Quien es auténtico asume la responsabilidad por ser lo que es
y se reconoce libre de ser lo que es.
(Jean Paul Sartre)
Escribir es como hacer el amor:
una cosa brutal, fatigante, en la cual morimos y renacemos.
(Julio Ramón Ribeyro)
Ser diferente no es ni bueno ni malo…
simplemente significa que se tiene el suficiente coraje de ser uno mismo.
(Albert Camus)
El ciclo El periodismo visto por el Cine, del Cine-Club Al Filo del Tiempo, termina con Mank (2020), del cineasta David Fincher, con guion de su padre, ‘Jack’ Fincher. Filme en el que forma y contenido no son la misma cosa, sino dos cosas diferentes e incluso opuestas, como se verá a partir de una anécdota contada por Antonio Tabucchi, autor de la novela que Roberto Faenza llevó al cine y que acaba de pasar en este mismo ciclo, el que emana de la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños.
Una cosa es el personaje Mank que Gary Oldman construye y otra muy distinta lo que hay detrás suyo; y otra aún más distinta la que subyace en su relación con los otros dos personajes básicos: William Randolph Hearst y Orson Welles. Desde lo formal, Mank tal vez no sea un fracaso; desde el contenido... Eso sí, quizás el enfoque no sea el más pertinente en tanto tiene todos los ribetes de una cuenta de cobro pasada únicamente al guionista de Citizen Kane, pero jamás a quien encarna la industria y el statu quo, Hearst, ni al emblema de la megalomanía hollywoodense, Welles.
El guion de Mank de Howard Kelly ‘Jack’ Fincher, también destacado periodista y jefe de las oficinas de Life en Frisco, fue escrito en la década de 1990, nunca llegó a feliz término porque David se ocupaba entonces con The Game (1997); como Jack muere en 2003 solo hasta 2019 se anunció el proyecto, rodado entre fines de ese año e inicios de 2020. Aunque ‘Jack’ haya sido guionista de Hollywood, esta ya no es la Meca del Cine, como se conocía hasta hoy.
El Nuevo Hollywood, del mundo digital, es Netflix. Ese detalle y otro más, las diez nominaciones en los Oscar 2021 y dos premios, de suyo marca los derroteros del lucro, la vanidad y el poder. Filme que desde lo formal se presenta como un guion hecho en vivo, ya no ‘cadáver exquisito’, digital y falseado en el tratamiento fotográfico para que parezca el viejo celuloide. En ello no caben reparos: sí desde el enfoque, el tratamiento, lo argumental. Mank: No reflejas la vida de un hombre en dos horas, solo intentas dar una impresión de ella.
El enfoque varía entre el tributo simulado a Mank y el panegírico descarado a Welles, en tanto ‘monstruo de guion/dirección y actuación’; y a Hearst, en tanto magnate del periodismo, padre del sensacionalismo, dueño, además, del mítico Saint-Simeón: que en Citizen Kane equivale al Xanadú. Famoso también por incitar al magnicidio de William McKinley (1843-1901), a quien él llamó ‘el ser más despreciado y odiado del hemisferio’ que culminó en un editorial suyo: ‘Hace falta matar’, poco antes de que, en efecto, lo asesinara el ‘anarquista y ateo’ de origen polaco Leon Czolgosz (1873-1901): desconocido en los círculos anarquistas y se supone que en los del ateísmo, si se considera la farsa detrás de todo magnicidio y el uso del chivo expiatorio como moneda corriente. Parte de ello lo cuenta Pauline Kael… (1) Tal como en Fosa Común hacen ciertos incitadores al odio/polarización, Uribe, Luis C. Vélez, Salud H., pero tildan de ‘polarizadores’ a Petro y a los demás para desvirtuarlos/acabarlos.
Mank siempre asumió ser quien era. Pero eso no le iba bien a Hollywood, a la (perversa) industria ni al megalómano Welles, ni al patriarca/pedófilo Hearst, financiador/patrocinador del cine y, ante todo, dueño de más de 20 periódicos, casi todos bajo el mote ‘American’, como se llamó el primer guion de Mankiewicz para el filme titulado finalmente ‘Citizen Kane’, cargado de ironía.
La voz ‘American’ fue usada sin premeditación por Mrs. Fremont Older en 1936 al publicar su biografía (autorizada) William Randolph Hearst, American. Término favorito del magnate, su suplemento dominical era el American Weekly, retituló sus diarios con dicho término, mientras le fue posible desde que el senador Henry Cabot Lodge lo acusó de ‘antiamericano’ tras el crimen de McKinley, cuando a Hearst se le colgó en efigie. Al pasar la tormenta, Hearst devino ‘super-americano’. Al respecto, Pauline Kael: “Para Mankiewicz, el americanismo de Hearst era el refugio de un sinvergüenza, aunque de ningún modo su último refugio; eso, en la primera versión, era claramente chantaje”. (1976: 114)
La parte ‘Noticias en marcha’ indica a través de Kane el afán del título: “Soy, he sido y seré un asola cosa: un americano”. Lo cual era un agitar Pop de banderas, dice Kael, cuando aún no se llamaba así, ‘American’, bajo el sentido de la American Legion y las Daughters of the American Revolution. Por otro lado, Mank pudo haber querido vengarse de sus amigos de Hollywood que, desde más o menos 1935, era del Frente Popular, estaban también envueltos por la bandera.
Entonces, la izquierda comunista insistía en su virtud ‘americana’ en un incómodo afán por avivar la ‘democracia’, un imperialismo hasta que Rusia optó por aliarse con EEUU contra Hitler. Hecho que suena raro cuando al tiempo, en 1936, Albert Watson, de la IBM, firmaba con el Führer un trato para repartirse el botín por concepto de las víctimas numeradas por categorías (1. Judíos; 2. Mujeres; 3. Negros; 4. Gays, etc.) durante la II GM, tal como se ve en el documental Fog of War o La niebla de la guerra, del gringo Errol Morris.
El título definitivo, ‘Citizen’, que sustituyó a ‘American’, es asimismo irónico. Hearst, vástago de un billonario y él mismo amo y soberano de los medios escritos y del Castillo de Saint-Simeón, era un ‘ciudadano’ igual que Luis XIV lo era de Francia. Unir ‘ciudadano’ con Kane, que en inglés suena igual que Caín, no requiere mayor explicación.
Hearst encarnó un periodismo saturado de color, ya para entonces en vías de extinción. Mank, por su parte, abrevió la era de El gran reportaje, de Milestone, y la narró en su propia fuente, la del Self-Made-Man, esto es, el American Dream (hoy Nightmare Yankee), bajo el cual era posible que un riquito heredara poder suficiente para controlar a la opinión pública como si se tratara de un juguete personal. Metáfora, preciso, detrás del personaje de Mank y a su vez del prurito de Hearst y Welles: intentar controlarlo cual juguete, que para su desgracia los derrotará.
Orson Welles les quitaba los créditos a sus colaboradores, abusando de su talento y edad. Así hizo con el creador de The War of the Worlds, Howard Koch, espacio emitido el Día de Todos los Santos de 1938, en NY. Cuando el programa de marcianos se hizo célebre, olvidó de repente que Koch lo había escrito: no fue citado en diarios ni revistas aun con el furor que causó la transmisión. No obstante, escribió 25 programas en seis meses, seis días y medio a la semana a todo tren y el restante medio día estaba con su familia.
En la época previa a dichos espacios radiales del Mercury Theatre, sostenidos por la pauta, se usaba la táctica publicitaria de identificar al público con Welles, así que se le atribuía casi todo y citaba por radio como autor de los espacios del Mercury: “Probablemente el único que lo creía era el mismo Welles”, dice Pauline Kael (1976: 77). Koch, joven escritor que luego se hizo famoso al adaptar The Letter en 1940 y ganó un Oscar (2) por el guion del melodrama por excelencia de la historia del cine, Casablanca, de Michael Curtiz, en 1942, cobraba USD$ 75 por libreto.
Para Koch, el pacto era que Welles sería autor en emisiones con fines de publicidad, mientras el primero recibiría todo beneficio ulterior figurando además como propietario intelectual o de derechos registrados. De paso, Welles tuvo la idea de transmitir el espacio marciano como boletín radial. Años después la CBS hizo un programa sobre el Panic-Show, recreó partes originales y pagó a Koch USD$ 300 por usar su material. Welles demandó a la CBS por USD$ 375 mil: alegaba ser el autor y que el material se usó ‘sin su permiso’.
Kael sostiene que Welles perdió, pero a lo mejor aún piensa que ‘escribió el libreto’ y así lo expresaba en TV. (1976: 78) En oposición a la fortaleza de Mank, aun entre alcohol, los ayudantes de Welles usan la voz ‘debilidad’ para sus ínfulas de autor. Kael sostiene que los directores de teatro y cine, por sus funciones, carácter, carisma, respetan poco el trabajo ajeno y que Welles tenía más talento y magnetismo y menos edad que la mayoría de los de su época, de modo que a quienes quitaba el crédito seguían con él durante años, como Koch siguió escribiendo espacios así Welles no lo citara en la publicidad nacional respecto al citado show de pánico.
No hay prácticamente información o detalle relativos a Citizen Kane, en Mank, que Jack Fincher, el guionista, y David Fincher, el director, no hayan tenido que retomar de El libro de El Ciudadano, de la crítica gringa Pauline Kael. (1976: 97 a 145) Mank, filme y personaje, recuerdan a Orwell respecto a que tanto más se aleja una sociedad de la verdad, más odiará a los que la dicen. Y Mank la dice a toda hora, pero no tanto los demás del filme.
Porque mientras se incrementa el odio de la dupla Hearst/Welles, hasta llegar a las secuencias finales de la fiesta en el castillo de Saint-Simeón (hoy, Castillo Hearst, ubicado en California), del magnate de la prensa, y luego el reclamo/insulto del genio precoz del cine hecho/dado al auténtico guionista de Citizen Kane, aunque pueda hallarse mil pretextos para atribuírselo a Welles, mientras pasa todo eso, Mank ha ido desperdigando por doquier todo su arsenal verbal lleno de lucidez en literatura, de destreza en guion, de riqueza en saber y experiencias.
Y les demuestra que, pese al prejuicio, no es el mono que baila ante una orden, sino que tiene carácter, criterio e independencia, que no es un empobrecido (no ‘pobre’) ni que ama más el pan que la libertad sino al revés y por eso cambia el pan por whisky y vive borracho y así libre; o si no es libre, se siente.
Por eso entrega sus guiones antes del límite previsto y enfurece a Hearst/Welles, así éstos muestren su ira de distinto modo: uno, con la hipocresía de la parábola del mico organillero vuelta insulto/forma de expulsión/rechazo y, claro, por su rol de inmigrante, señal de xenofobia/intolerancia; otro, con la amenaza y el agravio por meterse con la chancro-santa industria judío/gringa del cine (‘tal vez no vuelvas a trabajar en esta ciudad’) y por ello golpea/grita: ‘Tenemos un contrato que comprendiste y al que accediste’ y si se opone irá a lo que el nuevo sindicato de Mank llama ‘arbitrio’ y perderá el guion, la suma recibida y suponiendo que aun subsista respeto en Hollywood…, ‘¡el respeto de quienes cumplen su palabra!’: los eternamente citados USD$ 10.000, que vaya a saberse si recibió.
Porque tal como lo refiere Kael, otro guionista de la (ex) Meca del Cine, Nunnally Johnson, dijo que, durante la filmación de Ciudadano Kane, Mank le contó haber recibido una ‘oferta de 10 mil dólares de bonificación especial de Welles’, por vía de sus amigos, para supeditarse al trato original y omitir su nombre en los créditos del filme. Mank agregó que a Welles le preocupaba lo hermoso que sería leer en ellos: “Producida por Orson Welles. Dirigida por Orson Welles. Protagonista: Orson Welles”.
Todo iba viento en popa hasta que en el título de autores apareció ‘Hermann J. Mankiewicz’ y eso le cercenó el gozo. Mank fue tentado por Welles: necesitaba, como siempre, dinero y además tenía miedo de lo que pasara al estrenarse el filme: podía quedar en la ‘Blacklist’ el resto de vida. Hearst, como ayer Stalin u hoy Putin para EEUU, era bizarro en sus castigos. A la vez, Mank sabía, como Houseman, que Ciudadano Kane era su guion supremo y sentía mucho orgullo por ello. Fue a consultar a Ben Hecht sobre su duda/dilema y éste, cuenta Nunnally, tan veloz como guionista igual que para dar consejos, le dijo: “Toma los diez mil y traiciona a ese hijo de p…” (1976: 99)
Pero, ‘una cosa piensa el burro y otra el que lo enjalma’, decía Papá. Bueno, que Welles sea el jinete no quiere decir que Mank sea el… Años después, al preguntarle si éste escribió el guion o no, Welles salió por la tangente: “Todo lo de Rosebud es de él”, justo por lo que más se fustigó al filme: Gilbert Seldes lo llamó ‘una falsedad’ y ‘lo único que no es fresco’ en él.
Welles señaló: “El truco de Rosebud es lo que menos me gusta […]. Es […] un simple truco. Freud a nivel de difusión popular, a un dólar el ejemplar”. Kael le da la razón: “Es Freud a un dólar el ejemplar”. (1976: 118) Pero, uno tan primario que, como ciertos derivados suyos hacia 1945, v. gr. El séptimo velo, apenas tienen que ver con Freud. Lo que no pasa con Misterios de un alma (1926), de Pabst, el miedo repentino e irracional a los cuchillos por el Dr. Martin Fellman, o con Freud, pasión secreta (1962), de Huston, trato de la histeria vía hipnosis, lo que cambiará una vez el Dr. Breuer le presente a alguien con neurosis/pesadillas.
Hearst y Welles son emblemas de megalomanía, vanidad y nihilismo, dinero y Poder: el que, al no lograr fortificar la Justicia, justificó la fuerza. Como ahora en la farsa de EEUU y OTAN en Ucrania, soldados neonazis fungen ser ‘cowboys fora da lei’, diría Raúl Seixas (3), usando uniformes rusos para montar el tinglado Masacre de Bucha con ‘niños, embarazadas y civiles’ regados por las calles; igual que en la de Puerto Leguízamo miembros del ejército, disfrazados de guerrilleros mataron a 11 o más personas, lo que de suyo implica que Molano renuncie y vaya a la CPI. (4) De nuevo Bucha: dos misiles, con la leyenda ‘Por nuestros niños’ para intentar convencer al mundo de que fue obra del nuevo ‘Hitler/Stalin’, Putin, aunque sea Biden. (5) Lo que, según informe de la reportera holandesa Sonja Van Den Ende, es obra de EEUU/OTAN y del payaso Zelenski. (6) Puesto por EEUU en Ucrania por la subsecretaria de Estado Victoria Nuland, tras el golpe de Maidán 2014, cuando se sacó a Yanukóvich para poner a la víctima propiciatoria (envenenado antes de…) Yúshchenko y ahora al citado joker.
Relata Pauline Kael que al parecer siendo niño Mank tuvo un trineo, que pudo llamarse o no ‘Rosebud’, cosa que su familia no recuerda. No fue separado de modo traumático del trineo, pero la bicicleta que alguna vez tuvo se la robaron (como le pasó a Cassius Clay a los doce años, lo que determinó su ingreso al boxeo, como lo narro en el cuento El boxeo soy yo) (7) y eso, que lo lamentó toda su vida, desembocó en la transferencia de una emoción a la otra.
Pero, como dice Pauline Kael, buscar el secreto de lo último que dijo un hombre famoso puede ser tan estúpido/falso como creer que los mendigos ciegos traen suerte o que los gatos negros no la traen, aunque ‘funcione’ con/para ciertas personas a las que les gusta la idea de que ‘Rosebud’ representa la extraviada felicidad maternal o que de algún modo simboliza la pérdida en Kane de la facultad de amar o ser amado o lo que es insoportable, no poder hacerlo.
Lo que quizás exacerbó la bronca de Hearst y Welles fue que en la primera versión, lo que Kael llama ‘un chantaje’, Susan Alexander le dice a Thompson que si es un tipo despierto se comunique con el mayordomo Raymond pues con él averiguará muchas cosas, ya que: ‘Sabe dónde están enterrados todos los cadáveres’.
Con ello se refiere a todo lo que hay detrás del nuevo periodismo de Luce. En cuyo equipo, a propósito, circa 1940, Joe, hermano de Mank, hizo como productor en cine el drama The Philadelphia Story, que se había estrenado en Broadway en 1939. En aquella versión inicial, en efecto, Raymond sabía dónde yacían enterrados los cadáveres, lo que no deja de ser una sentencia extraña, críptica, oscura. De tal modo, Mank había fraguado una versión poco bien intencionada del alboroto, cuyo eufemismo básico fue ‘La extraña muerte de Thomas Ince’, otro crimen achacado a Hearst.
El 15.nov.1924 en San Pedro, CA, el yate Oneida, propiedad de Hearst, salió de Week-End hacia San Diego en honor del aniversario 44 de Th. H. Ince, llevando, entre otros, a Ch. Chaplin, Louella Parsons, Daniel Carson G., Elinor Glyn y las actrices Marion Davies (Hearst, de 60, la conoció cuando ella tenía 19), Jackie Logan, Seena Owen y más. Ince no subió a bordo por retraso: viajó al otro día en tren a San Diego, o sea, el domingo en la noche fue al agasajo en su honor.
El lunes temprano otra nave lo llevó a la costa junto al Dr. Goodman, médico que no ejercía y gerente productor de Hearst, y el miércoles murió. En años venideros rodaron historias que se contraponían en torno a lo ocurrido: unas, que Hearst le había disparado, por celos o de modo accidental, mientras peleaba con Chaplin a causa de Marion y que luego había usado su poder e influencias para encubrir/enterrar el insuceso. (8)
Mank, el humanismo en modo compasión
Mank escribía como hacer el amor, pero por andar borracho no hacía el amor: mientras no estaba ebrio escribía y sabía que renacía, no cuando hacía el amor porque sabía que moría: así, prefería escribir, único modo de no estar borracho ni muriendo, sino dispuesto a renacer aun sabiendo que cada día se parte de cero cual Sísifo. Para Citizen Kane, le infundió al guion la fuerza del periodismo. Pocos filmes lo hacen hasta hoy: contra los periodistas prepago que ejecutan recados del poder y ocultan lo que pasa.
Basta citar Menschen am Sonntag u Hombres en domingo (1930), de Siodmak, The Front Page o El titular (1931), de Milestone e It Happened One Night o Sucedió una noche (1934), de Capra, para hallar el choque entre el periodista y escritor que cava y busca la verdad y el que lo pisa y echa la tierra abajo; entre ellos el cuarto poder que busca dominar lo que no acaba: la desigualdad entre pauta y empresarios detrás del Poder con periodistas y escritores que solo buscan destapar e informar.
Mank estaba seguro, incluso en su delirio etílico, de ser diferente, no bueno ni malo, dispuesto a demostrar ser apenas eso: diferente. Que tal cosa no entraña problema sino a los dueños del dinero/poder y a sus súbditos los políticos, lo mismo que a las élites… los de la dudosa fábrica de sueños que refiere Ehrenburg en su libro sobre Hollywood: la ‘Babel de los tiempos modernos, la industria de la porquería más grande que existe’, al decir de Wenders luego de filmar allí París, Texas (1984).
Dos años antes había hecho allí Hammett, sobre el autor de novela negra R. Chandler, con la productora Zoetrope de Coppola: ahora distribuida como Mank por Netflix. En dicho filme no cabe la anécdota de Tabucchi y María-José, en Japón, cuando ésta quiso obsequiar algo a la traductora del marido; en su criterio occidental, luego de notar que dentro de la caja no había nada, le preguntó: “¿Cuál es el regalo?” Y la traductora repuso: “La misma caja”. Tabucchi añade: “Forma y contenido eran lo mismo”. (9) Se reitera, en Mank no cabe la anécdota porque en él una, impecable, y otro, ambiguo, no son lo mismo.
En Mank se vislumbra/infiere un juicio contra Mankiewicz por ‘traición’ a Hearst/Welles. E incluso a Kane, figura de Citizen. Como si no fuera lícito que un investigador como Mank devele el hampa, la mafia, lo turbio detrás de aquellos. El filme plantea una lucha constante, aunque mal enfocada/tratada entre moral, ética, honestidad, verdad, derecho y la abolición de todo por conveniencia, burocracia, Poder. Como cuando un hombre más empobrecido que derrotado, según el parecer de otros, no de él, se enfrenta, si se exceptúa a Kane, a dos poderosos de la industria y de los medios: uno, productor/guionista/director y actor, Welles; otro, ‘filántropo’ billonario excéntrico y dueño de casi toda la prensa de la época, Hearst (como hoy Gates, el del virus/negocio, la vacuna/separatista y dueño de la OMS). Hearst el que era padre del periodismo amarillo, azul y rojo: no en el sentido de ‘comunismo’ sino de ‘cine rojo’, por porno, según el humor negro de Andrés Caicedo en los años 70 del siglo XX.
Kael especula: si Mank, quien escribió el filme, para muchos el mejor visto en su vida, es desconocido, la respuesta ha de ser no solo que murió muy pronto, sino que ‘se pasó de vivo’.
Hoy, a la luz de Mank, el filme de otro escritor de Hollywood, factor clave por la relevancia que en él tiene el desarrollo del guion, puede decirse que quienes se pasaron no solo de vivos, sino actuaron como criminales fueron Hearst y Welles, en tanto usaron todo tipo de ‘arreglos’ para dañar trayectoria/talento y honra del humorista/satírico/ironista Mank. Quien, añade Kael, dizque por su ‘perverso sentido del humor’ al usar a Welles para caracterizar a Kane, oscureció ‘su propia autoría’. Y el público, al notar la unidad Welles/Kane supone éste es creación de aquél y Welles mismo juega ‘el papel que nació para hacer’, mientras los críticos, al ver material de Welles en el filme, lo captan como factura autobiográfica suya. (1976: 102) Esto es, lo que nadie debería ver como error, sino como virtud estilística/conceptual de Mank.
Alguien que con tal tino se puso en la piel del Otro hasta desaparecer tras él. Lo que poco debería importar si se entiende que el verdadero autor, guionista, escritor revive en y por los demás, sin importar los efectos que ello acarree, como sea que solo a través suyo es posible mitigar dolor, extravío y angustia existenciales y así poder sentirse más útiles y mejores seres humanos. No porque de por sí no lo sean, sino porque en eso consiste la vida: un trámite continuo e interminable, finito solo por muerte, entre el pensamiento personal y el del prójimo en el que Yo soy Otro o Ubuntu, ‘soy porque somos’ (no el capitalista ‘quítate o te tumbo’) sin dejar de ser uno.
Ya que se pasará, con certeza, de la piedad a la locura, como le pasó a Nietzsche por defender al caballo que su dueño golpeaba en Turín, como Mank fue golpeado en la peor plaza que el cine tuvo, Hollywood, hoy reemplazada por el Digital World Netflix, esa otra ‘Babel de los tiempos modernos, la industria de la porquería más grande…’. Símil postrero: el que Zuckerberg haya gastado en 2021 USD$ 10 mil millones en desarrollar el ‘metaverso’, no habla propiamente de filantropía, esto es, por mejorar la Humanidad. (10)
Hearst/Welles encarnan al Sistema en su turbia idea de corrupción; Mank el humanismo en la expresión limpia de compasión. Razón suficiente para estar de su lado. Cómo no aceptar que el fanático siga al statu quo. Así ha sido siempre y es arduo cambiarlo. Solo queda resistir. Como hizo Mank hasta su muerte temprana e injusta. Tanto que casi nadie recuerda hoy al autor de una obra sublime de la historia del cine, aun con los entuertos que arrastra. En los que Hearst/Welles cobran protagonismo desde lo trágico, mientras el inocente/no ingenuo Mank sigue al margen.
Sin final feliz, él seguirá siendo ése ‘pobre’/derrotado e inmigrante. Aun así, un ganador por decirle a Welles en su cara: ‘Yo los enfurezco y me lo he ganado, pero a ti, que te autoproclamas su salvador [el de Hearst] ¡están deseando odiarte!’ A Welles solo le queda el rol del perdedor cuando pide recordarle que no trabaja con un alcohólico. Éste recuerda a Sartre: ‘Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace’.
A Santiago, en cuyos zapatos me pongo cada vez que escribo, con una sola idea: responsabilidad.
Notas, enlaces y bibliografía:
(1) KAEL, Pauline. El libro de El Ciudadano. Ediciones de la Flor, Bs. Aires, 1976, 356 pp.: 114.
(2) Guion escrito por el citado Koch, Julius Epstein, Philip Epstein y Casey Robinson (sin crédito).
(3) https://www.youtube.com/watch?v=g1aCOzgtr9Y
(4) https://www.facebook.com/JesusPutumayo/videos/1592000224506541
(5)https://www.facebook.com/watch/?v=3036887323289691
(7) https://es.calameo.com/read/004239491f578bef7639d
(8) Escribe Debra Pawlak en The Mysterious Affaire of Thomas Ince, tomado de The Media Drome, a cuyo sitio web no puede accederse. Luego, encontré un enlace de Wikipedia en Galicia que anexo aquí.
https://wp-gl.wikideck.com/Thomas_H._Ince
FICHA TÉCNICA: Título Original: Mank. País: EEUU. Año: 2020. For.: Digital; b/n; 132 min. Gén.: Drama. Dir.: David Fincher. Guion: Jack Fincher. Mús.: Trent Reznor. Fot.: Erick Messerschmidt. Mon.: Kirk Baxter. Int.: H. J. ‘Mank’ Mankiewicz (Gary Oldman); Marion Davies (Amanda Seyfried); Rita Alexander (Lily Collins); Louis B. Mayer (Arliss Howard); Joseph L. Mankiewicz (Tom Pelphrey); W. R. Hearst (Charles Dance); John Houseman (Sam Troughton); Irving Thalberg (Ferdinand Kingsley); Sara Mankiewicz (Tuppence Middleton); Orson Welles (Tom Burke); Charles Lederer (Joseph Cross); Shelly Metcalf (Jamie McShane); David O. Selznick (Toby Leonard Moore); Fräulein Frieda (Monika Gossmann); Eve, esposa de Metcalf (Leven Rambin); Upton Sinclair (Bill Nye); Ben Hecht (Jeff Harms). Prod.: Ceán Chaffin / Douglas Urbanski / Eric Roth. Prod. y Dist.: Netflix. Premios: Oscar a Mejor Fotografía y a Diseño de Producción. Estreno en EEUU y Canadá: 13.nov.2020.
* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución fue lanzado por UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión, EE y Las2Orillas. E-mail: [email protected]