Manuel Zapata Olivella, un legado que lucha por no quedar en el olvido

Manuel Zapata Olivella, un legado que lucha por no quedar en el olvido

Pocos conocen los aportes de este médico, antropólogo y escritor colombiano, el más importante de la literatura afrocolombiana. Un homenaje

Por: Hugo Andres Arevalo Gonzalez
noviembre 09, 2018
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Manuel Zapata Olivella, un legado que lucha por no quedar en el olvido
Foto: El Meridiano

Cuando se trata de analizar problemáticas sociales, económicas y políticas se suele buscar intelectuales europeos, en vez de pensadores de otras latitudes que tienen mucho para aportar. Tal es el caso de Manuel Zapata Olivella, un humanista colombiano que basó su ejercicio intelectual en pensar el problema de la identidad en términos no solo ontológicos, sino políticos e históricos, atados a la construcción de nación en el pensamiento latinoamericano.

En un mundo que todo lo mide con indicadores, el legado y obra parecen ser las variables que permiten que alguien pueda ser evaluado para adquirir fama, la cual, por lo general, suele llegar después de su muerte. Sin embargo, pareciera que, en muchos casos, dejar obra y legado inéditos tampoco garantiza el reconocimiento por todo el trabajo que una persona aporte a la historia del mundo. Tal es el caso de Manuel Zapata Olivella (1920-2004), un hombre negro por el que corría sangre apasionada por diversos campos de interés: era médico, antropólogo y escritor colombiano nacido en Santa Cruz de Lorica (Córdoba).

Su obra Changó, el gran putas es reconocida como una de las más ambiciosas representaciones de la diáspora y la esclavitud que da cuenta de los aportes a las nuevas identidades que durante más de cuatro siglos ha ofrecido la cultura africana. Aquí, un ejemplo de sus letras que se mueven entre distintas figuras literarias y creencias orishas:

Nado, desde nueve noches atrás inicié mis brazadas con la luna

nueva. Ni la misma Yemayá podría detenerme en la búsqueda de la

luz que ya golpea mis ojos cerrados. Y en la novena noche asomé la

cabeza, me halan por las orejas y resbaló por entre las piernas. Oscuro,

dormido, mi vida todavía es un silencio. Esto alarma a mi abuela

negra. Rápidamente cortó el cordón y me zarandea por las ventanas

del rancho proporcionándome aire. Siento de nuevo sus pellizcos en

mis nalgas, las cachetadas, las oraciones hasta que mi grito fue testigo

de la vida. (Fragmento de “Changó, El gran Putas” de Manuel Zapata Olivella. P. 324).

 

Multifacético como Da Vinci

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Para Darío Henao Restrepo, director del Centro Virtual Isaacs y profesor titular de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle, “Manuel fue un hombre atento al pulso intelectual de su tiempo. Desde joven recorrió el mundo: salió por centroamérica y estuvo en Estados Unidos donde absorbió experiencias del Renacimiento de Harlem (una corriente artística de los años 20 y 30 que buscaba hacerse un lugar en la vida intelectual del país); después estuvo en el Caribe y en Brasil, hasta que llegó a África, donde estuvo varias veces y conoció a los mayores pensadores africanos de su época. El registro de esa faceta de un intelectual tan importante para este país y América Latina, no se ha hecho”.

Y es que comúnmente, los intelectuales que son buscados para analizar diferentes aspectos como la política, el poder, la sociedad, entre otros temas de interés, tienden a ser de Europa. Esa ha sido la puja de Latinoamérica siempre: desprenderse de las influencias externas y marcar un ritmo propio. No obstante, Manuel Zapata Olivella tiene el bagaje para ser uno de los grandes intelectuales de Colombia.

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“Desde una perspectiva sociológica, por ejemplo, un intelectual es un ciudadano que asume una posición crítica frente a la sociedad e instituciones, y Manuel lo fue. Cuando los estudiosos hacen estas investigaciones, piensan en Europa, en Sartre y Foucault, por ejemplo. Nosotros hoy deconstruimos eso con una figura de pensamiento local y global, pues todos los temas le importaban a él: era un humanista. En los años 40, él marca precedentes para que aparezcan los movimientos de negritudes en Colombia como el de Mariano viveros, Natanael díaz, entre otros”, expresa William Mina Aragón, profesor e Investigador de la Facultad de Derecho de la Universidad del Cauca.

Un médico como Manuel, que se enfrentaba a lo tangible de los cuerpos en el quirófano, no estaba exento de lo simbólico de las letras. La literatura cosía y hacía las incisiones que no alcanzaba su bisturí sobre la camilla. Eso suele pasar con los abismos sensibles del ser humano que tienden puentes entre una y otra orilla: porque las dosis de realidad no son suficientes para sobrellevar la lógica del mundo.

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Y aunque escribió 16 obras entre relatos, novelas y un ensayo desde 1946 hasta 1997, Manuel Zapata es mucho más que literatura, y es difícil creer que sea un intelectual invisibilizado, ya que “era un sabio de la cultura colombiana y de la diáspora africana, que vemos, intentaba descolonizar el imaginario. Mostraba que Colombia tiene identidades no solo de un lugar. Y era antropólogo, musicólogo, historiador, político, y, además, filósofo”, señala Animan Clément Akassi, Doctor en Literatura Latinoamericana y Director de Posgrados del Departamento de Lenguas y Culturas del Mundo, de Howard University de Chicago, Estados Unidos.

Uno de los aportes de Zapata fue promover el humanismo en sus obras, representando los discursos de los pueblos colonizados, ahora centros de su propio pensamiento, con su novela “La Pasión Vagabunda” (1948), libro en clara oposición a la filosofía humanista occidental que promovía los derechos humanos pero que ejercía una violencia estructural contra otros hombres (los negros), señala el profesor Akassi.

En este sentido, el legado de Manuel permite entender un concepto llamado “postcolonialidad”, que, para el profesor Akassi, es un fenómeno que nunca dejó de existir desde la esclavitud y se manifiesta por ejemplo en las intenciones del nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, de desaparecer los programas de gobierno de ese país que se destinaban a las negritudes; o que en el caso colombiano, se evidencia cuando gobiernos como el actual y anteriores a él, han abandonado la inversión en la educación pública que significa ejercer “sufrimiento a los sectores de los marginalizados, los menos favorecidos”.

Pero reconocer momentos difíciles en la reivindicación de derechos no apunta solo al gobierno y el Estado, pues Akassi también señala que respecto a Gabriel García Márquez, hay entre él y Manuel una tensión implícita, ya que en la obra “Cien años de soledad”, ‘Gabo’, que es del Caribe y que sabe qué es ser negro, en su afamado texto de ‘realismo mágico’ que le significó el Premio Nobel de Literatura en 1982, no habla de los negros; en cambio con el concepto de muntu (filosofía que incluye a vivos, muertos, animales, plantas; toda una fuerza espiritual del hombre con el universo, según palabras del profesor Darío Henao) del realismo mítico, Manuel sí lo hace.

“Una biblioteca que se quema”

Alejandría era un cúmulo de ciudades fundadas por Alejandro Magno, uno de los más grandes estrategas militares griegos de la historia del mundo. En dicha ciudad, se había creado el paraíso de todo escritor: una biblioteca colosal que ostentaba ser la más grande de todo el planeta. Se estima que albergaba entre 400.000 y 700.000 rollos (los tipos de libros que se usaban en ese tiempo), pero el fuego de las guerras destruyó ese importante centro de pensamiento.

Y si una biblioteca es la luz del mundo, la vida de un hombre también lo es, y en este caso, la vida de Manuel Zapata Olivella, así lo señala el profesor Akassi: “cuando Manuel muere en 2004, tiene 84 años. En la tradición africana, se diría que es un anciano consabido. En 1960, en las tribunas de la Unesco, Amadou Hampâté Bâ, un reconocido intelectual africano, decía que cualquier anciano que muere es una biblioteca que se quema. Con la muerte de Manuel Zapata, nos damos cuenta de una sabiduría que fue dejando trazas escritas y otras que no, como lo es la de la cultura africana y la tradición oral”.

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“Entonces la obra de Manuel tiene que ser salvada porque es una biblioteca que se quemó con su muerte, y el trabajo del Centro Virtual Jorge Isaacs de la Universidad del Valle es un buen trabajo que, combinado con otros, puede generar un aporte importante”, concluye el docente Akassi, quien junto a William Mina y José Antonio Caicedo, Coordinador del Programa Licenciatura en Etnoeducación, Departamento de Estudios Interculturales, Universidad del Cauca, hicieron parte de la ceremonia de inauguración del X Simposio Internacional Jorge Isaacs ‘Tras las huellas de Manuel Zapata Olivella, el legado de una diáspora’, realizado por el Centro Virtual Jorge Isaacs de la Universidad del Valle, del 29 de octubre al 02 de noviembre de 2018.

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