El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen.
Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina que solía avisar a sus buenos clientes
cuando tenía una novedad disponible. Nunca sucumbí a esa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas,
pero ella no creía en la pureza de mis principios. También la moral es un asunto de tiempo, decía,con una sonrisa maligna,
ya lo verás. Era algo menor que yo, y no sabía de ella desde hacía tantos años que bien podía haber muerto.
Pero al primer timbrazo reconocí la voz en el teléfono, y le disparé sin preámbulos:
-Hoy sí.
Memoria de mis putas tristes.
(Gabriel García Márquez)
Desde un día cualquiera en la historia, algunas mujeres decidieron que venderían su cuerpo —asunto que tiene detrás suyo muchas razones de las que podré hablar en otra oportunidad— y entonces pintores, escritores, escultores, moralistas y músicos han puesto en ellas sus pinceles, plumas, cinceles, sentencias y notas.
Podemos hacer un viaje que sirva de marco a diversas historias y empezarlo en Grecia con la bella Friné, famosa hetaira —cortesana experta en artes amatorias y mujer culta— que fue llevada a juicio acusada de impiedad, la misma culpa por la que fue procesado Sócrates. La defensa de la mujer fue asumida por Hipérides, discípulo de Platón, uno de los mejores oradores de la época.
Veamos que a la hermosa mujer se la veía cubierta con un manto, a su desnudez solo podían asistir los artistas cuando les modelaba o quienes fueran sus compañeros del momento. Modeló ante el escultor Praxíteles para una estatua de la diosa Afrodita.
Se cuenta que Hipérides, cuando se percató de la imposibilidad de convencer a los jueces desnudó el busto de Friné, y al verlo los hombres del tribunal, sobrecogidos por el parecido con la diosa Afrodita la absolvieron por el temor religioso.
Francisco de Quevedo le escribió un poema, Jean-Léon Gérôme le dedicó una pintura, lo mismo que la antioqueña Débora Arango, el escultor Albert Wein se ocupó de representar a la hetaira, igual cosa pasó con la ópera de Camille Saint-Saëns que lleva por nombre Friné.
Entre la crónica de Friné y el género de las milonguitas han pasado siglos, y entre el poema en el que se fundan las milonguitas y la última de ellas, muchos años y poetas. Lo que nos cuentan de estas jóvenes es la decisión de irse al centro para vender su cuerpo.
La mujer que dio origen a este imaginario es La costurerita que dio aquel mal paso alumbrada por el poeta Evaristo Carriego en un célebre poema homónimo, después Samuel Linnig escribió Milonguita (Estercita), tango fundacional de Las Milonguitas y de ahí en adelante el tema se ha nutrido con Flor de fango, Margoth, Manón, Margo, Ivette y un desfile que llega hasta la última milonguita que vamos a ver de dónde aparece.
“Ella vino desde aquella dimensión transbarriotera, nació con una marca maldita... La pequeña nació un día/que estaba borracho Dios/por eso, en su voz, dolían/tres clavos zurdos/ nacía con un insulto en la voz:.. allá donde el río se junta a la nada, la Niña María creció en siete días... dos angelitos trajeron llorando a la niña en el lomo y grabaron su nombre con balas morenas: María. Su padre arriaba fracasos y su madre hilaba perezas”.
Se escucha la voz de María:
“Un bandoneón que mi tristeza tiene escrita,
hoy dos temblores me ha mezclado en la garganta:
con gusto a Sur, me dio el temblor de Milonguita,
y otro, peor, que sabe a Norte y nadie canta!”
Ahora, después de presentar al personaje, es pertinente hablar del género musical que lo concibió, y hablo de una operita. Para mejor comprensión hay que escuchar la anécdota histórica de uno de sus creadores, el poeta Horacio Ferrer: “Un día nos pusimos a pensar con Piazzolla que si Italia ha creado su ópera, Austria su opereta, España la zarzuela y Estados Unidos una comedia musical, nuestra operita podría ser el comienzo de algo nuevo para la Argentina, entonces el músico le sugiere al poeta la posibilidad de escribir algo parecido a West Side Story, un musical de Brodway, y llegó la letra de Horacio Ferrer, salió algo diferente: María de Buenos Aires con música de Astor Piazzolla”.
Horacio Ferrer explica que la idea partió de la historia de Buenos Aires que fue fundada dos veces, era como una mujer que nace, muere y renace. María de Buenos Aires muere y renace de su propia sombra.
El interés del poeta es mostrar una chica de barrio que un día se va para el centro y allí es seducida por las madamas (que son las celestinas), por cuidadores de burdeles, por ladrones y en resumen, María se convierte en trabajadora sexual y canta:
“Yo soy María de Buenos Aires
si en este barrio la gente pregunta quién soy,
pronto muy bien lo sabrán
las hembras que me envidiarán,
y cada macho a mis pies
como un ratón en mi trampa ha de caer!”
María muere, (la mata el bandoneón) y suena una Contramilonga a la funerala. Dice el duende que es el narrador : “María murió por primera vez, tenía el equipaje para morir y el frío puesto”. Se convierte en sombra y su sombra vaga por toda la ciudad. El Duende se enamora de la sombra de María y decide salvarla dejándola encinta. La sombra estaba compuesta de la conciencia, la memoria, el recuerdo, las culpas anteriores, y la memoria negra, así hace presencia el psicoanálisis en el texto”.
En un alegro cantábile las marionetas y sus compinches le llevan a María el milagro de la fecundidad y hay una sinfonía de angelitos de barro, de murguistas, de chaplines y de discepolines.
Los invito ahora a presenciar La Anunciación, es una alegoría a la Anunciación de la Virgen María y se hace en ritmo de milonga. Dice la futura madre que le anda un Jesús chapaliando y por eso siente un canyenguito que la ha puesto a temblar, un angelito de terracota le ató en el brasier un solecito de leche y siente que se acerca el nacimiento porque duele. Cuando da a luz los angelitos borrachos lloran porque no es un niño, sino una niña.
La obra finaliza con un cuadro titulado Tangus dei —Tango de Dios— en el que se celebra la conversión de la joven en una suerte de virgen patrona de la ciudad. María es una mujer, pero también es el tango mismo, que se extingue y vuelve a revivir.
Voz de Domingo:
“La Niña tuvo otra niña/que es ella misma y no es tanto./Quieren final y principio/ser gotas del mismo llanto. Por ayer y por mañana/ María la han bautizado”.
El duende sentencia: “De olvido eres entre todas las mujeres”.
Un observación final, el imaginario de la milonguita brotó en un poema, fue sucedido por copiosos versos ensartados en tangos y culminó su viaje con la operita, tres géneros diferentes para una mujer que muere y renace como el tango.
“Se murió tanto la niña
Cuando se puso a morir
Que era una trágica encinta
Que llena de muertecitas
No cesaba de parir”.
Nota: los versos y líneas que van entre comillas pertenecen a la obra de la operita María de Buenos Aires.