda con frecuencia a la periodista se encuentra en su reciente columna de El Tiempo: Glifosato: ¡pongámosle sensatez! (22 de junio de 2019). Entre algunos intentos por explicar una fórmula química, ella introduce una reflexión sobre el hecho de que el uso del glifosato probablemente causa cáncer. Y luego, en un juego de palabras, a mi parecer mal logrado, dice que probable no equivale a riesgo. Esto lo hace tomando partido por la posición del expresidente y del actual presidente. Más allá de las disquisiciones científicas, en las cuales seguro soy tan desconocedor como María Isabel, el tema semántico acá es bastante importante. Hablar de probabilidad de cáncer, es decir, en otras palabras, que hay pruebas suficientes para pensar que sí puede producir cáncer el uso del producto. La probabilidad, palabra que deriva de prueba, es el estadio de comprobación científica en el que la balanza se inclina bastante y con razón hacia una conclusión definitiva, si se puede hablar de definitivo en ciencias. En el ámbito de la historia, que es mi ejercicio personal, se utiliza la palabra probable para manifestar que hay alguna situación de la cual se tiene casi toda certeza, pero que aún, como dice el dicho, falta el centavo para el peso para así declarar con total certeza alguna sentencia. Si no fuera así, debiera uno recurrir a otras fórmulas del lenguaje: es posible, se puede esperar que, se sospecha, o simplemente la utilización de verbos conjugados en la forma condicional. En estos casos, el manto de duda es bastante fuerte, y el contenido no sería sino intuiciones o sospechas dignas de explorar para aclarar su realidad.

Una aliada interesante para el movimiento ciudadano a favor de Uribelandia podría ser también Vicky Dávila. En su última columna en Semana se va lanza en ristre contra Iván Duque, buscando por otra parte enaltecer el legado y verdadero liderazgo del irremplazable Mesías.

¡Ánimo María Isabel, ánimo Vicky, hasta el infinito, o mas bien, hasta Uribelandia, pero no más allá! No puede haber mas allá. Non plus ultra.

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