A inicios del siglo XIX el sistema productivo capitalista era incipiente y no había aparecido la fuerza que llevó a la humanidad a seguir estereotipos universales que nos desligan de nuestro origen y cultura, las diferencias entre el mundo occidental y oriental eran mucho más marcadas que hoy. Con Descartes el mundo occidental prestó mayor atención al hombre como centro del universo y sobrevaloró el pensamiento poniéndolo por encima del espíritu y del mundo natural. Occidente inició el camino de la vanidad intelectual y de la dominación del entorno. Oriente mantuvo una veneración continua a la naturaleza y consideró que la vida solo fluye, por tanto había que evitar todo tipo de apego con el fin de eliminar el sufrimiento. La meditación es fundamental para esto, porque permite vaciar nuestra mente de ideas y conocimiento innecesarios. El hombre que medita alimenta su espíritu y desarrolla su capacidad de observación. La meditación es muy importante para Oriente pero no para Occidente.
La pintura de Turner es 11 veces más grande que la xilografía de Hokusai. El hombre occidental se ve así mismo imponente mientras que el oriental reconoce la majestuosidad del mundo natural y se siente parte de ella. En las dos obras hechas en la misma década se ve que la pintura de Turner muestra al mar como un medio que le permite al hombre navegar y conquistar otros territorios, mientras que Hokusai representa a la naturaleza mediante una gran ola que está a punto de embestir a tres diminutas barcas junto con su tripulación. Con el inicio del movimiento Romántico en Europa se advirtió que un camino basado en la razón estaba separando al hombre de la naturaleza y por tanto era necesario volver a ella. Al fondo de la imagen de Hokusai aparece el bello Monte Fuji que es considerado un punto energético del planeta tierra. En contraste la pintura de Turner hace homenaje no al mar ni al sol sino al “El Temerario”, un buque naval que venció a las tropas de Napoleón en Trafalgar e impidió la invasión al país británico.