En medio del calor abrasante del lunes después de elecciones, el futuro representante a la Cámara, Marcos Calarcá, fue a mercar al Surtifamiliar del barrio El Caney, al sur de Cali. No había mucha gente en el lugar por lo que el esquema de seguridad del antiguo miembro del secretariado de las farc, era notorio. Cuatro hombres de aspecto indígena y una mujer un tanto mayor integraban la comitiva del hombre robusto que —vestido con una camiseta roja en la que se leía “Santiago de Cuba”— revisaba con la minucia de un joyero el brócoli y la lechuga que después de la inspección fueron a parar a la canasta.
Al cabo de unos minutos, Calarcá respondió su celular. “Hermano, lo que pasa es que en las últimas semanas no hemos tenido un domingo libre… Ha sido muy duro”, le dijo a su interlocutor al otro lado de la línea. En vista de que la llamada le ocupaba mucho tiempo, la mujer que acompañaba al exguerrillero comenzó a escoger tomates y plátanos. Después, repasó mentalmente lo que faltaba. Sonrió y siguió echando cosas en la canasta, mientras el futuro congresista seguía atendiendo la llamada.
A medida que Calarcá y la mujer avanzaban por el pasillo de los implementos de aseo, los guardaespaldas de desplazaban a cierta distancia, sin perderlos de vista. Cada parada implicaba miradas escrutadoras de los escoltas a lado y lado.
Los empleados del supermercado comenzaron a notar que algo particular pasaba con aquellos clientes. A medida que avanzaba el carro de mercado, se notaba que la gente comentaba cosas. Algunos quizás lo recordaron en la televisión cuando oficiaba como “canciller de las farc” en México. No era normal que tantas personas estuvieran tan pendientes de un solo carro de mercado. El calor apretaba y el hombre de la camiseta roja se aproximaba a las cajas. Se fijó cuál estaba más desocupada y se dirigió hasta allí. Sin embargo, un problema con un producto que se le registró mal a un cliente paró la fila que esperaba para pagar. “Qué pena señor, nos demoramos un poquito… Pase a la siguiente caja”, le dijo la operaria.
La comitiva se adelantó y franqueó la puerta por donde saldría el personaje. La nueva cajera le preguntó : “¿Señor usted acumula puntos?”. Calarcá movió la cabeza negando y siguió sacando las cosas de la canasta.
La cajera de al lado le preguntó al cliente que atendía en ese momento en voz baja: ¿Quién es ese señor? ¿Por qué va con todas esas personas? El cliente, un poco acosado por el calor que se filtraba por la puerta, le respondió: “Es Marcos Calarcá, el de las farc… A partir del 20 de julio será representante a la Cámara”. La cajera lo reparó nuevamente de pie a cabeza.
Afuera, los guardaespaldas esperaban, mientras los empleados y el locutor del supermercado comentaban en corrillo la noticia de aquella tarde: Marcos Calarcá estuvo mercando aquí.