El exfutbolista Diego Armando Maradona agitó las aguas de la opinión pública internacional con los comentarios publicados en su cuenta de Facebook en relación con el apoyo declarado al gobierno del "dictador" venezolano Nicolás Maduro.
"Somos chavistas hasta la muerte. Y cuando Maduro ordene, estoy vestido de soldado para una Venezuela libre, para pelear contra el imperialismo y los que se quieren apoderar de nuestras banderas, que es lo más sagrado que tenemos. Viva Chávez, Viva Maduro, Viva la revolución, Vivan los venezolanos de pura cepa, no los venezolanos interesados e involucrados con la derecha.
Diego y Rocío".
En uno de los momentos más aciagos por los que atraviesa el pueblo venezolano , las palabras "del Diego" saben a puñales en la entraña del ciudadano "de a pie".
Yo no sé si sus disparatadas poses de visceral socialista fueron lanzadas en medio de la más apocalíptica borrachera, de esas "peas" irresponsables que a beneficio de inventario le dejan a la víctima un vergonzoso arrepentimiento. Bueno, hasta donde el naufragio etílico de sus neuronas le permite recordar. De alguna manera eso atenuaría la excremental salida de Maradona. O que alguien de su propia cofradía hubiese acallado de un manotazo el despropósito de su bohemia alocución, y que se hubiera quedado ahí, solo en un arrebato de su "juma". No obstante todo se queda en una esperanzadora presunción.
Uno quisiera que el virtuosismo y la magia que muchos divinizaron en Maradona para tratar la pelota, también le asistieran cuando abre la boca. Que su exquisita filigrana "untándole" el balón a sus rivales fuese directamente proporcional a sus reflexiones. Que su clase innata para destrozar defensas también acompañara sus temerarias elucubraciones políticas. Incluso, que en un capricho incomprensible el tiempo se hubiera detenido en él y se hubiera quedado estacionado como pibe eterno de los "cebollitas". Huelga decir que es imposible.
Si alguien ha gozado como fastuoso sibarita de las mieles capitalistas, amén de la fortuna aquilatada en su paso por el fútbol es Diego Armando Maradona. Maradona se ha empalagado hasta el empacho en los escenarios más paganos y carnestoléndicos del capitalismo y donde la clase pudiente celebra sus orgías monetarias. De ahí que el encomio del astro argentino apostándole a las transformaciones sociales que predica la izquierda resultan tan incoherentes como falsas. "La mujer del Cesar no solo debe serlo, sino parecerlo", y Maradona no pasa de ser un demagogo, ahogado en su protuberante panza de agiotista satisfecho. Honestamente me cuesta imaginar a Diego Maradona vestido de soldado al servicio del régimen, añorando el cambio de guardia mientras mira con insistencia su Rolex; lidiando con el doble peso de sus truhanerías y de su capital obesidad.
Las posturas del "pelusa" siempre han estado viciadas de soberbia, propia de los que caminan insuflados en su descomunal ego, de los que viven para sí, gravitando en el propio eje de sus vanidades; y como en este caso, de incongruencia. Sus atropelladas declaraciones en torno a cualquier tema que amerite confrontación y construcción de opinión siempre terminan siendo la posición acomodaticia de quien no ha comprometido su modo de vivir ni de ser, con lo que dice y promulga.
Cuando una posición tan peregrina como la de Maradona dista de la realidad, no pasa de ser una bufonada, una payasada, (perdonen los payasos); y por extensión una idiotez. Según Umberto Eco, escritor y filósofo italiano, las redes sociales constituyen una rampa desde la que se disparan a diestra y siniestra toda clase de comentarios como baratijas conceptuales, y que son recalentados por todo un universo de consumidores. El indocto y el profano osan ponerse en el mismo nivel del académico. Al menos en la misma ágora. Textualmente Eco manifestó :
"Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas".
Con tan exultante desfachatez, Maradona solo logra hacerle eco a Umberto Eco.