¡A marchar con hambre!

¡A marchar con hambre!

"Como docente, es mi aspiración que con todos los colegas nos unamos a exigir unos pagos decentes que se relacionen con la importancia que tiene nuestra profesión"

Por: Juan Felipe Olaya Pardo
enero 29, 2018
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¡A marchar con hambre!

En los años 60 los docentes de Santa Marta decidieron caminar hasta Bogotá en una marcha que fue conocida como la Marcha del Hambre. Semejante nombre se debió a que los docentes, no solo de Santa Marta, sino incluso del resto del país, no recibían por parte del gobierno sus precarios salarios.

He enfatizado en precario, ya que el salario para los docentes colombianos no era bueno en la época, pero, además, porque este sigue siendo un buen adjetivo para describir el pago que reciben aquellas personas que se dedican a educar el futuro del país. Aún hoy, tras constantes paros, el salario de los docentes sigue siendo muy precario e incluso miserable. Es, precisamente, esa realidad actual la que nos atañe en este artículo.

Digo que la Marcha del Hambre ha de volver, porque como docente, realmente es mi aspiración que con todos los colegas nos unamos a exigir unos pagos decentes que se relacionen con la importancia que tiene nuestra profesión y el esfuerzo y dinero que hemos tenido que invertir en nuestra profesión. Sin embargo, este grito tiene que estar alejado de los sindicatos que se supone han estado ahí para apoyarnos y proteger nuestros derechos, pues estos, hoy no son más que un cargo político que, dirigidos por políticos, no buscan sino el interés de aquellos que están a la cabeza de los mismos.

Señor lector, sé que quizá ya está cansado de leer cómo este artículo parece una simple queja más, pero antes de cerrar la página, deme la oportunidad de contextualizar la situación un poco más. Cuando usted piensa en una persona profesional, que se ha educado en una buena universidad y ha pasado en las aulas de esta al menos 5 años, seguramente, usted se imagina a una persona con una vida más o menos acomodada, cuyo salario se aleja considerablemente del mínimo que ganan aquellos que no han tenido la oportunidad de recibir más educación. No obstante, esta no es la realidad de los licenciados (como se le conoce en Colombia a los profesionales de la educación), pues a estos se les ofrecerá un salario que generalmente irá entre $700.000 y $1'400.000.

Quizá usted diga que la segunda cifra que le he puesto anteriormente no está mal para un docente que ha salido recientemente de la universidad y que, además, le da suficiente dinero para vivir. Sin embargo, es triste y desesperante ver como personas que se desempeñan en cargos no calificados (con el respeto que cada uno se merece) ganan lo mismo e incluso más que lo que uno, que lleva años y años preparándose. Y créame, digo lo anterior porque tengo amigos y familiares quienes con el bachillerato o menos, ganan un mejor salario que este. Además, continuando con la discusión que llevaba, este salario no se lo ofrecen únicamente a los profesores novatos, sino que será su salario, quizá, por muchos años más.

Como si lo anterior no fuera suficiente, querido lector, déjeme explicarle qué necesita un profesor, como el que usted tuvo en el colegio, para ganarse un salario como el que le he mencionado anteriormente. Si se adentra a portales de empleo (el que usted prefiera) y busca cargo como docente verá que, casi sin excepción, el salario ofrecido no superará el margen que le he indicado y que, además, exigen que el docente tenga mínimo 2 años de experiencia laboral, menos de 25 años y un sinnúmero de cosas más que en ocasiones son muy sorprendentes (sin mencionar que la mayoría de veces exigen religión, genero e, incluso, le dicen dónde debería vivir para ser contratado). Como si esto no fuera suficiente, usted va a encontrar que debe pasar en la institución más de 8 horas diarias, lidiar con al menos 200 estudiantes, manejar plataformas y llevar trabajo a casa.

Quizá usted conozca profesores que viven una situación diferente, tienen buenos salarios, buena carga horario y otros beneficios. Créame, esos cargos están en vía de extinción. He visto como colegios que pagaban a mis compañeros más de $3'000.000 en el 2015, hoy han negociado a la mayoría de su planta docente para traer nuevos profesores a mitad de precio. Y esta disminución salarial es una enfermedad que se está propagando por la mayoría de colegios e incluso por instituciones de educación superior. Ojo, no crea que las directivas de las instituciones no notan que los profesores nos damos cuenta del recorte salarial, ellos, cuando se atreven a dar excusas, han mencionado la inflación, la necesidad de ofrecer salarios a la par de otras instituciones, el nivel socio-económico de los estudiantes, la inversión en infraestructura y una cantidad de excusas más que, a veces, son hasta cómicas de lo fantasiosas que son.

Pero bueno, dejemos de lado todo lo anterior que puede llegar a sonarle a meras excusas y concentrémonos en las razones por las cuales he escrito este artículo. Francamente escribo esto porque me cansé de tener que perder 2 horas de mi vida llenando pruebas psicotécnicas que no miden en nada mi capacidad como profesor, de que me digan que no tengo la suficiente experiencia laboral cuando me encuentro laborando en el sector educativo desde que terminé el colegio, que me exijan laborar más de 8 horas diarias, de que me excluyan de los cargos de primaria y preescolar por ser hombre, de que me exijan una religión en específico cuando eso no cambia mi calidad como profesor, de que la única vez que me ofrecieron un salario decente esperaban que me prestara para cosas ilegales e hiciera mis clases sin un marcador porque eso no era lo importante, de que a pesar de haber estudiado en las mejores universidades del país y del mundo y haber acumulado una experiencia valiosísima, no pueda aspirar a un salario como el que tienen mis amigos que no fueron a la universidad.

Sí, ahora le debo parecer un resentido, y quizá lo soy, pero dígame cómo se sentiría usted si esta fuera su situación laboral. Así que docentes, intentemos detener esto antes de que nos consuma más el problema.

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