Resulta que hay un sector mayoritario de la oposición que se ha tragado, o mejor dicho, se ha engullido, una falsedad que la vienen divulgando como una verdad absoluta, la cual consiste en creer la historieta de que Uribe extraditó a Mancuso para que éste no confesara a la justicia colombiana muchas verdades que él sabía.
-¿Es que acaso no te das cuenta- me decía alguien-, que Uribe fue muy astuto de mandárselo a los gringos para callarlo y así asegurar su impunidad? Eso es más claro que el agua. Ignorar eso es caer en la imbecilidad o ser muy uribista.
Analicemos el caso desapasionadamente, y pongamos en salmuera los adjetivos de imbécil y uribista.
A ver, a Mancuso lo extraditan porque había una solicitud de extradición de la justicia norteamericana. No fue que Uribe se lo mandó a los gringos. No. Los gringos lo pidieron en extradición y Uribe tenía la obligación de enviarlo en virtud a lo que se conoce como Extradición Pasiva, que es aquella donde “Colombia es requerida, por encontrarse prófugo en su territorio el acusado o procesado por un delito cometido en otro Estado…”.
-Ah, claro, y Uribe muy diligente se lo mandó a los gringos para que Mancuso no revelara los secretos paramilitares de Uribe. ¿No ves? Ahí está la explicación-, me insiste el “alguien”.
Ok. Antes de hablar sobre las verdades que sabe Mancuso, hagamos un brevísimo repaso sobre qué actores intervienen en la extradición de un individuo.
Uribe no actuó solo en el proceso de extradición. Además de la Cancillería y el Ministerio de Justicia, también intervinieron en el trámite de la extradición, la Fiscalía y la Corte Suprema de Justicia. Aquí preguntó, ¿siendo la Corte Suprema de Justicia, un ente que ha sido totalmente independiente frente a Uribe, hasta el punto de que lo ha investigado con resolución de acusación, cree usted que la Corte también participó en la “jugadita” para callar a Mancuso? Ahí se la dejo.
Ahora vamos al cuento peregrino de que Uribe mandó a USA a Mancuso para que no contara los reveladores secretos que podrían perjudicar al primero.
Analicemos.
La extradición no prohíbe (jamás de los jamases) que el extraditado pueda responder a la justicia colombiana cuando ésta lo requiera. Es decir, una vez preso en una celda norteamericana, el extraditado tiene libertad de decir lo que quiera cada vez que un fiscal colombiano o juez se presente a su lugar de reclusión, o lo haga vía online, COMO HA OCURRIDO EN EFECTO CON EL MISMO MANCUSO.
Ahora vamos a las verdades de Mancuso.
Hasta la fecha Mancuso no ha presentado evidencia de lo que prometió, en el sentido de que hubo un complot de Uribe contra la Corte Suprema de Justicia cuando lo extraditaron. Quedó como un zapato. Tampoco ha contado cosas nuevas que ya todo el mundo conoce. Es el campeón de los refritos. Y con relación a los hechos punibles que Mancuso quería contar y que Uribe se lo impidió, tampoco.
Ha tenido la JEP que reconvenirle para que deje de mamar gallo y cuente qué cosas nuevas- distintas a las ya conocidas- tiene conocimiento. Es más, le ampliaron los términos para que presente evidencias. Ya veremos con qué sale después que se cumpla el plazo.
Por último, una vez desvirtuado el cuentecito de que a Mancuso lo extraditaron para callarlo, ahora veamos cuáles son las dos razones que hay detrás de esta narrativa:
La verdad es que Mancuso no quiere pisar la cárcel cuando llegue a Colombia. Es decir, él no quiere responder por otros delitos distintos a los cuales fue investigado por Justicia y Paz. Y como en el actual gobierno de Petro están premiando a la criminalidad, él tiene que sostener su falsa teoría para obtener lo que ofrece Petro: libertad con charretera, es decir, queda libre y lo nombran gestor de paz, como en efecto ha ocurrido. Conclusión: le sirvió su treta con la colaboración entusiasta de muchos opositores que antes se indignaban con ira cuando Mancuso fue al congreso pero que hoy aplauden como foca el título nobiliario otorgado al paramilitar como gestor de paz. Esto sería como una variante del Síndrome de Estocolmo.
Nota. No faltará que alguien diga que Uribe lo quiere en la cárcel para callarlo otra vez, y aquí se cumpliría esa máxima que dice: no trates de convencer al ignorante porque su sabiduría proviene del pantano de sus odios viscerales, de su resentimiento y de la pereza deliberativa en investigar la verdad".