Maradona: redondo y humano, demasiado humano

Maradona: redondo y humano, demasiado humano

A pesar del dinero que ganó y los placeres y adicciones que como un regalo envenenado le ofreció la fama, nunca olvidó ni negó sus raíces

Por: Leandro Felipe Solarte Nates
noviembre 26, 2020
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Maradona: redondo y humano, demasiado humano
Foto: Facebook @diegomaradona

Su magia dominó con la zurda la redondez de la tierra, que gracias a los satélites conoció al detalle sus hazañas sobre el césped y los ruidosos autogoles en su vida cotidiana.

Su carisma y entusiasmo flotaban en la cancha cuando para romper rígidos esquemas de juego desbordaba su genio y hacía mágicos quites a sus rivales, cual murciélago volando con su radar activado, antes de tejer el pase o el gol, con el toque de una obra de arte.

Jalonó hasta la cumbre a equipos con nóminas modestas. Así lo hizo con la selección argentina que en México ganó el mundial de 1986, y con el Nápoles del pobre sur italiano, que se coronó campeón derrotando al Juventus, Milán y el Inter, financiados por ricos grupos industriales y financieros del norte.

Fue el héroe de los descamisados. que sintiéndolo carne y espíritu de barriada lo endiosaron por derrotar a los ingleses después que en las Malvinas, con su poderosa tecnología militar, habían masacrado a humildes e inexpertos soldados de su país, a los que la dictadura militar llevó de helada carne de cañón, intentando desviar la atención acerca de sus desapariciones, asesinatos y multimillonarios robos.

Por eso también lo idolatraron, como antes lo habían hecho con Perón y Evita, fundando la Iglesia Maradoniana, en un país donde el futbol es religión y cada pibe sueña con enfundarse la diez albiceleste.

A pesar del dinero que ganó y los placeres y adicciones, que como un regalo envenenado le ofreció la fama, nunca olvidó ni negó sus raíces, ni dejó de enfrentarse a los abusadores del poder: en los equipos que jugó o cuando se anticipó a denunciar a la cúpula corrupta de la Fifa, y sin pelos en la lengua, criticó los excesivos lujos del Vaticano o los abusos de gobiernos al servicio de minorías depredadoras que mantenían en la opresión y miseria a sus pueblos.

Fue zurdo “con el pie, la mano y la cabeza”, y en política y respaldó a gobiernos y dirigentes que en el continente intentaron construir sociedades más justas.

A diferencia de Pele y Messi, no fue ni quiso ser un modelo de virtudes y en eso fue humano demasiado humano: “tramposo, borrachín, drogadicto, tragón, mujeriego, etcétera”, entre los defectos que en vivo y en directo amplificaron los medios y le enumeró Eduardo Galeano en su famoso escrito en el que por la conjunción de virtudes y defectos lo elevó a la altura de un idolatrado dios; pero humano, demasiado humano, con todos sus goles y autogoles.

En su viaje a la eternidad se le adelantó una generación a Pele, el rey, quien en su mensaje póstumo le tuiteó: “Espero que juguemos en el cielo”. Maradona, el dios, según el cronista Jorge Barraza, tal vez le replicará, digo yo: “o en el infierno”.

Con la plasticidad de su cuerpo danzando con la redonda atada a sus pies, voló un inmortal hacía la etérea red de galaxias.

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