¿No conviene educar a los colombianos? ¿Nos quieren muertos en guerra? ¿Por qué? El país por el que marchamos es uno en donde todos desarrollemos nuestros potenciales, todos: los pobres y los ricos, los amazónicos y los capitalinos, los hombres y las mujeres, los afro, indígenas, campesinos, mestizos de todos los colores… todos queremos y necesitamos ir a universidades públicas ricas en escenarios y experiencias para el aprendizaje.
¿Cuáles son las prioridades de un país, de Colombia, por ejemplo? Ojalá dentro de nuestras prioridades esté la educación porque queremos que todos los jóvenes colombianos tengan la oportunidad de formarse profesionalmente. Además, como por todos es sabido, el desarrollo sostenible de una nación es posible gracias a la educación. Por eso es indispensable que en cada uno de los departamentos del país, en todas las ciudades capitales, y en ciudades medianas haya instituciones universitarias dotadas para desarrollar el pensamiento, y con cupos suficientes.
Además, requerimos docentes de planta para todas las asignaturas, todos los pregrados, los posgrados, y los programas nuevos. Es deber de los administradores del gasto público, responder a las necesidades nuevas de una Colombia que avanza y se desarrolla. Los docentes, a su vez, necesitamos salarios dignos que nos permitan formarnos permanentemente y vivir sin angustias. Colombia marcha porque se sueña viva.
En las universidades colombianas necesitamos desarrollar saberes nuevos que respondan a problemas reales de las regiones, de la industria, del agro, de la producción alimentaria y artesanal, de la economía, de la vida en sociedad, del cuidado en salud y del ambiente. Las universidades son los centros de pensamiento del país y las necesitamos fuertes y florecientes. Además, es indispensable que el conocimiento producido por grupos de investigadores salga de las aulas y llegue con fuerza educativa, y a través de muchos modos de difusión, a todos los rincones en que se le requiere. La extensión universitaria, una extensión solidaria, sin ánimo de lucro, le da más sentido al estudio en las aulas y transforma a las comunidades que la reciben.
En fin, un presupuesto generoso para la educación de los colombianos permitirá la reflexión sobre el país, el avance de la ciencia, el diálogo de saberes entre comunidades, la creación artística llevada a los más altos niveles simbólicos, el pensamiento crítico con el que debatimos sobre la verdad, las falacias y los puntos de vista que se privilegian por intereses económicos o ideológicos; el cuidado en salud física y mental, así como la inclusión de las minorías; la movilidad social, es decir, el salto de la pobreza, y sus frustraciones, a la clase media productiva e interconectada con la institucionalidad; y por supuesto, la internacionalización del conocimiento y las experiencias de vida que confluyen todas en un desarrollo pertinente para nuestro país.
Hoy en familia y con los colegas, con los vecinos y los coterráneos estamos clamando por una Colombia proyectada hacia un futuro promisorio, una Colombia sin más muertes violentas, una Colombia educada y en paz.
