Las movilizaciones del fin de año tuvieron un ingrediente especial que las hizo innovadoras: la notoria participación de numerosos artistas de diferentes disciplinas y categoría, a tal grado les brindaron brillo, colorido y sonoridad a las marchas, que por momentos pudo pensarse que se trataba de un carnaval y no la protesta que en realidad encarnaban. No faltaron los inconscientes, con capuchas, equivocados o infiltrados facilitando el pretexto para la arremetida criminal del ESMAD contra los pacíficos manifestantes.
Algunos artistas de reconocimiento nacional e internacional se pronunciaron apoyando el sentimiento de la protesta; incluso programaron conciertos y actividades lúdicas para mantener vivo el ánimo de resistencia de los marchantes; otros guardaron absoluto silencio y, por supuesto, no faltó quien criticara, como ocurrió con Marbelle que twiteó: “el arte no es resistencia”
¿Qué es el arte? Es una pregunta que merece una respuesta en este debate que suscita su presencia en la protesta. El arte es calidad. Perdura, no desaparece con el paso del tiempo; es tal, si de algún modo toca nuestras más íntimas fibras y nos pone a pensar; si cuestiona el statu quo; si nos ofrece rudimentos para la construcción del arte futuro; es lo contrario al panfleto, a una mala caricatura. La historia universal está repleta de ejemplos.
Bach fue maestro del concierto para teclado y así inspiro compositores y músicos como Mozart y Beethoven. Su obra constituyó la cumbre del barroco, destacado por la técnica y la belleza en la que sintetizó diversos estilos nacionales de su época y del pasado, empleando el contrapunto, una mezcla de melodías que intervienen al mismo tiempo. Fue un enlace entre el pasado y el futuro. El Barroco resistía las estrictas normas clásicas del Renacimiento y se desarrolló en momentos de fuertes controversias entre católicos y protestantes y cuando una incipiente burguesía pretendía soltar las amarras del feudalismo.
Más cerca, la música de Villamil perdura, porque sus versos hicieron conscientes la riqueza de nuestros paisajes, retratan la colombianidad: los guaduales que lloran, la tierra bonita al sur del cerro del Pacandé, las espumas viajeras. Rehúsan el olvido de nuestra ruralidad.
El arte contribuye a desafiar aquello que representa injusticia, se rebela a los intentos por detener el progreso, demuele las trabas a la creatividad de la especie. Hoy se opone al modelo neoliberal de la pobreza, al cambio climático y a la segregación. Por esto, las Marbelle una vez sean ceniza, se perderán en el olvido como brizna que se lleva el viento.