Según la RAE, aquella institución lingüística mezquina, afincada en Madrid, que piensa que puede regular desde allá un idioma que es más nuestro que de los españoles, el significado de la palabra heroína es: 'Mujer ilustre y famosa por sus grandes hechos'. Por eso, indudablemente, ese es el vocablo registrado en el diccionario que mejor describe lo que es la congresista vallecaucana del Centro Democrático, María Fernanda Cabal Molina, para los colombianos.
Cabal Molina, representante a la Cámara del uribismo por Bogotá, es una mujer que se convirtió en famosa por sus comentarios errados en momentos dolorosos para el país –y recientemente del mundo-, y no por su gestión legislativa. Los colombianos aún no le perdonan que el 17 de abril del 2014 haya enviado al infierno a Gabriel García Márquez, quien había fallecido hace instantes. Algunos compatriotas, por ejemplo, tampoco la indultan todavía por el hecho de haber publicado en su cuenta de Twitter, en diciembre del año pasado, la foto de una menor asesinada por las Farc, con el único objetivo de sacar provecho político del amarillismo. Pero, por desgracia, mis paisanos no la cuestionan por lo que deberían hacerlo: por su desempeño como parlamentaria colombiana, por su visión miserable acerca de los problemas sociales, políticos, económicos y culturales de Colombia, y por su mentalidad alineada a la del más grande delincuente de la historia de nuestro país: Álvaro Uribe Vélez.
María Fernanda es una politóloga egresada de la Universidad de Los Andes, y pertenece a una de las familias más ricas del departamento del Valle del Cauca. Uno de esos clanes que, gracias al azúcar, y el trabajo incansable de un hombre honesto –en este caso del señor Óscar Cabal-, se llenaron de dinero y poder que años más adelante iban a empezar a explotar, políticamente hablando, sus descendientes. Cabal, en el 2006, incursionó en la vida política nacional de la mano del fiscal general, Mario Iguarán- amigo íntimo de ella-, quien la nombró como directora de asuntos internacional de la Fiscalía General de la Nación, cargo en el que ella no hizo otra cosa más que venderle la autonomía del país a Estados Unidos, por lo que el departamento de justicia americano destacó la labor de la caleña en esa oficina. En el 2013 se unió al partido del expresidente Uribe Vélez, quien le dio el privilegio de ser el primer renglón de la lista cerrada a la Cámara de Representantes por Bogotá que, en definitiva, terminó llevando a María Fernanda Cabal a ocupar las oficinas 326 y 327 B del edificio Nuevo Congreso.
Desde el momento en que ella tomó posesión de su curul, el 20 de julio del 2014, ha participado en cientos de votaciones en la Cámara de Representantes que, al analizarlas exhaustivamente, demuestran que Cabal Molina es una persona que, desde el órgano legislativo, convierte a Colombia día tras día en una nación más miserable. Además, ha sido autora de varios proyectos de ley que, claramente, dejan ver cuáles son las prioridades de la congresista. Por eso, hoy, les vengo a demostrar con hechos lo que afirmé anteriormente. Y eso que solamente les voy a mostrar dos casos –ocurridos en un lapso de tiempo de 15 días- que, a mi parecer, dejan ver nítidamente el accionar de Cabal y sus compinches en el congreso.
El 04 de agosto del 2015, por ejemplo, presentó junto con otros 10 politiqueros –entre ellos Juan Manuel Galán y Clara Rojas (Partido Liberal), y Germán Navas Talero (Polo Democrático Alternativo)- un proyecto de ley que pretende establecer la segunda vuelta para la elección de alcalde mayor de Bogotá. Nada más descarado. Al parecer para ellos, los autores de la iniciativa, es más importante que vayan a una segunda vuelta los dos candidatos con más votos en la primera vuelta, en caso de que ninguno de ellos obtenga el 50 % más uno de los votos en instancia inicial. Dos semanas más tarde, el 19 de agosto, junto con la bancada en pleno del Centro Democrático, encabezada por Álvaro Uribe Vélez, se nombró a María Fernanda Cabal como una de las autoras de un proyecto de ley que es una invitación a las docente públicas colombianas a que se pongan a parir, con el fin de que no las envíen a trabajar a los lugares donde ninguna de ellas quiere ir.
En definitiva, Cabal Molina, no es más que una ejemplificación perfecta de la mentalidad católica, hipócrita y sinvergüenza de la mayoría de los colombianos que, más allá de que supuestamente la desprecian, piensan igual que ella en muchas cosas. Por eso la congresista, como dije al iniciar mi texto, no puede ser algo diferente que una heroína colombiana. Una heroína inmaculada de ese pueblo fabricante irresponsable de niños, y politiquero, en el que tuve que nacer.
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