Marcha por la solidaridad

Marcha por la solidaridad

El relato de un periodista franco colombiana el día de la masacre contra Charlie Hebdo

Por: Carolina Niso
enero 14, 2015
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Marcha por la solidaridad

Como periodista franco colombiana desde hace unos años escribo entre París y Bogotá para diferentes medios. La oportunidad que me ha dado la vida de ejercer mi profesión entre aquí y allá, me ha convertido en una testigo permanente de hechos y actualidad en todos los campos.

Sin embargo, no me imaginé que a mi llegada al aeropuerto Charles De Gaule, el pasado miércoles 7 de enero, viviría un episodio tan triste y doloroso en Francia.

Estando en el taxi rumbo al apartamento, recibí un mensaje de una amiga colombo americana que me preguntaba angustiada si estaba bien después de la masacre a los caricaturistas. Yo no tenía ni idea de lo que ella hablaba.

Inmediatamente busqué en internet y me di cuenta que esa mañana había ocurrido un hecho lamentable que era objeto de horror en todo el mundo.

Ese día lluvioso en París parecía más bien el escenario de una película policiaca. Cuando llegué al apartamento encendí la televisión, ya los medios estaban difundiendo la identidad de los terroristas, dos hermanos yihadistas (islamistas radicales) que se habían fugado en medio de una persecución en pleno París y les habían perdido el rastro hacia la periferia.

Ante los hechos, preferí quedarme en casa, deshacer la maleta y comenzar a organizar mi agenda.

Al día siguiente, la noticia era la misma y la búsqueda de los hermanos Kouachi, daba pie para todo tipo de conjeturas. El jueves se presentó un tiroteo en otro lugar de la ciudad pero inicialmente no lo relacionaron con los hechos. Y pasó lo que nadie se imaginaba, en medio de la confusión, se presentaba otro suceso lamentable.

Esta vez en un súper mercado judío en la puerta de Vincennes al este de París, un cómplice de los asesinos Kouachi, tenía como prisioneros a varios empleados y clientes del lugar.

Esta película ya parecía Hollywood. Los medios en directo mostrando el lugar donde se habían refugiado los hermanos y a quienes intentaban convencer para entregarse mientras un supuesto rehén se comunicaba permanentemente con las autoridades para ayudarles a entrar y capturarlos.

Y de forma simultánea, mostraban a la policía intentando negociar con el terrorista para entregar con vida a las personas retenidas.

En ambos casos, los terroristas fueron dados de baja pero también murieron cuatro rehenes que al igual que los caricaturistas perdían la vida a causa del fanatismo sin razón.
El periódico Charlie para quienes han tenido la oportunidad de leerlo, es un medio donde la sátira en muchos casos no solamente ha creado polémica sino herido susceptibilidades. A pesar del humor, temas tan controversiales como el islamismo en un país donde muchos de sus inmigrantes son musulmanes ha producido mas de una vez repudio y reacciones encontradas.

Pero frente a la masacre, matar para callar, no es justificable porque no se comparten las ideas o porque nos disgusta la manera como a través del dibujo se caricaturiza la realidad.

Francia un país amante de la cultura y el conocimiento se sintió herida en lo mas profundo ante semejante atrocidad.

Gobernantes, políticos y personajes de la vida pública convocaron a una marcha de protesta contra estos hechos criminales.
La cita era en la plaza de la República. En medio de una multitud de familias, hombres, mujeres, niños, políticos y personas de diferentes nacionalidades y religiones, decidí unirme a la manifestación en contra de los actos criminales.

Ese día en la tarde, no hacía tanto frío, entre soleado y gris, decidí caminar el rio Sena y llegar a la Bastilla, un lugar histórico de París donde ya había miles de personas con pancartas y el texto emblemático de la protesta: JE SUIS CHARLIE (yo soy Charlie).

Parada en un bolardo, podía observar la multitud. Y es allí donde conocí a Bernard Creach, un músico que había venido solo a protestar. Un señor de unos 50 años quien en medio de su dolor me dijo lo que sentía en ese momento: “este acto ha sido hecho por unos bandidos que han buscado solucionar su problema a través de las armas. Es inimaginable que hayan decido silenciar la prensa. Es una forma de criminalidad que va a necesitar medidas particulares. Es importante que todos estemos aquí. Hay que creer en el Gobierno, en las autoridades pues ellos tienen la obligación de protegernos”

Un día después de la marcha, la vida continúa. Mas de 3 millones de personas se manifestaron en contra. Una multitud sin precedentes en un país que no calla ni se doblega frente a la injusticia.

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