El anuncio del Premio Nobel de Literatura para la poeta neoyorquina Louise Glück llenó de felicidad a Manuel Borrás, director y fundador de la editorial Pretextos de Valencia, España.
Su alegría estaba en lo que ha representado para él, haber creído en una escritora y publicar su obra durante 14 años. Su felicidad era también por haber confiado en la palabra, en la proyección telepática de unos versos plenos, que tejieron intenciones y construyeron un lenguaje que se paralizaba ante las minucias de la cotidianidad.
Sus apuestas como editor lo llevaron a publicar siete poemarios de Louise Glück, que son hoy el único patrimonio de la poeta Nobel en español. En 2006, año en que los versos de Glück se tradujeron por primera vez al español, Manuel Borrás pensó primero, como lo ha hecho siempre, en las profecías que anunciaban sus versos, y luego en las posibilidades mercantiles de los mismos. La creación sobre un pedestal ético y estético.
Con el anuncio del premio Nobel para Louise Glück, el pasado 8 de octubre, algo comenzó a cambiar. El mismo Manuel Borrás contó a la prensa española, que en 15 minutos, la editorial había vendido 700 libros de Glück, un número que triplicaba lo vendido en 14 años.
Días después, el mismo Manuel Borrás se enteró que el agente de la poeta Nobel, Andrew Wylie estaba ofreciendo los derechos de las obras de Glück a grandes editoriales.
Louise Glück, en el ojo del huracán por el derecho de sus obras premiadas con el Nobel
La semana pasada, Andrew Wylie le pidió a la editorial Pretextos abstenerse de vender los libros de Glück, incluso aquellos que estaban engavetados tras años de malas ventas.
Conocí a Manuel Borrás en la biblioteca Simón Bolívar de Cartagena en 2004. Tenía en su mano izquierda un pequeño lápiz y leía con atención un texto en alemán. Repasaba las páginas ya leídas como si hubiera perdido algún detalle y volteaba y volteaba la página antes de continuar con la lectura. Luego subrayó un párrafo y puso marcas en los márgenes como si escribiera en algún código secreto.
Manuel Borrás nació en el seno de una familia de pensamiento liberal, que compartía sus libros al calor de diálogos afectivos, siempre bajo la amorosa voz de su padre. Nació en la ciudad mediterránea de Valencia, allí se formó como filólogo en lengua inglesa y alemana.
Cuando le pregunté por el origen de la editorial Pretextos, contrajo sus labios como si quisiera aguantar las palabras. Sus ojos quedaron fijos y dijo: “El primer libro lo publicamos en septiembre de 1976, pero la editorial comienza a concebirse en el año 70. Primero hay un período de reflexión sobre lo que pretendíamos hacer y después un período en el que debimos conseguir los permisos del Gobierno. Era difícil, ya que vivía el antiguo dictador Franco y cualquier persona que tuviera veleidades librescas era motivo de sospechas”.
Cuando Manuel Borrás comenzó a pensar la editorial tenía 16 años. A los 17, un hecho doloroso cambió el rumbo de su vida y lo impulsó a trabajar en lo que más le gustaba: hacer libros. “En la universidad me hice amigo de Manuel Ramírez y conocimos a un muchacho mayor que nosotros, tenía 21 años, nos metió en la preparación de una pequeña editorial. Él era poeta y nosotros teníamos ciertas inquietudes literarias. La idea era publicar nuestras creaciones y la de aquellos autores que nos gustaban”.
El proyecto se frustró porque aquel muchacho, que se llamaba Eduardo Herbás, se suicidó.
Manuel Borrás recordó que fue su madre la que le dijo que él era muy joven para cargar un fracaso en su corta vida. Su padre, muy sereno, le recomendó que matriculara pocas materias en ese semestre y que pensara en alguna actividad con la que se pudiera ganar algún dinero. Al comienzo, Manuel Borrás no entendió, su padre fue entonces más preciso. Le dijo que continuaran con la empresa editorial que se había interrumpido tras el suicidio del amigo poeta.
Manuel Borrás y Manuel Ramírez se dedicaron entonces a pensar una editorial y trazaron algunos principios que se han mantenido desde la publicación de su primer libro. Uno de ellos fue construir un catálogo del que se sintieran orgullos. En una frase contundente lo dijo todo: “Edito aquello que no puedo olvidar, edito aquello que en cierto modo me ha servido para vivir mejor”.
Otro de los criterios fue excelencia al elegir. Manuel reconoce que solo ciertos manuscritos le producen el deseo de compartirlos y los convierte en libros. En eso estriba el poder de los buenos editores.
Al parecer, hace más de 14 años, Manuel Borrás aplicó otra de sus máximas al leer los versos de la poeta Louise Glück: Nadie echa de menos a un desconocido. “Honradamente lo digo, si hay algo que ennoblece nuestro trabajo de editor es servir de mediadores entre una persona que nadie conoce y la gente que podrá reconocer o no lo que ha escrito”.
El enojo de Manuel Borrás por las advertencias de Andrew Wylie tienen sentido, además porque ni siquiera le ha dado la posibilidad de renegociar nuevos contratos tanto de las obras publicadas como las que estaban en camino de publicarse. Una vida de pueblo, obra de Glück, tuvo algunos retrasos en su traducción y una distribución lenta ante la situación de pandemia.
Andrew Wylie lo apodan el Chacal, un remoquete que le puso la prensa británica ante sus movimientos sigilosos, astutos y en ocasiones depredadores. Tuvo conflictos con grandes del mundo editorial en español. Con Carmen Barcells, por un acuerdo entre las agencias, y con Jorge Herralde, por lo derechos de la obra del escritor Roberto Bolaños, para no entrar en mayores detalles.
Borrás ha manifestado su enojo a la prensa española. Ha dicho que si Wylie se sale con la suya, invitará a los medios para que registren la quema de los libros de Louise Glück que la editorial Pretexto tiene en bodega. Solo una decisión de Glück podría cambiar el destino de sus versos en español. Hasta ahora, la autora ha guardado silencio.
Manuel Borrás ha recibido el apoyo de las editoriales, incluso de las trasnacionales. Hay esperanza. Pretextos no tiene experiencia en quema de libros, tiene experiencia en el misterioso arte de hacer leer, que es la manera como Manuel Borrás ve el trabajo de editor. Admirable.