Los vericuetos de la geografía colombiana siempre han desafiado el ímpetu de quienes habitan el país invisible, al cual el Estado ha dejado en el desamparo desde el comienzo de nuestra historia. Esa orfandad, mal intencionada, producto de una mentalidad excluyente y clasista constituye uno de los factores de la violencia estructural que ampara y potencia la violencia directa, esa que amedrenta, que asesina, que obra como verdugo y juez de quien no se acomoda, de quien cuestiona, de quien no encaja en un modelo prefabricado de sociedad. Esa suma de violencias interpuestas, ha creado un meandro de agresión, una sucesión de para estados – guerrilla, paramilitarismo, bandas de narcotráfico - que han hecho de muchos territorios colombianos, campos minados.
No obedece a las fuerzas del azar que las regiones más vulneradas sean aquellas habitadas por quienes históricamente el Estado colombiano ha despreciado y violentado, afros, indígenas y campesinos. Allí, en esa Colombia rezagada por el vicio de la indolencia de la Casa de Nariño, distante de la pompa hueca del salón elíptico del Congreso, enemiga tácita de quienes posan de héroes de la patria con sus camuflados, hay colombianas y colombianos que se juegan la vida todos los días por preservar sus derechos.
Así es María Inocencia Balanta, una colombiana que ha dedicado buena parte de su vida a enseñar y a cultivar la tierra, actividades que a ojos de los violentos ya constituyen una especie de afrenta a su ley burda. Sin embargo, no contenta con ello, María Inocencia ejerce como líder de un grupo de mujeres campesinas que han optado por desafiar el férreo yugo del patriarcado rural, lo que implica desafiar todo un sistema de valores y creencias enraizado en las costumbres de la Colombia campesina.
Antes de ello, María Inocencia, fue profesora rural por cuarenta años en el Cauca, teatro dramático de algunos de los hechos más violentos en la historia reciente del país. Resulta difícil precisar los hechos de los que ha sido testigo, calcular el riesgo al cual ha estado expuesta, pero lo cierto es que esta mujer se ganó el respeto de quienes desconocen el respeto a la vida o el valor del conocimiento. De acuerdo con un reportaje sobre ella en la publicación Justicia Social, María Inocencia, era consultada por los actores violentos sobre quién debía sufrir su ley y quién no. Ella, sostiene, supo ejercer aquel poder para salvar la vida de quienes por cualquier causa habían sido señalados.
Las experiencias, la han hecho una mujer consciente de la importancia de la educación como vehículo de cambio, pero así mismo, ha entendido la inutilidad de la guerra, el valor de la equidad y la justicia. Ideas que en estos territorios pueden, ya de por sí, generar agresiones hacía quien las expresa con la convicción que ella lo hace. A pesar de ello, no es el tipo de persona que baja la cabeza y guarda silencio, no lo hizo en el peor momento, cuando se enfrentó a un líder paramilitar para evitar que asesinara a su sobrino. Cuenta ella que le dijo ““¿Qué te ha hecho mi muchacho para que vos lo querás matar? ¡Mátame a mí que ya no sirvo para nada!», esto mientras se interponía entre el delincuente y su sobrino, cuya ofensa hacía el sistema del terror fue tener un celular con cámara.
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Así como se interpuso entre el fusil del asesino y su sobrino, lo hizo con argumentos cuando los verdugos la consultaban sobre quién vivía o quién moría en esa zona turbia del Cauca
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De la misma forma como se interpuso entre el fusil de aquel asesino y su sobrino, lo hizo con argumentos cuando los verdugos la consultaban, por razones que nunca supo explicarse, sobre quién vivía o quién moría en aquella zona turbia del Cauca que nunca ha pensado en abandonar, como tampoco lo han hecho sus vecinos. María Inocencia lo explica con contundencia “hay una relación inseparable entre el territorio y la población afro”.
Luego de sortear con coraje la brutalidad de los violentos, María Inocencia enfoca sus energías en «Las Almendras» un Consejo Comunitario compuesto por 61 mujeres corajudas que le apuestan por luchar contra el machismo rural y económico fabricando “…guambias, bordar, tejer y hacer ollitas e instrumentos de barro serán algunas actividades que realizarán. Su proyecto también está a la espera de obtener una finca de 120 hectáreas para cultivar yuca, maíz, fríjol, plátano y sacha inchi, un nuevo producto cuya semilla es rica en proteínas”.
Su tesón, su visión de un campo en paz, equitativo, en el cual hombres y mujeres por igual puedan trabajar la tierra y crecer, continúa siendo una utopía en este país cuyos gobernantes insisten en mantener relegado a la guerra, la inequidad, la ignorancia y la desesperanza. Es por ello que personas como María Inocencia Balanta y muchas más son perseguidas y exterminadas, porque su esperanza es sinónimo de rebeldía contra un sistema cruel que nos ha impuesto una visión de mundo limitada a las balas y la zozobra.
Ese país que se inventaron las élites no ha sido ni será viable y debemos proponernos cambiarlo por el bien de todas y todos.