Adam Smith escribió que “los ricos escogen del montón solo lo más preciado y agradable. Consumen poco más que el pobre, y a pesar de su egoísmo y rapacidad natural (…) dividen con el pobre el producto de todos sus progresos. Son conducidos por una mano invisible que los hace distribuir las cosas necesarias de la vida (…) en partes iguales entre todos sus habitantes”.
Lo grave no es que Smith haya escrito esto hace 240 años, cuando la desigualdad comenzaba a asomarse en la nueva sociedad industrial, sino que en el año 2016 —cuando el 1% de la población global concentra el 50,4% de la riqueza total— todavía sea una creencia de muchos economistas. Ese principio, cuya hipótesis es que al mercado lo guía “la magia de la mano invisible”, en beneficio de todos, se sigue enseñando en los cursos de introducción a la economía, en clases como la de Gregory Mankiw en Harvard.
Tanto la teoría como la realidad demostraron la equivocación de Smith y Mankiw. En 2009, el gobierno de Estados Unidos inyectó USD 800.000 millones a su economía para sacarla de la crisis. Según el escritor conservador David Brooks, citado por Aurelio Suárez en su libro Economía de los Estados Unidos (Aurora, 2016), “cualquiera que no esté aterrorizado no ha invertido mucho tiempo estudiando la diferencia entre los textos de economía y la forma como el Gobierno opera en la realidad”. Pero no solo Estados Unidos lo hizo; en general los países ricos invirtieron grandes sumas de dinero en búsqueda de reactivar la economía.
El pago de la deuda se llevará un 24 % del presupuesto del 2017,
los recursos para el agro se recortarán en 33,6 %
y la mermelada de Cárdenas en Hacienda aumentará en 22,9 %.
Mientras esto ocurría, gobiernos como los de Uribe y Santos despilfarraron no menos de 10 años de bonanza petrolera y minera entre 2003 y 2013. No invirtieron las ganancias en actividades productivas sino en la politiquería que llevó a la crisis económica, social e institucional actual. En consecuencia, el Presupuesto para el año 2017, que refleja el desespero fiscal, recortará 10 % en el gasto de inversión y aumentará en esa misma proporción el de funcionamiento. Además, el pago de la deuda se llevará un 24 % del presupuesto total, los recursos para el agro se recortarán en 33,6 % y la mermelada del ministro Cárdenas en Hacienda aumentará en 22,9 %.
Si no se invierte en los motores de crecimiento que son la agricultura, la industria y los servicios de alto valor, y se siguen derrochando recursos en los negocios de determinado grupos económicos, la economía no será capaz de reactivarse. Por eso es necesario mayor esfuerzo para demostrar que no es la mano invisible la que salva a la sociedad, sino una activa promoción de la producción para la cual es necesaria una mayor participación de la ciudadanía, especialmente de jóvenes, en los debates políticos sobre temas de importancia, como los que tienen que ver con la forma en que se maneja la economía.
Twitter: @mariovalencia01