El 20 de enero, los colombianos fuimos convocados a una marcha, donde —esa era la idea— cabíamos todos, pues era una marcha sin tintes, ni extremos políticos. Fue una manifestación que transcurrió, en la medida de lo posible normalmente, con líderes de todas las orillas políticas: el uribismo, los verdes, compromiso ciudadano, algunos petristas, e incluso el expresidente Santos.
La idea central de la marcha era rechazar todo tipo de terrorismo, toda vez que los colombianos queremos vivir en un país en paz. Pero algunos hechos, que no pasaron desapercibidos, nos hacen dudar de ese loable propósito.
En Medellín —una ciudad abiertamente uribista—, un joven llevó puesta una camisa con la frase “No a la guerra de Duque – Uribe”, lo cual irritó a algunos ciudadanos que le lanzaron todo tipo de improperios, incluso, como se puede ver en algunos videos en la redes sociales, fue golpeado, en consecuencia, se tuvo que retirar de la manifestación con la ayuda de la policía
En Bogotá, donde se encontraba Hollman Morris —político abiertamente petrista y precandidato a la alcaldía de Bogotá—, otro grupo de decentes ciudadanos, al igual que en Medellín, le lanzaron todo tipo de consignas como: “guerrillero, asesino hijueputa”, etc. Como si fuera poco, circula otro video en donde se puede ver como un hombre con sombrero aguadeño y haciendo como si su mano fuera un arma, grita: “no se va a negociar, plomo es lo que hay”. Si se agudizan las confrontaciones militares, éste “valiente” ciudadano deberá estar en primera fila, con fusil al hombro y preparado para combatir el terrorismo, pues según él, plomo es que lo hay.
¿Cómo es posible que un ciudadano sea agredido simple y llanamente por la frase de su camisa, por su orientación política o por su manera de pensar? ¿Cómo es posible que aún haya colombianos tan ciegos que no vean las bondades de la paz y quieran seguir en una eterna confrontación?
La paradoja de la situación es que se vean este tipo de circunstancias en una manifestación en contra del terrorismo y por la paz, y lo más curioso es que los ciudadanos son nada más ni nada menos que las barras bravas del uribismo. Esto lo que demuestra, es que el discurso mezquino y guerrerista de Álvaro Uribe, no cae al vacío, pues genera un odio irracional en las personas que lo siguen ciegamente, generando este tipo de violencia física y verbal contra de ciudadanos que no piensan igual a ellos. Y eso que les parece que el porte de armas se debería flexibilizar. ¡Qué tal que eso suceda!
Nota: Colombia es una vergüenza en materia de corrupción. Mientras en Perú ya cayó un presidente, una excandidata presidencial y el fiscal general por el escándalo de Odebrecht, aquí seguimos luchando para que el fiscal sea retirado del cargo, ya que no tiene la decencia de renunciar.