Últimamente en Colombia pretenden solucionar los problemas de fondo desde las redes sociales con insultos y descalificaciones.
En las últimas semanas el tema de la reforma tributaria ha tomado un impulso impensado debido a la brillante idea de Alberto Carrasquilla, ministro de hacienda, quien ratificando la imagen que parte de sus detractores exponen en columnas de opinión, caricaturas y memes propone gravar con el IVA todos los productos de la canasta familiar.
Hay un sector que no está de acuerdo con la propuesta: los "izquierdosos", "los comunistas" y "los mamertos". Todas expresiones despectivas y peyorativas con las que se pretende descalificar con adjetivos calificativos de vieja data argumentos demostrables.
Este grupo de izquierda, centro izquierda o sencillamente ciudadanos comunes y corrientes rechazan de plano semejante propuesta alegando "mamertamente" que es improcedente para la situación real de las familias de bajos recursos en el país.
Me arrimo al grupo de los ciudadanos comunes y corrientes, pero por supuesto no con el discurso memorizado contra el capitalismo salvaje, el imperialismo, la plusvalía o el neoliberalismo (sin restarle importancia a sus significados filosóficos y conceptuales).
Parto de una inquietud elemental: ¿cuántos niños en Colombia mueren anualmente por desnutrición? Pregunta que a muy pocos interesa. Pero estrechando el espectro para que no fuera tan volátil, y dirían algunos del estrato dos que eructan estrato cinco, surrealista, me centré en el 2018.
Acudí al Boletín Epidemiológico Nacional del lnstituto Nacional de Salud de Colombia, no de Venezuela. ¿Con qué fin? Confirmar el número de "muerte probable por y asociada a desnutrición en menores de cinco años […]".
(No espero sorprender a nadie. Demostrado está que este tema es menor para nuestras preocupaciones de la Copa Águila 2018, MasterChef o la última de Maluma).
De cuarenta y cuatro semanas reportadas hasta el 4 de noviembre pasado, 280 niños menores de cinco años han fallecido "[…] por diferentes patologías que registran desnutrición como uno de los diagnósticos".
Explicar cómo en un país con cifras tan significativas de carencia de Estado, de falta de políticas sociales definidas, de ausencia en la identificación y solución a las prioridades primarias de los estratos más bajos de la sociedad, se pretende gravar todos los productos de la canasta familiar puede resultar estúpido.
En una nota publicada en el portal de La República, el 25 de julio de 2018, se señala que durante los últimos veinte años se han implementado diez reformas tributarias en el país. Sin embargo, lo impresionante del tema, esto lo digo yo, es que los déficits y huecos fiscales no se darían si la voracidad y demencial ambición de quienes manejan recursos públicos no se desbordara de tal manera que hasta la misma alimentación de los niños se convierte en la caja menor para ser incluso en prostitución.
La Contraloría General de la Nación recientemente declaró que en Colombia la corrupción "le quita a los colombianos" cerca de 50 billones de pesos anuales. Esto quiere decir que si el ministro Carrasquilla considera que al país le hacen falta 25.6 billones de pesos para financiar los programas del 2019, estamos hablando del dinero que los mafiosos, cómplices, testaferros y cascareros público-privados se roban en seis meses.
Entonces, ¿por qué no empezar por el principio y de una vez por todas adoptar posiciones serias y medidas definitivas para blanquear la moral y castigar rigurosamente la depravación de nuestros gobernantes y sus secuaces?
Otra perla. En lugar del gobierno mantener los impuestos a los grandes empresarios lo que ha hecho es "bajarles los impuestos a las compañías y subírselos a las personas naturales por la vía de un aumento en el IVA". Explicando semejante maroma el director de Impuestos y Aduanas Nacionales, Santiago Rojas, señaló que para el 2017 las empresas ahorrarían cerca de 3 billones de pesos "por el menor valor de los impuestos" (Dinero, septiembre 14/2017).
Pero por supuesto, no han de faltar aquellos sobreestratificados señalando a los más pobres como los culpables de la muerte de casi tres centenares de niños. Por perezosos, alcohólicos, vagabundos, en una palabra, "desechables".
"Mamertizar" a quienes tienen posiciones diferentes frente al porqué del despilfarro fiscal y la lógica obligatoriedad que le corresponde a los que más tienen contribuir con más impuestos es la fórmula que siempre se ha utilizado para sacarlos de la discusión, intentando ridiculizarlos, anulando cualquier opinión que venga de ellos.
Lo inteligente y usual es hacerle creer a los pobres que por su misma miseria económica son más Colombia, más responsables y más patriotas. Igualito que con los campesinos muertos en los campos de batalla; mientras que los verdaderos de estratos altos estudian en las mejores universidades del país y del exterior para mantener el estatus y tradición de sus familias.