En Colombia, las marchas estudiantiles han sufrido una fuerte estigmatización como consecuencia del discurso de ciertos políticos al referirse a estas y especialmente de cómo los medios de comunicación las han presentado. La ciudadanía construye una percepción positiva o negativa de las marchas acorde a la información que recibe de sus líderes políticos o de los medios de comunicación.
Como es de esperarse en este polarizado país, algunos políticos con gran visibilidad criminalizan las marchas estudiantiles, acusando a sus participantes de vándalos, revoltosos o vagos. Por otro lado, los medios más grandes, con millones de receptores, enfocan los disturbios y los incidentes con la fuerza pública poniendo a los estudiantes como incitadores y violentos sin hacer un análisis profundo de la brutal intimidación y agresión de las fuerzas policiales.
La violencia en las marchas no debe ser justificada, pero sí analizada para comprender por qué se da. Colombia históricamente ha sido un país pobre, desigual, violento y excluyente, pero con el pasar de los años la indignación social se ha proliferado de tal manera que no hay año que pase sin una marcha o paro nacional por la acción u omisión del gobierno nacional en asuntos de interés nacional, esto sumado al hecho de que las nuevas generaciones preferimos las vías de hecho sobre las vías institucionales, las cuales son lentas, excesivamente burocráticas y poco efectivas.
Las vías de hecho como las marchas estudiantiles que paralizan las principales capitales del país, que bloquean el transporte y afectan las actividades de miles de ciudadanos se convirtieron en la mejor herramienta para que el gobierno nacional escuche y se vea obligado a atender prioritariamente los asuntos que motivaron las marchas, pues en nuestro país si no llamamos la atención generando "incomodidad", el gobierno, como suele hacer, pasa por alto los problemas que aquejan a la sociedad. Y aunque suele escucharse que las marchas tienen fuertes efectos negativos en la cotidianidad de las ciudadanos, protesta que no incomode, no es protesta.
En el mundo entero, especialmente en Latinoamérica, se han presentado históricas protestas que han dado fruto haciendo revertir las decisiones del gobierno u obligándolo a actuar. Estas logran un mayor impacto y una mayor convocatoria dependiendo de cómo los medios las presenten, ya que estos son un poderoso actor dentro de la arena política. Para dar un panorama de esto hay tres ejemplos muy visibles del año pasado y del presente año:
El año pasado en Francia, el gobierno del presidente Macron decidió subirle el precio a los combustibles y reformar el código laboral, lo cual desató la ira de los franceses, que decidieron organizarse con el liderazgo de los sindicatos y crear el movimiento de los chalecos amarillos y empezaron las protestas que se tornaron muy violentas en las principales ciudades de ese país, pues prácticamente incendiaron París. Sin embargo, la sostenida protesta nacional fue cubierta por los medios como una protesta justificada y válida, lo cual generaba que se sumaran cientos de ciudadanos más o por lo menos la apoyaran. Aun cuando el accionar violento de los manifestantes era evidente, estos fueron presentados como "héroes" que tenían todas las razones para tomarse las calles de las ciudades. Finalmente, el gobierno francés decidió revertir su decisión para ponerle fin a los disturbios.
Por otro lado, aquí en Latinoamérica, el gobierno ecuatoriano para poder adquirir un préstamo del Fondo Monetario Internacional debía reformar ciertas políticas económicas dentro de las cuales estaba eliminar el subsidio al combustible. Así lo hizo y se desataron gigantescas protestas en todo el país lideradas por el movimiento indígena, las cuales se tornaron violentas con el pasar de los días, pues se habían tomado las calles, se presentaron saqueos e incendios a edificios del gobierno.
Los medios nacionales de Ecuador y los medios aquí en Colombia inicialmente presentaron las protestas como violentas e injustificables, pero con el pasar de los días, al observar que las protestas se sostuvieron y pusieron al gobierno contra la pared, cambiaron su narrativa y las empezaron a presentar como justificadas y válidas. Esto generó un apoyo masivo de la ciudadanía y le dio un giro a la percepción que teníamos en los países vecinos. Finalmente, el gobierno revirtió su decisión y los medios presentaron a los manifestantes de estas protestas violentas como "héroes" y nombraron esto como un precedente histórico.
Ahora, en Chile la subida del pasaje de metro rebosó la copa y han estallado las gigantescas protestas contra el gobierno de Piñera por problemas profundos en su sistema de salud, pensional y laboral. Como ha sucedido en los otros casos, se han tornado violentas, han incendiado y destruido estaciones del metro, se han presentado saqueos, se han tomado las calles y han bloqueado las principales ciudades del país. Como respuesta, Piñera declaró toques de queda y desplegó a los militares, lo cual enardeció aún más a los chilenos que no han parado de protestar masivamente, pues su historia con la dictadura de Pinochet ha creado un rechazo social contra el uso de los militares para reprimir a la población.
Los medios nacionales de Chile y los medios aquí en Colombia han presentado en un inicio las protestas como algo violento, vandálico e injustificado por una "simple y pequeña" subida del pasaje del metro, pero ante sus grandes efectos como el cambio de todo el gabinete del Gobierno, el trámite de una reforma que reduce las horas de trabajo y la reversión de la subida del pasaje del metro, ahora lo presentan como justificado, razonable, histórico y como un ejemplo a seguir.
Los medios de comunicación resultan ser claves en estas coyunturas sociales y políticas que ponen en jaque a los gobiernos. Aquí en Colombia, algunos medios que resultan ser los que tienen mayor audiencia se ponen del lado de quienes consideren saldrá victorioso, por eso con el pasar del tiempo de los hechos van cambiando su narrativa. Ninguna marcha o paro ha causado efectos de tal magnitud como los hemos visto en otros países, por eso los medios y el gobierno han logrado mantener su forma de presentar las marchas como violentas, no justificadas y vandálicas, lo cual cada vez más tergiversa la percepción ciudadana sobre estas y las deslegitima, cuando las razones y motivaciones reales de las protestas son más que justificadas, ya que estas están exigiendo derechos constitucionales como la educación de calidad y trabajo digno, lo cual indiferentemente de nuestras diferencias ideológicas nos compete a todos.
Con base a esta narrativa sobre la protesta, se escuchan voces de ciertos sectores de regularla, lo cual es inconcebible en un país como el nuestro en donde las vías de hecho resultan ser la única manera en la que el gobierno prende las alarmas y se logran visibilizar graves problemas sociales que se mantienen en último lugar de la agenda pública. Como dijo Catalina Botero, decana de la facultad de Derecho de la Universidad de los Andes, en tono jocoso, si se quiere regular la protesta que construyan un "marchódromo" y le ponemos fin a esta situación.
Esto no se trata de derecha, de centro o de izquierda, porque aquí la única forma de darle solución a esto es encontrar consensos en medio de nuestras diferencias, pues esto se trata es de todos los millones de colombianos que vivimos aquejados o indignados por la desigualdad social que es más violenta que cualquier protesta y los violentos son los que la causan, no los que luchan contra ella, por eso es imperioso comprender la realidad de las protestas y eliminar un estigma creado a gusto de los políticos y de los medios, pues estas se usan para buscar cambios para nuestra generación y las siguientes.
Seguramente llegaremos a tal grado de indignación social que la ciudadanía sin importar estrato, raza, género, ideología o religión estallará abruptamente por la profunda y violenta desigualdad social de nuestro país, inspirada en este brote de manifestaciones en la región y en el mundo.
Para finalizar, por lo que acaban de leer, algunos lectores seguramente se harán una idea de dónde estudio y cuál es mi línea ideológica. Para su sorpresa les escribo como estudiante de Gobierno y Derecho de la Universidad de los Andes, seguramente el círculo social más privilegiado del país. Y no soy ni "mamerto" por ser de izquierda o "guerrerista" por ser de derecha, simplemente soy un colombiano más cansado de la desigualdad social de nuestro país.